No estamos perdidos

Casa de citas/ 734

No estamos perdidos

Héctor Cortés Mandujano

 

Una antigua tradición talmúdica habla del mundo

como un libro que escribimos y en el que somos escritos

Alberto Manguel

 

En Curiosidad. Una historia natural (Almadía-Conaculta, 2015), de Alberto Manguel, traducido por Eduardo Hojman, se combinan las notas biográficas con la pasión por leer, proponiendo como vértebra de esta actividad la Divina comedia de Dante.

Opina sobre las diferencias entre leer y escribir. Leer es expandir, dice (p. 26): “Escribir, en cambio, es el arte de la renuncia. El escritor debe aceptar el hecho de que el texto final no será más que un borroso reflejo de la obra concebida en la mente, menos iluminador, menos sutil, menos conmovedor, menos preciso”.

La Odisea y la Ilíada, propone Manguel, existieron antes de la escritura (p. 69): “Antes de la primera crónica de viajes debe haber existido una Odisea de la que hoy no sabemos nada. Y antes del primer relato de guerra, algún poeta, para nosotros aún más lejano que Homero, habrá cantado su Ilíada. […] ningún relato puede ser verdaderamente original o único. Todos tienen una cualidad de déjà vu. El arte del relato, que parece no tener fin, en realidad no tiene principio”.

A Eva se le ha juzgado duramente desde que la Biblia la hizo nacer de la costilla de Adán (p. 71): “Separada de Adán, como si representara la sensación separada de la razón, a Eva se le niega, en el acto de la creación, la inocencia primordial de Adán, y por eso se convierte en instrumento de la caída de la humanidad”.

Son constante sus referencias a la lectura y la escritura, pues son ellos sus dos temas principales (p. 124): “Toda escritura es el arte de materializar el pensamiento”, pero (p. 128) “Nuestras almas románticas deben aceptar que los primeros textos escritos no fueron obras de poetas sino de contables; esa antigua tableta sumeria no guarda canciones de amor sino que enumera ventas de grano y ganado realizadas por granjeros convertidos en polvo hace milenios”.

Obedecer y no obedecer pueden llevarnos a descubrimientos capitales (p. 143): “Simpatizo tanto con la inclinación de Caperucita Roja de desviarse del camino señalado como con la decisión de Dorothy de seguir el camino de ladrillos amarillos”. A propósito de caminos, el del conocimiento es interminable (p. 160): “En el siglo XVII, cuando se le preguntó al rabí Levi Itzjak de Berdychiv por qué faltaba la primera página de cada uno de los tratados del Talmud babilónico, este respondió que era porque, por más páginas que lea el estudioso, nunca debe olvidar que aún no ha llegado a la primera. Esa tentadora página todavía nos espera”.

Une en una opinión religión, literatura y ciencia (p. 216): “Según Dante, el dogma cristiano decreta que después de nuestra muerte no recuperaremos nuestros cuerpos terrenales hasta el Juicio Final. Todos excepto los suicidas, ya que ‘no es justo recoger lo arrojado por antojos’. La ciencia nos enseña que el cuerpo humano comete una especie de suicidio periódico. Cada uno de nuestros órganos, cada uno de nuestros huesos, cada una de nuestras células muere y renace cada siete años”.

Patachún le pregunta a Alicia (en el país de las maravillas), al ver dormir al Rey Rojo qué está soñando. Alicia le responde que eso no puede saberse, y él le dice que con ella (p. 240): “¿Si dejase de soñar contigo, ¿dónde crees que estarías tú? […] No estarías en ninguna parte. ¡Tú no eres más que un objeto soñado por él!”.

Los apicultores aman a sus abejas. Platica Alberto con uno de ellos, el cura Domingo Jaca Cortejarena (pp. 247-248): “Fue él quien me dijo que, cuando un apicultor muere, alguien debe ir a decirle a las abejas que su cuidador se ha ido para siempre. Desde entonces siempre he deseado que, cuando yo muera, alguien haga lo mismo y les diga a mis libros que ya no volveré”.

Ilustración: Leonora Ventura

Me gusta la cita breve de Derek Walcott (p. 277): “Mi única patria es mi imaginación”. Y es simpática esta anécdota (p. 280): “Northrop Frye cuenta la historia de un amigo médico que, mientras viajaba en la tundra ártica con un guía inuit, quedó atrapado con él en una tempestad. En la helada oscuridad de ese páramo para él desconocido, el doctor gritó: ‘¡Estamos perdidos!’. El inuit lo miró pensativo y respondió: ‘No estamos perdidos. Estamos aquí’ ”.

Habla de Platón (p. 311): “Como ocurre con todos los diálogos de Platón, La República es una conversación desordenada sin ningún principio satisfactorio, ninguna conclusión obvia, descubriendo en el camino nuevas  formas de plantear viejas preguntas y, en ocasiones, atisbos de algunas respuestas”.

La edad impone al cuerpo sobre el pensamiento (pp. 450-451): “Ahora el placer me llega mayormente a través del acto de pensar, y los sueños y las ideas me parecen más ricos y más claros que nunca. La mente quiere independizarse, pero el viejo cuerpo, como un tirano depuesto, se niega a retirarse e insiste en recibir atenciones constantes, mordiendo, rascando, apretando, aullando o cayendo en un estado de embotamiento o agotamiento injustificado. Duele una pierna, hay un escalofrío en un hueso, una mano se agarrota, una molestia sorda y anónima me pincha en algún lugar de las entrañas, distrayéndome de los libros y de la conversación y hasta del pensamiento mismo”.

Dice Manguel (p. 454): “Desde que empecé a leer sé que pienso en citas y que escribo con lo que otros han escrito, y que no puedo tener otra ambición que mezclar y organizar”.

Cuenta que Borges pensaba escribir un cuento sobre una segunda parte de la Comedia de Dante (p. 478): “Borges nunca explicó cómo sería esa secuela, pero tal vez, en el segundo volumen de su peregrinaje, Dante regresa a la Tierra a morir y, como en un espejo de su obra maestra, su alma recorre el mundo de carne y hueso mientras conversa con sus contemporáneos”.

Una última cita de este magnífico libro (p. 509): “Tratamos de contarnos lo que pasó pero nuestras palabras siempre se quedan cortas, y aprendemos, después de muchos fracasos, que la mayor aproximación a una versión veraz de la realidad solo pueden encontrase en los relatos que nos inventamos. […] La mejor manera que tenemos de decir la verdad es mentir”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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