La calzada de las mujeres y los hombres ilustres
La historia era muy sencilla. El Gobierno de Tuxtla Gutiérrez anunció a inicios del mes de julio pasado, la remodelación de la Calzada de los hombres ilustres al oriente de la ciudad, con una inversión de más de 20 millones de pesos. De inmediato, diversos grupos sociales cuestionaron el proyecto, algunos por el monto de inversión, otros por si era prioridad en un espacio como ese, otros por desconocer el diseño del proyecto.
Estos grupos sociales solicitaron conocer el proyecto, se les convocó a una reunión de la cual nadie salió contento. Después solicitaron se detuviera el proyecto y se pusiera a revisión, el Gobierno de la ciudad en cambio respondió lanzando las maquinas a la calle. Un grupo llama a la clausura simbólica, el Gobierno llama a conferencia de prensa con amigos. La historia es ahora muy compleja.
Creer que una vialidad o espacio público se activará socialmente solo por remodelar pavimentos, iluminar andadores, colocar mobiliario urbano o instalar fuentes es desconocer fundamentalmente la función y el uso de los espacios públicos. Creer que un proyecto se corrige solo por escuchar a las voces que se inconforman con este es desconocer fundamentalmente el concepto de participación ciudadana.
El significado del espacio público y su importancia para el desarrollo social, económico y ambiental de nuestras ciudades es aun ampliamente desconocido y muchas veces mal entendido. Si bien es cierto que la revitalización del espacio público requiere de infraestructura y mobiliario de calidad, esta por sí misma y por sí sola no lo logra, porque la esencia del espacio público no son sus componentes, sino lo que estos en conjunto generan en las personas que los viven, pero para que esto suceda, primero estas personas deben acceder a él.
El mayor problema que enfrenta el proyecto de la remodelación de la denominada Calzada de los hombres ilustres no son los árboles, o si el pavimento es ecológico o no, o si las luminarias interfieren en la vida de la fauna que habita la zona o no; el problema principal de este proyecto urbano es que es visto como un proyecto aislado en medio de un área llena de interacciones que sobrepasan sus propios límites.
El proyecto necesita, mucho antes de determinar detalles de materiales y mobiliario, reconocer su entorno y la relevancia que este jugaría en él. Entender que la gente no lo usa con la frecuencia que se esperaría aun cuando es más limpio que un mercado, o aun cuando el pavimento se encuentra en mejores condiciones que cualquier banqueta del centro. La gente lo subutiliza porque la zona está deshabitada de vivienda y comercio, porque la calzada no es paso de ningún origen ni de ningún destino obligado, y porque no cuenta con ningún tipo de actividad de permanencia.
Aun cuando el gobierno respete la vegetación, modere la intensidad lumínica y retome la mayoría de las demandas presentadas, el proyecto será un fracaso en tanto este proyecto no considere ser parte de una gran rehabilitación de la zona, que involucre el fomento a la vivienda densa, a la dinámica comercial y a la vida social fuera y dentro de la zona a intervenir.
Mientras las autoridades sigan promoviendo proyectos desde los escritorios, la ciudadanía seguirá demandando participar, y mientras sigan promoviendo proyectos aislados, la ciudad seguirá siendo un lienzo parchado. En lo que no se equivoca el Gobierno de la ciudad, es que hay que cambiarle el nombre, y quizá “Calzada de las mujeres y los hombres ilustres” sea una buena propuesta, no en respuesta a una política de género, sino para reconocer el trabajo de las mujeres y de los hombres que han alzado la voz y han dedicado tiempo y esfuerzo para la recuperación no solo de los espacios públicos, sino de los asientos en las mesas de decisión. Gracias a esas mujeres y hombres ilustres.
Sería más facil y menos foxista decir: «La Calzada de las Personas Ilustres», Ere vocablo (femenino) implica AMBOS sexos y se hace la frase más elegante y más corta.