La verosímil “renuncia” del alcalde Samuel Toledo
Si una noticia-broma después de un año de haber sido publicada adquiere amplia verosimilitud al divulgarse de nueva cuenta, quiere decir que las condiciones que en principio permitieron advertir que se trataba de una “inocentada” periodística, se han transformado de tal manera que hoy el supuesto acontecimiento se acepta con un alto grado de veracidad.
Desgraciadamente, el asunto de referencia no es algo que pueda quedarse como una anécdota chusca sino que tiene mayor trascendencia pues atañe a la vida pública de la golpeada capital chiapaneca.
El punto en cuestión es que la gente cree que la renuncia del alcalde Samuel Toledo Córdova es algo posible e incluso probable, y ello es un indicativo inequívoco de la mala percepción que el ciudadano tiene de su gobierno. A casi un año de administración, la ineficacia es el signo del gobierno municipal pues no ha logrado dar respuesta a los problemas más urgentes de Tuxtla Gutiérrez como la seguridad, las calles destrozadas, el alumbrado público, el servicio de basura y el agua potable.
El Ayuntamiento no ha resuelto el desfalco financiero que heredó de la administración pasada y ha quedado atrapado en un conflicto de intereses permeado por las secuelas de la corrupción. Sin dinero y al frente de un gobierno deslegitimado, Toledo ha ido a la deriva cuidando nada más que el barco no se hunda. Tan inocua ha sido su gestión, que la ciudad sigue colapsada por sus problemas y no hay anuncio de obras relevantes que avizoren un mejor horizonte. Por ello es que en la comunicación institucional predominan las labores de “embellecimiento” de vialidades céntricas y otros actos intrascendentes que poco tienen que ver con el mejoramiento de la calidad de vida de la capital. También destaca la campaña de bacheo emergente, pero la magnitud del problema la rebasa con creces; ni cubre las necesidades de reparación ni los parches de pavimento son duraderos.
En el plano político el panorama es también poco halagador. Los nexos de Samuel Toledo con el desprestigiado gobierno sabinista y su negativa a deslindarse de él, tuvieron severos costos en legitimidad y en capacidad de operación frente a los grupos de poder municipales. En ese proceso de debilitamiento, no pudo contrarrestar la fuerza de los cacicazgos sindicales del Ayuntamiento y las elecciones delegaciones se le salieron de control al presentarse severa oposición hacia los candidatos “oficiales”. El alcalde también sufrió un importante revés al principio de su gestión, al fracasar en su intento de ponerle un impuesto al servicio de alumbrado público, el cual fue vetado por el gobernador por inconstitucional.
Y el más reciente traspié del presidente y su cuerpo edilicio, lo constituye el proyecto para privatizar el Sistema Municipal de Agua Potable y Alcantarillado, que intentó aprobarse en secreto pero que al ser divulgado por la prensa, ha recibido el rechazo de un amplio sector ciudadano y como consecuencia retrasado el dictamen respectivo de los diputados locales.
En estas circunstancias, el primer informe del alcalde del PRI-PVEM pasó prácticamente desapercibido y careció de credibilidad cuando asegura que se han tomado decisiones “basadas en la responsabilidad, compromiso y transparencia” y que Tuxtla “tiene ya las bases para un crecimiento sostenido”.
No puede haber mayor signo de vacío político en la capital chiapaneca, que el hecho de que en el primer año de la presente administración haya una abierta disputa por la alcaldía con dos aspirantes bien identificados que se promocionan prematuramente por las calles de la ciudad y en eventos en que el propio edil es “invitado de honor”.
Son estas señales de un “gobierno fallido” las que alimentan las percepciones ciudadanas y crean el espectro de verosimilitud de una eventual renuncia de Samuel Toledo Córdova. Sin embargo, pese a que existen razones para una dimisión, ésta no sucederá. El sistema institucional de rendición de cuentas simplemente no funciona, y la capacidad de organización y presión ciudadana, aún no tiene la suficiente fortaleza.
GATOPARDISMO EN EL CONGRESO.- El martes a la media noche hubo movimientos en el Congreso local. Neftalí del Toro Guzmán (PRI) y Luis Fernando Castellanos Cal y Mayor (PVEM), se intercambiaron la Junta de Coordinación Política y la Mesa Directiva. En un ejercicio de gatopardismo, todo cambió para que todo siga igual. Los mismos intereses políticos siguen teniendo el control del Legislativo; la pluralidad, la equidad entre las fuerzas políticas, palabras son. El perdedor en este episodio: Emilio Salazar; no alcanzó ninguna de las dos posiciones estratégicas y, además, cedió a Castellanos la coordinación parlamentaria de la bancada “verde”. El otro “ganón” fue Jesús Alejo Orantes Ruiz, flamante nuevo líder de los diputados priístas; ¡qué nivel! RESPETO A LA INVESTIDURA. La investidura de un gobernante, por la alta encomienda que tiene en sus manos, debe infundir respeto y éste se adquiere a través de los actos cotidianos en el ejercicio sobrio y honesto de sus responsabilidades para con la gente. Exponerla al chacoteo en espacios televisivos dedicados a la frivolidad, en nada ayuda a fortalecerla y sí contribuye a su devaluación.
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