La mentalidad imperialista

“La ultraderecha perdió el miedo a partir de Trump”
Foto: Wikipedia
Cada vez que se escucha un discurso o intervención de Donald Trump, se manifiesta con claridad meridiana la mentalidad imperialista. Les viene de lejos a los círculos de poder de los Estados Unidos esa mentalidad imperialista. Una parte de la propia sociedad norteamericana está impregnada de la misma. Es una mentalidad arraigada desde que los famosos “peregrinos” desembarcaron en lo que es hoy territorio de los Estados Unidos e iniciaron una de las más terribles masacres en la historia de la humanidad. Tales padres peregrinos profesaban el calvinismo y veían al demonio en todos lados. Los padres peregrinos son parte de los mitos fundacionales de los Estados Unidos. Desde sus inicios coloniales del actual Estados Unidos, los invasores inventaron que se encontraban en la “tierra vacía”, negando la humanidad de los pueblos nativos. El arma al cinto, las pistolas y los rifles, se convirtieron en herramientas cotidianas en la ocupación territorial. El culto a las armas está arraigado en la sociedad norteamericana, porque así tejieron la ocupación colonial de territorios habitados por pueblos ancestrales cuyos sobrevivientes de esas masacres viven hoy en las llamadas reservaciones indias. Se autonombraron escogidos de Dios y del bien asociados a su convencimiento de que es su deber imponer su propia visión del mundo, su “american way of life” en el planeta entero. Más aún: afirman que es un mandato de Dios, nada más y nada menos. Sus billetes tienen la leyenda “In God we trust”, en Dios confiamos, porque lo conciben de aliado en todas sus fechorías. En aquellos días en que invadieron el medio oriente, el Presidente Bush desde la cubierta de un porta aviones proclamó la victoria del bien sobre el mal. Para esa mentalidad imperialista todo el mundo es una frontera en los términos que los planteó en el siglo XIX Federic Jackson Turner: el espacio para expandirse, “la tierra de nadie” hasta que no lleguen los escogidos de Dios. Es un discurso que se mantiene y funciona para apaciguar las conciencias mientras se cometen crímenes de lesa humanidad como las bombas atómicas en Nagasaki e Hiroshima, o las atrocidades cometidas en Vietnam. Hoy, Donald Trump proclama que se apoderará de Groenlandia y de Panamá, porque así lo decidieron los millonarios estadounidenses; al rato dirán que les pertenece todo el Caribe y lo inician cambiando el nombre del Golfo de México a Golfo de América proclamando que los Estados Unidos son América. El próximo embajador de Estados Unidos en México no perdió el tiempo y en su primer discurso dijo que tienen el derecho de intervenir si un ciudadano de los Estados Unidos sufre cualquier percance en suelo mexicano. Ese intervencionismo incluso lo inculcan y lo proclaman a través de sus series televisivas que muestran a un FBI como fuerza del bien en todos lados. De manera cínica, esas series, sobre todo la nombrada FBI-Internacional difunden la imagen del gendarme norteamericano sembrando justicia en todo el mundo. Dice Trump que Canadá debería ser ya el estado 51 de los Estados Unidos y llamó Gobernador al anterior Primer Ministro. Los canadienses se alebrestaron, se indignaron y les brotó el nacionalismo. Ciertamente es un pueblo con mentalidad imperialista, depredadora, extractivista (allí está la depredación minera en América Latina para demostrarlo), y sintieron en carne propia lo que ellos mismos practican con otros pueblos: la mentalidad imperialista. Desde los días y años de la Guerra Fría, el expansionismo norteamericano recibió respuestas. Y de hecho desde antes. Incluso el pueblo de México respondió combatiendo la invasión de 1848-1849, guerra de despojo, por la que nuestro país perdió la mitad del territorio nacional. En el contexto de la Guerra Fría, en los días en que gobernaba a la extinta Yugoeslavia el Mariscal Tito y bajo la influencia de Mahatma Gandhi, el 1 de septiembre de 1961, en Belgrado, se fundó el Movimiento de Países No Alineados. En esa fundación convergieron líderes como Jawaharial Nehru, Josip Broz Tito, Gamal Abdel Nasser y Kusno Sosrodihardjo (Sukarno). En 1966, en La Habana, Cuba, se celebró la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, conocida como La Tricontinental. Acudieron 500 delegados de 82 países, prácticamente todo el mundo colonial. Es quizá, en esta Conferencia, en la que radica el inicio de las teorías anti coloniales y antimperialistas que devinieron incluso en lo que hoy se nombra decolonialidad. Lo importante es que la lucha social en contra del imperialismo tendría, de allí en adelante, el eje central en las luchas de los pueblos de África, Asia y América Latina en contra del imperialismo. Habría que mencionar que en 1967, el propio Che Guevara (ya desde Bolivia) escribiría su “Mensaje a los Pueblos del Mundo” inspirado en La Tricontinental. Más todavía, un autor que nada tiene que ver con simpatías con las corrientes de izquierda, reconoce en La Tricontinental el punto de partida de los estudios poscoloniales (ver: Miguel Mellido, La crítica poscolonial. Descolonización, capitalismo y cosmopolitismo en los estudios poscoloniales, Argentina, Paidós, 2008). Por supuesto, un antecedente básico de las teorías de crítica al colonialismo se publicó en 1961 con el texto de Franz Fanon, Los Condenados de la Tierra (México, Fondo de Cultura Económica). Así, Donald Trump expone la mentalidad imperialista que confirma que el territorio fundamental de explotación del imperialismo contemporáneo abarca a los tres continentes: África, Asia y América Latina. Esto último es lo que señaló también el Che Guevara en su texto histórico ya citado. Y eso es lo que la situación del mundo actual muestra con claridad.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 15 de marzo, 2025

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