Cepillos para leer
Hace algunas semanas, el Fondo de Cultura Económica anunció la oferta masiva de títulos a un costo de 50 pesos por ejemplar. La intención, explicó su titular, Paco Ignacio Taibo II, es acercar a más gente a la lectura.
Durante décadas, Taibo ha sido no solo intelectual y escritor, sino también un tenaz convencido de la importancia de la lectura como mecanismo para abonar a una mejor sociedad.
Sobre el tema he opinado ya antes en diferentes ocasiones y en este Galimatías quiero insistir: el problema no es el libro, no es su precio ni tampoco su producción. El problema es de hábito. No se trata de libros sino de lectura.
Imaginemos -es un ejemplo- que hablamos del alto índice de caries entre los mexicanos. Los mexicanos presentan un promedio de 8 caries al año, muy por encima de los suecos, que reportan 2 y los finlandeses que solo llegan a .5 por persona por año.
Identificados los índices que queremos imitar, resulta que lo que se propone es una gran campaña en la que los cepillos de dientes se venderán a precios pocas veces vistos -digamos que, 50 pesos-, puede que tenga cierto impacto, puede que haya quien reponga su cepillo usado o quien adquiera uno por primera vez pero la estrategia pareciera incompleta. Sin colmillos. Sin dientes. Chimuela.
Y cómo fortalecer entonces nuestra campaña para abatir las caries? Ajustando la estrategia. Si lo que queremos son mexicanos con mejor salud bucal, vender cepillos a mejores precios puede que ayude, pero promover el cepillado es la auténtica clave. Lo mismo con la lectura. No se trata de vender libros. Se trata de persuadir a niñas y niños, adolescentes y jóvenes, de las diversas bondades que acarrea la lectura al desarrollo espiritual-intelectual-emocional.
Y cómo hacer esta promoción?
El primer paso, además de ofrecer libros a bajo costo, demanda una estrategia integral de fomento a la lectura que considere la activación de talleres escolares de fomento a la lectura semanales desde el nivel preescolar hasta el medio superior.
Con tal frecuencia y desde ese nivel, se estimularía el deseo lector en sincronía con el proceso de alfabetización: se aprenden las habilidades para la lecto-escritura al tiempo que se descubre el gusto por la lectura, actividad que, al fomentarse de manera constante durante todos los niveles de educación obligatoria, abatiría en automático el llamado analfabetismo funcional que con tanta frecuencia se encuentra en los niveles preuniversitarios.
Para ello, desde luego, sería necesario también sensibilizar y capacitar a los propios docentes, que en muchos casos son ellos mismos víctimas de un sistema concentrado en formar ciudadanos no lectores-ignorantes-apáticos.
En complemento a esto, dos líneas fe acción adicionales:
Fortalecer todos los espacios lectores existentes en el país: bibliotecas públicas y salas de lectura con material renovado y abundante, con promotores haciendo su tarea, con programas de actividades permanentes, convirtiéndose en centros de reunión comunitaria.
Utilizar espacios de comunicación institucional para fomentar la lectura de manera directa, con cápsulas de tv y radio, con espectaculares y bardas. Que uno de cada cuatro espacios de que actualmente disponen el gobierno o los partidos políticos se destine a fomentar la lectura y en nuestras calles veamos más lecturas y poesía y menos de demagogia y rollos.
Suena a fantasía. Suena a cuento. Suena a que imagino un cuento.
Adolfo Rodríguez Gallardo escribió hace muy pocos años un libro sobre Vasconcelos, búsquelo, ahí está descrito cómo ese sueño se puede hacer realidad. Vasconcelos agregó alfabetización y formación del magisterio. Lo que él hizo, y lo que usted hace, es análisis sistémico. Así debe hacerse.