Definición de carpa
El diccionario dice que carpa es “un gran toldo que cubre un circo o cualquier otro recinto amplio”. Tía Hermisenda decía que el cielo era la gran carpa del universo. Arturito, su nieto, siempre llegaba a preguntarme dónde estaban hincados los postes que sostenían el gran manteado que cubría la tierra.
Con el tiempo el término carpa se extendió a espacios más pequeños. Los niños, por ejemplo, hacen tiendas de campaña, que son como carpas, con sábanas, colchas y sillas, a mitad de la sala. No hay, disculpen ustedes, carpa más sublime que la carpa que construyen los niños a mitad de la sala. Y esto es así porque es como un juego de muñecas rusas. La carpa superior (el cielo) envuelve la carpa que cubre la casa (el techo) y luego aparece la pequeña carpa donde juegan los niños. Nadie de afuera puede saber qué sucede en ese interior. Los papás leen el periódico, en tanto las mamás van de la cocina al comedor con las tazas llenas de café y los platos con pan. Están tranquilos porque los niños juegan en casa, pero no saben (no pueden saberlo) cuáles son los juegos que los niños juegan dentro de esa carpa.
En esas carpas que no se levantan a mitad del desierto, sino a mitad de la sala de la casa, la luz ambarina produce un entorno muy íntimo. Ahí, en medio de colchonetas y de almohadas, los niños juegan los juegos que los adultos juegan en los circos.
Los circos son construcciones instantáneas que dan mensajes de cómo debe ser la vida. Un buen día, en el terreno más grande del pueblo, los tráileres y los remolques se instalan. Decenas de hombres sacan marros y grandes cadenas; abren huecos enormes donde hincan los postes metálicos y comienzan (a través de un complicado entramado de cables gruesos) a levantar la carpa de plástico grueso, impermeable. A través de un sistema de poleas levantan ese cielo instantáneo. Días después, en donde estaba la Nada, aparece una hermosísima carpa que contiene todos los sueños de los niños y de los adultos. ¡Es una pena que en esa carpa actúen animales, pero es parte del juego de la vida! Por esto, los niños que están adentro de las carpas a mitad de la sala también son domadores de leones y de panteras.
La historia cuenta de un pez carpa que se creyó el toldo del agua donde nadaba. Sus amigos se burlaban de él, hasta que un día, el pez logró expandirse como globo y los cubrió. Cuenta la historia que todos los peces se ahogaron de asfixia (fenómeno que nunca había ocurrido). Sólo se salvaron aquéllos que estaban acostumbrados a jugar al circo.
Cuando fui niño jugué a levantar carpas de circo a mitad de mi cuarto. Movía la cama, las sillas y el buró. Con las sillas improvisaba un sistema de columnas y encima de éstas colocaba las sábanas. Con la lámpara de mesa en el interior y con almohadas, colchoneta y sábanas sobre el piso metía un libro que mi tía Emelina me obsequió en uno de los viajes que realizaba a Comitán desde la ciudad de México. El libro era un libro ilustrado, tenía imágenes de animales del Zoo. Había un león, una pantera, un hipopótamo, una gacela, un mico, una jirafa y un cocodrilo. Jugaba a que estaba en la sabana africana y que llegaba a un río donde debía pasar de una a otra orilla. Ahí estaba el cocodrilo. No sé porqué misteriosa coincidencia, siempre que estaba a punto de cruzar, con un cuchillo en la mano, llegaba mi prima Norma y me decía que no cruzara, me tomaba de la mano con su manita y me decía que mejor jugáramos al circo y ella decía que era una perrita amaestrada, se subía a un banco de madera (de esos que usan los arquitectos en los restiradores), movía la colita y me decía que yo la domara. Así lo decía. Entonces me daba un látigo y me decía que el nuestro era el acto principal del circo y yo escuchaba (juro que era así) el aplauso de mil personas sentadas en las gradas y en los palcos del circo, a la hora que el maestro de ceremonias anunciaba nuestro acto. Ella, la perrita, coqueta, infinita, bajaba del banco y comenzaba a hacer sus gracias frente a mí, con el látigo en la mano.
Desde siempre me han gustado los circos. Cuando estoy adentro de uno de ellos, subo a las gradas, me siento y alzo la vista. Sé que detrás de esa carpa está el gran manteado que es la carpa que cubre el universo. Cierro los ojos. Sé que así es la vida, porque, ¡lo sé!, detrás de ese gran manteado que es el infinito, aún hay algo más. ¡Sí! Por encima del infinito hay otra carpa que es como un río. Los papás nunca saben qué juegan sus hijos adentro de esas carpas que, con chamarras, colchonetas, sábanas y lámparas de mano, construyen sus hijos adentro de los cuartos de las casas.
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