El orden de la selva

Casa de citas/ 727

El orden de la selva

Héctor Cortés Mandujano

 

Mi querida amiga Nedda G. de Anhalt me envía de regalo su nuevo libro: En el aire (Editorial Ariadna, 2023), una novela que cuenta con mucha gracia las vidas (de niñas a adultas) de Clara y Maruja, cuyo vuelo a Estados Unidos de América, como premio de un concurso escolar, define de algún modo sus destinos: Clara decide ser sobrecargo (vivir en el aire) y Maru, no volver a volar jamás.

Clara viaja a muchas partes del mundo y Maru se vuelve maestra y se casa con alguien que se dedica a lo mismo. La novela, en su primera parte, la cuenta en primera persona Clara. Cuando de adolescentes van a un baile aprende, dice, dos cosas (p. 18): “La primera es que a los muchachos no les interesa si bailas bien o no. A la hora del abrazo, lo que les importa es que los senos estén crecidos. […] La otra cosa es que los muchachos dan suma importancia al tamaño de su pene”. Tan es así que hacen una competencia (p. 19): “Andrés, Esteban, Vicente, José y Bernardo eran los cinco contendientes. En el papel de juez entró al baño uno que no conocía llevando en la mano varias reglas que las niñas le habían conseguido. […] Desafortunadamente, esa noche no supimos quién fue el ganador ni cuáles fueron sus medidas. […] Además, aquello iba para largo porque lucía un empate, necesitaban más testigos y todos estaban peleando por entrar al baño”.

Clara va al África, con un grupo de turistas (p. 102): “Era fascinante ver cómo comían los animales. El primero es el león que está tirado como un pachá esperando que le lleven el pedazo de carne de la víctima que han matado las leonas encargadas de hacerlo. Después del rey de la selva, los segundos en comer son los cachorros; las terceras, las leonas y por último todos los demás animales que muy disciplinados esperan su turno. Esto tira por completo el prejuicio de que en la selva no existe el orden”.

 

***

 

¿Crees que la física cuántica tiene la respuesta?

Es decir, ¿de qué me sirve que el tiempo y el espacio sean lo mismo?

Woody Allen,

en Anything Else

 

Leo El principio de incertidumbre. Heisenberg. ¿Existe el mundo cuando no lo miras? (RBA Coleccionables, 2023), de Jesús Navarro Faus que es, al mismo tiempo, biografía, contexto, descubrimientos, historia.

Aunque hizo aportes a la física clásica, el nombre de Werner Karl Heisenberg (1901-1976) está ligado a la mecánica cuántica, cuya aplicación derivó en el invento y funcionamiento de (p. 10) “ordenadores, teléfonos móviles, lectores de DVD […] se estima que el 30% del producto interno bruto de Estados Unidos está relacionado con aplicaciones de la mecánica cuántica”.

Ilustración: HCM

El principio de incertidumbre, que publica en 1927 (p. 13), “consagra la relación entre el observador y lo observado en el ámbito cuántico”, es decir, en lo que es pequeñísimo y no deja de moverse. La física clásica sólo tiene aplicaciones con lo enorme, lo grande y allí las mediciones no tienen mayores variaciones; en el caso de la mecánica cuántica, que observa electrones, por ejemplo, es que (p. 97) “la posición y el momento de un electrón no se pueden medir simultáneamente con precisión arbitraria”; y más, dice Heisenberg (pp. 97-98): “la incertidumbre en nuestra observación no resulta exclusivamente de la presencia de discontinuidades, sino que está directamente relacionada con el requerimiento de adscribir igual validez a experimentos muy diferentes”.

En una conversación con el historiador T. S. Kuhn, en 1963, dijo Heisenberg (p. 36): “Como regla general, diría que solo se aprende en las clases donde se plantean problemas. Es esencial que los estudiantes intenten resolver problemas. […] Limitarse a escuchar sirve de bien poco”.

En un monolito en la isla alemana de Helgoland hay una inscripción que dice (p. 85): “En junio de 1925, Werner Heisenberg, a los veintitrés años, consiguió aquí el gran avance en la formulación de la mecánica cuántica, la teoría básica de las leyes de la naturaleza a escala atómica, lo que ha influido en el pensamiento humano más allá de la física”.

Todo el mundo creía en la precisión de cualquier medida, siempre que se hiciera con los instrumentos ideales; Heisenberg dijo (p. 101): “En la formulación de la ley de la causalidad ‘Si conocemos el presente precisamente podemos predecir el futuro’, lo que es falso no es la conclusión, sino la premisa. No podemos conocer el presente con todo detalle, ni siquiera en principio”.

En 1929 (p. 102), “Heisenberg publicó Los principios metafísicos de la mecánica cuántica”; en el prólogo dijo que “su objetivo era contribuir a difundir el ‘espíritu de Copenhague de la teoría cuántica […] el espíritu de Copenhague era Born, evidentemente”, pues la interpretación de la mecánica cuántica “fue fundamentalmente obra de Born”. Max Born fue maestro, jefe e impulsor de Heisenberg.

Con la llegada del nazismo, Einstein, que estaba en estados Unidos, dijo que no volvería a Alemania mientras estuviera gobernada por los nazis. Born se fue. Heisenberg se quedó.

Heisenberg ganó el Premio Nobel de Física de 1932 (se lo entregaron un año después) y escribió a Born (p. 128): “[…] El hecho de yo solo reciba el premio Nobel […] me deprime y no sé qué escribirle. […] yo mismo no puedo hacer más que agradecerle de nuevo su preciosa colaboración y sentirme un poco avergonzado”.

No la tuvo fácil Heisenberg en la Alemania nazi: lo investigaron, lo acusaron de traidor, lo reclutaron (p. 133) “para participar en el desarrollo del programa nuclear alemán”. Intentaron ganar la carrera de la bomba, pero EUA y los aliados lo lograron antes. Estuvieron a punto, los aliados, de (p. 154) raptar o asesinar a Heisenberg.

Al terminar la guerra siguió en su país para trabajar (p. 155) “en la recuperación y normalización de la ciencia alemana”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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