En el diálogo perpetuo con Victoria Novelo

Victoria Novelo Foto: comecso.com

Hace cinco años-el tiempo vuela-murió Victoria Novelo, un miércoles 22 de junio, en el poblado de Tepoztlán, estado de Morelos. Desde que nos conocimos en 1966 en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), fuimos amigos, camaradas, conjuntándonos con Pepe Lameiras, Brixi Boehm, Gastón Kerriou, Bolívar Hernández, Shoko Dodde. Fuimos la “Generación 1968” junto a tantos compañeros y compañeras de aquella ENAH de la década de los 1960. Revoloteando en el mar de papeles que uno va guardando en el transcurso de la vida, di con un texto escrito por Victoria Novelo en ocasión en la que presentó mi libro Los Años Estudiantiles en la Universidad Autónoma de Yucatán, en la Ciudad de Mérida, un 8 de septiembre de 2006, a catorce años antes de su muerte. Leí de nuevo el texto y rememoré esos diálogos constantes con Victoria Novelo, tan destacada en el ámbito de la antropología Latinoamericana y Caribeña. La primera línea del texto dice: “Cuando leí el libro de Andrés Fábregas me lo devoré de una sentada”. En esas fechas en que Viki leyó mi libro ya teníamos por lo menos 15 años de conocernos y de innumerables conversaciones acerca de la antropología, las ciencias sociales, el país. Sigo leyendo: “El libro, un relato autobiográfico, me encantó. Es sabroso, pícaro, profundo, tiene buena prosa, y lo que se agradece siempre, tiene sentido del humor. Es también provocador pues estimula la reflexión sobre lo preferible y deseable en la formación de los antropólogos mexicanos y desde luego dispara la inquietud por comparar la experiencia vivida por Andrés Fábregas con las posibles experiencias actuales.” Recordé que en su alocución pronunciada durante la ceremonia en que recibí el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Viki Novelo me llamó “La sabiduría sonriente”. El ingenio de Viky no conoció límites y usó el sentido del humor como herramienta para indagar, como parte de un proceso de investigación. Aún en situaciones muy tensas o difíciles, Viky supo encontrar el reposo de la palabra, el aliento, para seguir adelante. En su texto, confiesa: “Debo decirte Andrés, decirles a ustedes, que así como disfruté, también sufrí con su lectura. Como amiga del autor, como participe de algunos contextos del libro (la ENAH, el 68, algunos profesores, compañeros, directores, momentos políticos y académicos, preocupaciones y esperanzas), como cómplices también de varias aventuras que se narran en el libro y otras que no aparecen, casi todo lo escrito me llega al alma.” Y es que con Viky Novelo no sólo platicamos sino examinamos el estado de nuestra disciplina, la antropología, el por qué de haberla convertido en una parte tan importante de nuestra vida. El ser antropólogo, dijimos muchas veces, es también una Cultura, una forma de vivir, porque es también una visión del mundo. Y esa elaboración por la que pasamos tantos jóvenes en aquella década de los 1960, en el ámbito del aula universitaria, es a lo que Viky se refiere cuando continúa su texto: “Si tuviera que caracterizar en unas cuantas líneas el libro que hoy presentamos, diría que es la etnografía de cómo una persona se va construyendo como antropólogo, comprendiéndole y dándoles un sentido a la disciplina que escogió como su oficio en la vida, tejiendo los contextos sociales, personales y del ambiente académico que le tocó vivir en esos años”. Me viene a la memoria el hecho de que los antropólogos y antropólogas no son dados a escribir sus memorias y habría que discutir por qué. Gonzalo Aguirre Beltrán es una excepción con su libro El pensar y el quehacer de la antropología en México (1994) y podría citarse también la serie de extensas entrevistas que concedió Ángel Palerm a Marisol Alonso en 1979, recopiladas y editadas por Ricardo Téllez Girón y Luis Vázquez León, con el título de Palerm en sus propias palabras (2013). En efecto, esas conversaciones de Palerm son un documento de gran valor no sólo para conocer la trayectoria intelectual de una figura como Ángel Palerm, sino los contextos de una España desgarrada por la traición y la guerra, las movilidades en el reparto del mundo en el ámbito de la “Guerra Fría” y hasta anécdotas que tienen relación con el asesinato de Trosky en México. Esas entrevistas a Ángel Palerm formaron parte de un Proyecto de Investigación coordinado por María de la Soledad Alonso (Marisol) en el INAH, y, espero, están depositadas en el “Archivo de la Palabra” del propio Instituto Nacional de Antropología e Historia. El texto de Viky Novelo me sigue conmoviendo. Me remueve los recuerdos: “No voy a hablar con nostalgia, aunque la tentación es grande. Es indudable que los treinta años transcurridos desde la terminación de los años estudiantiles de Andrés, cambiaron el país en muchos aspectos, como también cambiaron las regiones con las que los científicos sociales mexicanos mantenían relaciones académicas, por ejemplo, se ha agregado España a los tradicionales EUA y Francia y Sudamérica ha perdido algo de importancia. Como en todo, hay cambios afortunados y otros no tanto” Y con su fino sentido del humor, agrega Viky: “Muchas características supuestamente inamovibles del sistema político mexicano caducaron, aunque quedan muchas; para ejemplificar con un símbolo, Fidel Velázquez que pensamos que era inmortal finalmente fue sepultado en su tumba.” En otra parte de su texto, Viky menciona una larga conversación que sostuvimos en Colima, en donde residió, fundó y dirigió el Centro Nacional de Capacitación para Artesanos. Fue una mañana, mientras visitaba a Viky, sentados en la cafetería de la Universidad de Colima, rodeados de jóvenes que charlaban y reían, conversamos acerca de los cambios que nos tocó ver y los que venían: “Las tecnologías de información, abrieron igualmente grandes posibilidades (de eso hablamos Andrés y yo en Colima cuando nos quedó claro que nuestra generación ha pasado por tres etapas tecnológicas, del telex al e-mail, y a casi todas nos hemos adaptado).” Algún tiempo después de esa conversación, acompañé a Viky a Colima, cuando ya ella residía en el añorado D.F, para recibir el reconocimiento de los Artesanos por su incansable labor a favor de ellos. Fue una ceremonia espléndida que Viki, junto con Andrés-su hijo y su nuera-y yo mismo, disfrutamos largo. El texto de Viki se extiende en 10 cuartillas a 1,5 espacio. Termina proponiendo: “Yo pensaría en hacer seminarios de actualización con profesores de varias generaciones que puedan conversar largamente con los estudiantes sobre los trabajos que han hecho en su vida profesional.” Y firma en Mérida, Yucatán, el 8 de septiembre de 2006.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 22 de marzo, 2025

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