Pausas y reacomodos en los márgenes de la movilidad humana

En la ruta. Foto: Iván Francisco Porraz Gómez
Por Iván Francisco Porraz Gómez[i]
Las y los jóvenes migrantes en diversas partes de México y otras latitudes, han resentido las políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. Sobre todo, en los últimos meses, desde el arribo de Donald Trump a la presidencia del país vecino. Algunas voces desde este sur refieren que: “nos cortaron las alas” y “a saber por cuánto tiempo será esta pausa”. El sentir de las y los jóvenes tiene una resonancia con las estrategias y políticas de seguridad nacional que han colocado en la misma bolsa a narcotraficantes, terroristas, traficantes de personas y migrantes.
El miedo y la incertidumbre han sido una constante en la región del Soconusco que, además, se conecta con las imágenes de las personas repatriadas que llegaron la semana pasada en más de tres aviones al aeropuerto de Tapachula, Chiapasii. El contexto ‘securitario’ diluye los atributos tradicionales o clásicos del retorno como una decisión individual y racional del migrante, para tornarse en una política del “enemigo” (García y Villafuerte, 2014). La búsqueda de culpables se ha vuelto cotidiana, así como la guerra arancelaría; este discurso de odio y xenofobia que realiza día con día Trump ha impactado en muchas fronteras, incluso se ha replicado en algunos países.
Lo que alcanzamos a observar parece más bien un cambio de estrategia, un reacomodo en los márgenes, o donde se pueda. La pausa no es parar de facto, sino, pensarse en otra sintonía del discurso del vecino país del norte. Por ejemplo, algunos han decidido prolongar el anhelo del “sueño americano” y quedarse un tiempo en Tapachula. Otros más ven a la Ciudad de México como un lugar para hacer un poco de vida y poder sobrevivir; sin embargo, también algunos han decidido emprender el regreso a sus lugares de origen, por lo menos, hasta que la situación cambie. La movilidad humana no ha parado, más bien, parece que entró en una pausa estratégica con otros ritmos.
Las temporalidades actuales parecen estar volcadas hacia la construcción de un futuro incierto y poco importa la destrucción del pasado en tanto que la “novedad trumpista” es vista otra vez desde el “progreso”, aunque nada tenga de revolucionario ni de turbador. El tiempo de la sociedad actual se impone con diversos discursos violentos, siguiendo el eje analítico de Martín-Barbero, está configurado por “la crisis de la moderna experiencia del tiempo, que tiene en el actual boom de la memoria una de sus manifestaciones más elocuentes, a la que se suman las formas diversas de amnesia que producen el mercado y los medios” (2010).
De nuevo, regresamos al tiempo que marcan las imágenes, definidas más que nunca por las comunicaciones y las redes sociales; es el tiempo que define el mundo como imagen, en tanto producción deliberada del mercado y los medios de comunicación masiva, en especial los generados por la Casa Blanca. En este contexto, las y los jóvenes migrantes tienen una sensación de llegar tarde y se encuentran ansiosos de que esta realidad impuesta pase pronto. Aunque saben que hacerlo implica la conjunción de disfrute y miedo y, sobre todo, que los asideros identitarios de hoy no necesariamente serán los de mañana, ni son lo mismos aquí que allá. A este conocimiento, la mayoría de las veces tardío, le antecede la urgencia y el deseo de apresurar los tiempos y las vivencias, una tarea difícil, ya que al dejar el nicho-hogar, su construcción social se hará con los materiales de una movilidad humana expresada en una expulsión silenciosa, que hoy vomita miedo y violencia, anonimato y registro, espectacularidad y soledad.
Ante este panorama de sombras y bruma que no deja ver con claridad, me quedo con la capacidad que están tejiendo algunos jóvenes migrantes, solicitantes de protección internacional y refugiados, para afrontar, desafiar e incluso dar la vuelta a las adversidades del contexto actual. Reconstruyendo, reinventando o resignificando ese mundo convencional y de dominio, para encontrar acomodo en los márgenes, en el “no lugar”, en la no morada. (Porraz, 2020)
Sabemos que esta pausa es estratégica, la guerra arancelaria y los discursos xenofóbicos van a sucumbir, pero no sabemos cuándo. Mientras tanto desde este Sur, se escuchan relatos en los que abundan la parquedad y el silencio, y se vislumbran emociones que intentan guardar o contener. También, podemos leer el significado de resistir o de encontrar un lugar desde esos márgenes que para muchos y muchas migrantes es ya es un aprendizaje en medio de este laberinto.
Referencias
García, María del Carmen y Daniel Villafuerte Solís (2014). Migración, derechos humanos y desarrollo, aproximaciones desde el sur de México y Centroamérica. México: UNICACH/Juan Pablos Editor.
Porraz Gómez, Iván (2020). Entrar, transitar o vivir en la frontera sur de México. Nueva Sociedad, 289, 118-125.
[i] Investigador de ECOSUR-Tapachula, colaborador del Observatorio de las Democracias: sur de México y Centroamérica.
[ii] Hasta el martes 4 de marzo, han arribado siete vuelos a la ciudad Tapachula, Chiapas, con más de 800 personas deportadas desde EEUU.

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