Paquita

Paquita la del Barrio
Foto: IMCINE
Si en algo nos caracterizamos musicalmente los/as mexicanos es en el amor y desamor. Nos encanta regodearnos en esa dialéctica tan desgastante, pero muy atractiva en los nuestros rincones emocionales. En cualquier fiesta, después de alzar las copas para los brindis, inevitablemente nos aprestamos a bajar, sin la mesura o el más mínimo tacto, a ese retorcido espacio de los desencuentros amorosos. Lloran nuestras almas, y lo disfrutamos. Sufren los corazones y así los cicatrizamos. Pobres de nosotros, inmundos mortales que no entendemos la felicidad sin el desamor.
Como pocas veces se ha visto, Paquita la del Barrio triunfó, porque entendió esa catarsis nacional como nadie.
Metafóricamente, junto a la Leona Dormida, Lupita D´Alessio, las primeras punks feministas de la balada romántica, desaforaron al amor convencional, del que creyeron ciegamente según su narrativa musical, y se vengaron destruyendo poquito a poco esa hombría de bigote, pistola y sombrero, a base de estrofas adulteradas por el engaño y el desdén afectivo. El insulto prosaico hecho verdad, simplemente porque sí, y porque los hombres nos parecemos más esas ratas inmundas que no merecen más que desprecio.
En su erotismo de cantina, las canciones de Paquita, la del Barrio bajo, la dura, la borracha de tragos rudos, la gordita con cara de querubín que puede enfrentarse a los machos, hizo de la cultura popular su refugio, su espacio, la sala de reina de cabaret donde a base de chingadazos sonoros, marcó para siempre una nueva libertad femenina, perdida en los abismos del mariachi, para poder decir lo que ellas quisieran a quienes no cabemos en sus moldes.
Rara afición la nuestra, la que en la balada mexicana explota sin saciedad, las guerras entre sexos y géneros que luego se convierten en himnos y en infaltables tonadas para ser gritadas con la rabia contenida en una sociedad reprimida. Así pasó con esta mujer, “la del barrio”, como tenía que ser, la de los márgenes. La más valiente de todas; sin la turbación de una fémina mexicana escondida en esta cultura nuestra tan bellaca cuando se trata de exaltar valores anquilosados.
Una mujer que de por sí no reunía las características modélicas de las mujeres aguerridas en la balada mexicana: con sobrepeso, pinta de mosca muerta, con vestidos de cortina barata, con estética de güera de rancho, pero con tremendo poder para atacar a cualquier espécimen masculino frente suyo. Una reina, sin duda.
Porque Paquita fue una reina, oh sí. Le debemos mucho todos y todas. Aparte de que fue una moldeadora de la cultura popular musical de nuestro tiempo (al lado de otros grandes como Juanga y José José), su voz infaltable en cualquier celebración preciada de sentimiento festivo, nos recordará siempre nuestro lugar en la tradición musical mexicana. Dice Ana Laura que en el cielo se está organizando el aquelarre pachanguero más tremendo de todos, con las nuevas invitadas de lujo, Tongolele y Paquita la del Barrio, quien con un tequila bien servido nos estará diciendo con su triste, pero socarrona mirada, “ay se ven pinches inútiles”.

No comments yet.