Nueve mujeres, 3
Casa de citas/ 733
Nueve mujeres
(Tercera y última parte)
Héctor Cortés Mandujano
Cuando dos personas se quedan solas en una habitación
y no hablan, es sólo por una razón:
tienen demasiado que decirse
Bárbara Colio
En novela, el Premio Narrativa Dolores Castro 2024 recayó en Con todas mis letras, de Bárbara Colio, y la mención honorífica fue para Catástrofes imperceptibles, de Vonne Lara.
La trama de Con todas mis letras, de Bárbara Colio, lleva a una hija a indagar el pasado su padre, lleno de equívocos, mentiras y simulaciones, que empiezan con las pupilas verdes, el retrato del “Ñiño de la Flor” y una madre ausente; la novela, devenida investigación (del 11 al 18 de septiembre), es un río entretenido, con muchos meandros, que atraviesan, como las novelas de espionajes, por pistas falsas, amoríos, cómplices y el descubrimiento de realidades nunca pensadas.
Cuando el retrato del niño, que se supone es su padre, aparece en una exposición de asesinos seriales, la novela toma otro ritmo. Por otra parte, Elena, la madre, se fue cuando Elena, la hija, tenía quince años (p. 27), “un domingo de septiembre después de lavar los trastos”, sin dejar ni siquiera una nota para su marido o para su hija.
Aunque Elena lleva el hilo de la historia, Kika, por ejemplo, su amiga, tiene también su propia e interesante vida (es casada y queda embarazada de un amante ocasional), lo mismo que la madre, el padre, el hombre que ayuda a Elena (Aquiles, el Güero) y quien la reconcilia, así sea momentáneamente, con su sexualidad.
Hay un uso simpático de las canciones (“Será que no me amas”, de Luis Miguel, por ejemplo) y del lenguaje (p. 57): “Me deja atónita un trío de segundos con su respuesta”; (p. 186): “La Tierra, esa asesina serial”.
Santiago, el padre, desaparece misteriosamente (se fue, también) y Elena busca e interroga a sus amigos Manolo y Wong, el chino; éste, le dice Manolo, no pudo soportar no decirle la verdad y se la dijo sin pausa. Elena no entendió (p. 90): “¡Me habló en chino!”; Manolo insiste: “Bueno, pero te lo dijo. Que tú no entiendas chino es tu problema”.
La novela es muy divertida. Elena dice a Aquiles (p. 110):
“—Soy maestra de matemáticas.
“—Tienes cara.
“—¿Qué cara tienen las maestras de matemáticas?
“—Una como la tuya.”
Se acuestan, cogen, y luego Aquiles cocina para ella. Elena lo ve hacer (p. 124): “No sé exactamente qué sentir al verlo moverse con tanta ligereza dentro de mi cocina, es decir, es mi cocina. Una cosa es la vagina, pero otra muy distinta es la cocina de una, son lugares propios, privados”.
Otras fotos dan claves distintas a Elena: sus padres, jóvenes, y otro muchacho posando con ellos. Cuando finalmente encuentra al padre y la verdad se revela al lector debiera ocurrírsele, a mí me pasó, que los padres no son sólo esos bichos que nos engendraron, sino que, en algún momento, tuvieron pasiones, deseos, amor por algo o alguien. Elena piensa que su mamá, más a que a nadie (p. 175) “amaba la tristeza, esa mariposa azul disecada sobre su hombro”.
Bárbara Colio es escritora y directora escénica. Me encantó su novela.
***
Catástrofes imperceptibles, de Vonne Lara, me recordó en un primer momento una novela de Gonçalo M. Tavares (El barrio y los señores), que igual que ésta empieza con un croquis que ubica las viviendas de los personajes que habitarán el espacio ficticio de la narración.
El índice es una lista de nombres que casi no se repiten y, así, cada breve capítulo cuenta las penurias de cada personaje en este barrio de dolores, desesperanzas, violencia y muerte, ubicado en la ciudad de Guadalajara, Jalisco.
Pero cada historia es independiente, casi en general, con algunas excepciones (“El pajarero”, “Yo soy” y la doña de la esquina, por ejemplo), de modo que los destinos de Anita, Rosa, Ramiro, Martha, Cata, José… no necesariamente se tocan, salvo por su vecindad física.
Es notoria la maestría en el desarrollo de personajes y su resolución breve, digamos cuentística, porque si no fuera que la obra está señalada como novela podría funcionar también como una espléndida colección de cuentos. Ahora bien, el concepto de novela no es restringido, sino amplísimo, donde todo cabe, y por eso, en este género, se han dado tantas y tantas revoluciones. No es la de Vonne, pues, una novela convencional.
En el apartado “Yo soy” habla una mujer ya liberada de los lastres sociales. Dice (p. 227): “Me acusan de puta y sí, soy la puta, la puta coja, la puta bruja, la bruja puta. Me importa nada su opinión. Las ataduras del sexo no van conmigo, no me las creo, no me afectan. A lo que no das energía se seca. Así que por mí pueden decir lo que quieran porque yo soy la salvaje, la que monta a sus parejas, hombres y mujeres, la que lleva el ritmo, la que manda en la cama y en tu vida”.
Me gusta esta idea sobre la enseñanza (p. 269): “si aprendió a leer, a escribir y sacar cuentas, ya lo demás es puro relleno”, y este palpable conocimiento del lenguaje masculino; dice Daniel (p. 273): “Hasta para valer verga valgo verga”..
Pavimentan el barrio y para eso acaban con todo (p. 348): “Otra de las consecuencias de la anhelada pavimentación fue que la colonia entera se convirtió en un comal caliente al quedarse sin sus árboles, sin su tierra fresca y sin sus arbustos, pastos y flores silvestres”.
Vonne Lara es diseñadora, estudia filosofía y escribe ensayos. Su novela es una muestra de su conocimiento literario y humano. Hay que leerla.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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