La mal entendida imagen urbana de Tuxtla
Si el argumento del Ayuntamiento capitalino para retirar la publicidad “informal” de la vía pública es el mejoramiento de la imagen urbana de la ciudad, debería prohibir muchos otros anuncios que, aunque tienen permiso para ser colocados, para nada contribuyen a que Tuxtla muestre un mejor rostro. Por ejemplo, ¿en qué ayudan a mejorar nuestro entorno citadino las decenas de espectaculares de diputados en precampaña disfrazada, las de pretendidos logros institucionales o la de políticos en estrecho contacto con el pueblo? Eternas sonrisas ensayadas o cuerpos de pieles contrastantes en abrazos perennes, nada aportan a nuestro hábitat a menos que se trate de nuestra particular idea de Disneylandia o de McAllen, Texas, el estereotipo de ciudad gringa que nos implantaron los gobiernos panistas para desarrollar un gran corredor comercial infestado de anuncios publicitarios.
La imagen urbana es mucho más que el estrecho concepto de limpieza y remozamiento de las principales calles y avenidas, va más allá de pintar camellones y guarniciones, de podar arbolitos y lavar estatuas. No es esa idea excluyente y limitada que prioriza el centro, las zonas comerciales o las colonias y fraccionamientos residenciales, y abandona las áreas aledañas y la periferia. La imagen urbana es una concepción integral que comprende la infraestructura, los servicios, la funcionalidad vial, el medio ambiente e incluso lo inmaterial, como la cultura que fortalece nuestra identidad.
Mejoramiento de la ciudad es solucionar de fondo el problema de los baches y las calles no pavimentadas, la falta de alumbrado público, el colapso de las tuberías de agua y el abastecimiento del líquido, el azolvamiento y la carencia de drenaje, el crecimiento desmesurado y las invasiones, la depredación de los escasos recursos naturales que agudizan el incremento de la temperatura, la necesidad de un eficiente drenaje pluvial que evite las inundaciones y sus daños colaterales, la abundancia de trabajadores informales y la creciente mendicidad, así como el insuficiente e ineficiente transporte público.
Aterricemos en un ejemplo sencillo pero muy significativo: “La Pochota”. Para el visitante como para los que vivimos aquí, resulta lamentable llegar a la ciudad y encontrarnos con el cuerpo mutilado de la ceiba centenaria que por décadas fue un referente para los tuxtlecos. ¿Qué imagen puede proyectar Tuxtla si las autoridades dejaron morir uno de los íconos capitalinos más entrañables y sus restos fueron tratados como leña y no como el testimonio de un acontecimiento cultural? Ni el alcalde, ni la Dirección de Cultura municipal, ni los cronistas, ni los hombres y mujeres de la cultura capitalina trascendieron su visión utilitaria y su insensibilidad hacia el entorno urbano. El desfallecimiento de “La Pochota” pudo ser motivo de un festival que la honrara y recuperara, a través de diversas manifestaciones artísticas, elementos para la memoria histórica; sus ramas también pudieron tener un uso más edificante si hubieran dado forma a esculturas o a objetos relacionados con el arte.
La auténtica imagen urbana no la dan los centros comerciales, los camellones y jardines bien iluminados, las guarniciones recién pintadas o los anuncios espectaculares con permiso municipal; esa imagen genuina la ofrecen, además de la calidad de la infraestructura y los servicios, una planeación democrática, un modelo de crecimiento sustentable, la calidad de vida de todos sus habitantes, la forma en que vivimos y respetamos la ciudad, la manera en cómo nos relacionamos con los turistas, y la aspiración que tenemos como colectividad.
Esto es lo relevante, lo demás es maquillaje.
“LEY ANTIBACHES”.- La semana pasada el Congreso local conoció una iniciativa que de aprobarse podría cambiar el estatus de la relación ciudadano-gobierno respecto a la reparación de daños al patrimonio particular causados por factores atribuibles a la responsabilidad de las autoridades. “Si un automovilista sufre un desperfecto en su unidad al caer en un bache o una alcantarilla abierta que debió ser reparada por la autoridad municipal, será el Ayuntamiento correspondiente quien deberá pagar los daños ocasionados…”, ejemplificó la diputada Mirna Camacho Pedrero, impulsora de la reforma. En el papel la idea es muy plausible, pero en los hechos hay varios factores que la harían inaplicable. Supuestamente, la ley obligaría al gobierno estatal y municipal a procurar obras bien hechas para evitar pagar indemnizaciones a los afectados; sin embargo, habría que esperar si el cobro de ese pago no se convierte en un viacrucis burocrático que desaliente al ciudadano y deje la nueva obligación en sólo buenas intenciones. En el caso de Tuxtla y Tapachula, donde el problema de los baches alcanza niveles de emergencia máxima, quizá no se cumpla el cometido de lograr mejor infraestructura vial, pues a los alcaldes les sería más redituable pagar las sanciones que dejar morir el negocio del “diezmo” que reciben de las empresas que venden los insumos o de las que reparan las calles que recurrentemente quedan destrozadas por las lluvias. “MANUELITO”, ALUMNO ESTRELLA DEL ICATECH.- El Icatech ya puede anotarse otro hit por el alto nivel de capacitación que imparte a los chiapanecos. El niño Feliciano Díaz Pérez (“Manuelito”), aquel que adquirió notoriedad nacional por la humillación que recibió de un funcionario tabasqueño al despojarlo de su mercancía, fue entrenado junto con su familia en el manejo de la fotocopiadora de la pequeña papelería que la esposa del presidente Enrique Peña Nieto le regaló para mejorar sus ingresos económicos.
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