Partidos políticos, traición a la sociedad

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Si la democracia está enferma, si no funciona, mucho tienen que ver en esta disfunción los partidos políticos, instituciones fundamentales del sistema representativo del cual emergen nuestros gobiernos. Sólo dos datos para sustentar la mala imagen que estas agrupaciones tienen entre los ciudadanos: los partidos se encuentran en el último lugar de confianza entre instituciones como el Congreso, gobierno, Iglesia, televisión, empresas, etcétera; y además el 45 por ciento de los mexicanos considera que la democracia puede funcionar sin esas organizaciones políticas (Latinobarómetro 2010 y 2013). Los números son demoledores y el rechazo, contundente.

Los partidos políticos, por definición, “son entidades de interés público que tienen como fin promover la participación de los ciudadanos en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo”. En sus estatutos, todas las organizaciones destacan la democracia como un valor político que las define y dicen adoptar sus principios y procedimientos para regir su vida interna.

Entre sus funciones están, por un lado (representación de la sociedad), la articulación de demandas sociales, la agregación de intereses, el reclutamiento político, movilización y participación, y la socialización política; y, por otro (operación del régimen político), la proyección hacia cargos públicos, la competencia por el poder público, la producción de políticas, la formación de gobierno y el ejercicio de oposición.

Sin embargo, del papel a los hechos hay profundos vacíos que evidencian la crisis por la que atraviesan dichas instituciones. Difícilmente se les puede conceder hoy el papel de articuladores de las demandas sociales cuando lo que prevalecen son los intereses de las burocracias partidistas, de los grupos políticos que lo conforman o de los poderes fácticos a los cuales están aliados. Tampoco generan nuevos cuadros y prefieren cooptar como candidatos a “figuras” de otros partidos. La movilización y la participación de los militantes para impulsar, rechazar o defender proyectos o causas políticas, son prácticamente nulas; si acaso, se hacen pronunciamientos aislados e inconsistentes.

Por el contrario, la faceta que más han explotado los partidos es la disputa por el poder, la competencia por los espacios de representación y los cargos públicos. En la mayoría de los casos, no lo han hecho sustentados en procedimientos democráticos sino con bases en decisiones cupulares y observando una política de repartición de cuotas.

Si a grandes rasgos esto es lo que se observa en los partidos a nivel nacional, en el plano estatal el panorama es aún más crítico. La vida partidista es prácticamente inexistente, hay divisiones internas abiertas o soterradas, la elección de dirigencias están alejadas de los parámetros democráticos, los órganos de decisión están controlados por grupos, camarillas o por la burocracia; no existe independencia real del gobierno, en menor o mayor medida se han entregado a las ambiciones injerencistas de los gobernadores en turno; los partidos que detentan el poder se dedican a adular al gobierno y los que están fuera de él renuncian a ser oposición y se instalan en el plano del colaboracionismo acrítico, que no es otra cosa que una forma fácil de simulación y, por lo tanto, de genuflexión.

¿Cada cuánto hay una manifestación, una protesta, una marcha partidista a favor o en contra de una causa o proyecto? ¿Recuerda usted alguna postura pública de alguna dirigencia sobre los temas de interés social y político; algún pronunciamiento sobre el endeudamiento, la corrupción en el sexenio anterior, el intento de privatización del SMAPA, la inseguridad, los linchamientos o sobre la iniciativa de los matrimonios igualitarios?

Los partidos en Chiapas han renunciado a su naturaleza política y social y se han convertido preponderantemente en agencias electorales que, como tal, se activan sólo en épocas de comicios para disputarse los espacios de poder y los privilegios políticos y económicos que de ellos derivan.

Los partidos han traicionado al ciudadano, a la sociedad y por eso son repudiados, porque no representan más que a sus propios intereses. En este sentido, lo que prevalece es la partidocracia, no la democracia. El sistema político representativo está agotado y tiene que sustituirse por uno de mayor participación ciudadana; pero esta opción llevará tiempo consolidarse, pues los propios partidos y el gobierno emanado de ellos pondrán obstáculos para alargar su sobrevivencia.

PRI, ¿DE IZQUIERDA?.-Testimonios de la debacle de los partidos hay muchos, pero uno reciente que ilustra muy bien el desfase, la falta de autocrítica y los vicios en el Partido Revolucionario Institucional, es el que da Raúl Bonifaz Moedano exregidor capitalino, expresidente del Instituto de Capacitación y Desarrollo Político y exsecretario general adjunto del Comité Directivo Estatal. En entrevista con el periodista Rodrigo Ramón Aquino, responde así a la solicitud de que defina la esencia ideológica del PRI: “Creo que el partido sigue siendo de centro-izquierda, más enfocado a la izquierda, diría yo. Lo que pasa es que la realidad del país ha obligado a adaptarse a los cambios, más particularmente a partir del año 2000, que radicalmente se transforma la organización. Es entendible, después de 70 años en el poder perdemos la Presidencia de la república y prácticamente nos quedamos huérfanos políticos, acostumbrados a tener la dirección del presidente. Y en Chiapas nos sucede lo mismo: perdemos la dirección y nos quedamos sin el “primer priísta del estado”. Desde luego que nos vimos obligados a cambiar la forma de organización y de hacer política….”. ¿Y la privatización de Pemex es una decisión de izquierda? Camaleonismo puro.

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