Hacer planes

Ach´jabil/ año nuevo maya. Tex López – 2020. Cortesía: Agroart / IICA

 

El nuevo año es para muchas personas el momento de hacer planes, de tener propósitos para llevarse a cabo en el inicio de una temporalidad renovada, al menos en el calendario que marca nuestras vidas laborales y personales. Dejar de fumar, hacer ejercicio de manera constante o bajar de peso, por ejemplo, son objetivos reiterados y expresados con un cierto entusiasmo.

Sobre la idea de efectuar planes Kate Morgan publicó, en el mes de agosto de 2020 y cuando la pandemia de Covid-19 estaba causando estragos en vidas humanas, un artículo en BBC News titulado “Por qué hacer planes (incluso sin la certeza de cumplirlos) te ayuda a controlar el estrés por la pandemia” (https://www.bbc.com/mundo/vert-cap-53702190). Apoyada en explicaciones de psicólogas señaló, y lo expreso en forma resumida, que la incertidumbre causada por la entonces incontrolada enfermedad imposibilitaba vislumbrar el futuro y efectuar unos mínimos planes, aunque estos fueran muy cercanos. La conclusión de esta realidad, que vivimos todas y todos en los años 2020 y 2021, es que la planificación, la realización de planes resulta positiva para combatir problemas de salud mental como la ansiedad, el estrés y la depresión. Es decir, vislumbrar acciones de futuro, aunque no se cumplan a cabalidad, es señalado como positivo para nuestra vida personal.

No cabe duda que para quienes están, o estamos, acostumbrados a realizar planes de futuro esa forma de planificación no resulta extraña, y con seguridad funciona para muchas actividades personales y, en concreto, las vinculadas con el desempeño laboral. De hecho, en muchos trabajos nos piden definir ese futuro en forma de planes de trabajo con sus respectivas metas. Ahora bien, tener el hábito de efectuar planes, por muy positiva que resulte para la salud mental y, también, para lograr objetivos de todo tipo no significa que la incertidumbre portada por la propia vida deba ser considerada como negativa. Me explico. Realizar planes, no cabe duda, permite vislumbrar un futuro real o posible, pero, a la vez, condena a seguir un guion demasiado estricto cuando existen circunstancias que pueden modificarlo. Igualmente, el propio transcurrir de la vida cotidiana conduce a enfrentar realidades imprevistas que abren nuevos caminos laborales y personales. Unas realidades que no necesariamente son negativas en sus consecuencias. Es decir, tomar lo que se nos presenta en un momento determinado y abandonar planes no tiene por qué ser algo criticable, sino una forma de creación en nuestro propio devenir vital.

Para quien hace planes, sea cuando inicia el año o en cualquier momento de nuestra vida personal y laboral, el llevarlos a cabo es un hecho satisfactorio. Ahora bien, ceñirse absolutamente a ellos, sin tener la capacidad de modificarlos, también puede convertirse en una imposición propia que nos niega la improvisación y la posibilidad creativa e inventiva que tiene la incertidumbre. Así que, no dudo que hacer planes de futuro es un antídoto para evitar depresiones y ansiedades cotidianas, pero ello no debería convertirse en una tiranía personal y cerrada a cualquier novedoso e impredecible presente.

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