De (S)elecciones y partidos: la Frustración Nacional
Llevamos décadas esperando ir más allá. Deseando que las cosas sean distintas y superemos nuestra mediocridad. Llevamos al menos dos generaciones anhelando el cambio para poder estar entre los grandes, por parecernos -por ejemplo- a los europeos en sus cimientos, en su organización, en sus resultados.
La primera vez que la vimos cerca, fue en la década de los ochentas, cuando llegamos casi logramos lo imposible -“cosas chingonas” como dice El Chicharito-. En esa ocasión, nos la creímos. En las calles aplaudíamos y vitoreábamos lo que creímos posible, pero al final el sueño se frustró. Nos quedamos en la raya y nos robaron el resultado.
Tuvimos que esperar varios años más para tener de nuevo la oportunidad, pero las trampas de siempre -nuestras trampas- volvieron a impedirlo. La frustración y la desesperanza crecían en ciudades y pueblos. En cada casa. En la ciudad y en el campo. La corrupción lo impidió. Esa vez ni siquiera “saltamos a la cancha”, fue como un desafuero de facto.
Años después, nuevamente la oportunidad se abrió y nuevas voces prometieron llevarnos mas allá. Un liderazgo nuevo, nos dijeron. Uno de piel blanca -un “conquistador”- que si logrará “el cambio”. Había quien no lo veía bien y hasta le recriminaba ser extranjero pero al final lo aceptamos.
Allá fuimos. Esperanzados. Confiados en que esta vez era la buena. Nunca habíamos tenido un líder de esa “estatura”. Al final, fueron en mucho la novedad y el entusiasmo, pero los partidos cambiaron poco y las alineaciones solo mudaron de playera, incorporaron algunos elementos nuevos pero reciclaron también a muchos otros ya quemados. La promesa del cambio de nuevo se vio frustrada. Fail, como dirían los milennials. Si hubo cambio pero no fue hasta el fondo.
Después del blanco vino otro de pinta más local que también hizo promesas que -también- creímos. Tenía experiencia, sabía lo que es jugar en un partido, sabía poner alineaciones. Era además fajador. Desafió al sistema, del cual no era favorito. Logró la candidatura y el puesto.
Esta vez es la buena, prometió. Tomaremos lo bueno del pasado pero cambiaremos lo que haya que cambiar: Trabajaremos desde la raíz y las bases. Aquello terminó otra vez en chanfle fallido. Nos quedamos donde siempre.
Son -cómo señalé al inicio de esta columna- décadas acumuladas de frustración colectiva. De padecer la corrupción, la ambición económica y la falta de organización de quienes son los dueños del balón.
Recientemente inició nueva era, y muchos queremos creer.
Nos han ofrecido que esta vez será distinto. Que habrá trabajo y disciplina. Que se acabarán los privilegios y que estarán sólo quienes demuestren capacidad, desempeño y amor a la camiseta.
El resultado inicial, si bien insuficiente, puede sonar alentador. Puede abrigar la esperanza de que esta vez nuestra suerte cambiará, y nos codearemos con los grandes.
Ojalá y sea así. Ojalá y después del tres a uno contra la Selección de Chile de la semana pasada venga un trabajo serio y el equipo mexicano de balompié, de la mano de su nuevo entrenador logre llegar a no solo a la Copa del Mundo sino también a su quinto partido.
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