Nueve mujeres, 2
Casa de citas/ 732
Nueve mujeres
(Segunda de tres partes)
Héctor Cortés Mandujano
Mi amiga Roxana López Carbajal ganó el Premio de Dramaturgia en el Concurso Dolores Castro 2024 con la obra Coyotes sedientos, que cuenta la niñez, la adolescencia, la juventud de dos personajes, Lucila y Tito, rodeados de violencia e incomprensión en un pueblo polvoriento de Chiapas.
La escritura ágil de Roxana va a la médula de la historia y sus personajes cuentan con crudeza sus cuitas. Dice Tito (p. 25): “Y así queda uno, partido por un rayo, viviendo con un putazo en la cara de por vida, con un letrero en el pecho que dice: No tengo padre”.
Las historias se cuentan con versiones varias que apuntalan a la ambición compartida de Tito (Palillo) y Lucila (Chila): irse. Él lo logra primero y cuenta al público (esta es una característica de la obra: hablar directamente a los espectadores, como si estuviera integrado por conocidos), p. 35: “Entré a estudiar a una prepa de la ciudad; la maestra me trata bien, eso sí, me hace trabajar como burro, para compensar los gastos que le genera mi estancia. Me siento solo, pero la música y las cartas de Chila me acompañan. Cada vez me llega una, las manda con la maestra”.
Lucila es testigo de cosas terribles en su casa y en el pueblo; su abuelo, que era su defensor, muere (p. 39): “Sin mi abuelito siento que me falta un brazo, una pierna”. Queda sola y Tito le aconseja defenderse (p. 39): “Ser una buena persona no significa dejarse pisotear por los demás”.
Chila descubre los secretos de la que suponía era su madre, quien la vende a un hombre viejo. Hasta ahí llega. Huye. Cuando ella ya no está, encuentran el cadáver de una muchacha (p. 49): “Su madre asegura que ese cuerpo es el de Chila. La llevamos a enterrar. La gente murmura. La gente habla. La gente mira. La gente opina. La gente no hace nada”.
En la gran ciudad, Chila no busca a Tito. Quizás nunca se encuentren.
Roxana es una dramaturga joven, con disciplina, talento y un trabajo que, con cada obra, es más sólido y más propositivo. Tiene un buen presente y un gran futuro.
***
En poesía, las ganadoras fueron Victoria Equihua, con Lengua de fuego, primer lugar, y Montserrath Campos Sánchez, mención honorífica, con Sísifo nunca supo qué era esa roca.
En Lengua de fuego habla la mujer que nació (p. 14) “el mismo día que un volcán”, el Paricutín, de Michoacán.
El poemario de Victoria Equihua recorre su vida (en la voz poética que cuenta la historia) y la de su familia. Habla de la abuela (p. 19): “Cada cierto tiempo dejaba salir los pájaros de las jaulas/ —Por accidente –decía/ Y yo iba por la calle viendo el cielo/ Esperando encontrarlos”.
Dice más adelante (p. 21): “Si el volcán fuera humano sería un hombre/ (Los hombres aquí están seguros que todo en la naturaleza sería hombre)”.
En el libro también aparecen los resultados de la guerra contra el narcotráfico, que ordenó el ex presidente Calderón (p. 33): “Veo en el noticiero los grandes campos de amapolas, yo quisiera correr entre ellas, ser una flor así de roja, veo cómo les prenden fuego a campos enteros, las amapolas están en llamas, no bailan con el viento, yo podría ser una de esas amapolas y mis amigas y mis vecinas y mi hermana.
“Así corremos en nuestros propios campos, como amapolas en llamas.”
Su padre las abandonó, sus tías se van del país, la abuela se enferma de cáncer (p. 45):”He pensado en el dinero casi desde los ocho/ Nunca alcanza”.
Ella, la de la voz, también se enferma, “algo que no debe estar allí, crece”, la operan (p. 54): “Quiero decir que también escribo poesía por si un día enfermo, no importa si es algo grave o no, escribo para los días de gripa, para el dolor de estómago, para una fractura, para un parto, para las enfermedades con nombres largos, para las perrillas en el ojo, para una cortada. Para sanar, para eso escribo”.
Algo aprende (p. 64): “No seré ya la misma/ Me ha quedado una cicatriz/ Un recordatorio de los pájaros perdidos/ De las jaulas abiertas”.
***
Sísifo nunca supo qué era esa roca, de Montserrat Campos Sánchez, mención honorífica, de evidente filiación griega (las tres partes se llaman Perséfone, Dánae y Oráculo) habla en sus primeros poemas de su genealogía y su infancia (p. 99): “Mi nombre son sílabas suicidas:/ Soy un monte en España. Una santa/ Mi madre eligió mi nombre al azar al igual que gestarme”.
Su oficio es una premonición (p. 102): “va a nacer un niño en el camposanto, se llamará Carlos/ y tendrá una hija poeta”. No podía escapar (p. 110): “La Literatura es mal de familia/ Mi padre muerto vino en el sueño y me dejó una herida/ Mi prima muerta vino en el sueño y me dejó un cuchillo”.
En la segunda parte ya deja la niñez y es una mujer (p. 116): “No quiero ser una mártir/ quiero el temblor de tu vientre en la cercanía de mi pelvis/ el lunar que inaugura tu boca/ Quiero tu boca abierta como un pico/ tu lengua que me guía hasta encontrar el oído donde gimo”.
Y más dice en “Adentro de tu auto todo está permitido” (p. 135): “Incluso el asiento del conductor se transforma en cama/ cuando la borrachera te encuentra kilómetros antes de llegar a tu casa/ También ha sido soporte para que nuestros cuerpos/ –sin nada de recato–/ hagan el amor como dos adolescentes […] adentro de tu auto casi todo está permitido/ menos exigir un orgasmo”.
En “Confesiones de una seguidora”, cuenta la poeta que sigue en TikTok a Walter Riso, quien da consejos de amor. Habla con él en el poema, le explica (p. 139): “¡Ay! Señor Riso/ cuántos likes quisiera que le dé/ para que por una vez acepte como yo/ que si estoy jodida a mitad de una calle que se quedó sin luz/ es porque la bonita de la cuadra/ se robó todos los focos”.
El que da título al poemario dice en sus versos finales (p. 144): “Sísifo, tú estás arriba de la colina/ mientras yo/ soy esa roca que no deja de caer”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com

No comments yet.