Don Pepe Casab y el Ali Babar

Pepe Casab y el Ali Babar

El jueves 9 de enero mis redes sociales se inundaron con la noticia del fallecimiento de don Pepe Casab, cariñosamente conocido como don Pepe o Harry el Sucio. Una impactante noticia que por esperada, porque la edad no perdona a nadie, me sorprendió en mi actual residencia lejos de Chiapas. Lejanía que no ha impedido que cada vez que visito Chiapas, por motivos personales o laborales, vaya al centro botanero que, por más de treinta años, me ha acompañado en mi vivir tuxtleco.

Desde el siglo pasado, don Pepe te recibía en la puerta de su negocio con afabilidad, o se sentaba a departir en las mesas con amigos o a practicar la grilla política en la que el Ali Babar ha sido un templo. Comensales de distinta condición económica y social: funcionarios, políticos, intelectuales y cualquier chiapaneco, porque también muchos sancristobalenses y comitecos, por solo mencionar dos orígenes, eran devotos de sus botanas.

El querido amigo Sarelly Martínez mencionó que el Ali Babar está situado en un “galerón sin ningún atractivo arquitectónico”, una realidad compensada por la originalidad de su botana y el esmerado servicio de los meseros, algunos de ellos con larga trayectoria laboral en el establecimiento; aunque en los últimos meses eché de menos a Juan, el Chino. En lo personal he disfrutado ahí de la compañía de amigos y amigas, algunos ya ausentes como son los recordados Sofía Santamaría, Ricardo García Robles y Leticia Tello, y lo sigo haciendo cada vez que voy a Chiapas porque he compartido en ese espacio alegrías y tristezas pero, sobre todo, se ha convertido en parte de mi experiencia vital en suelo chiapaneco. Incluso en alguna de las mesas del Ali Babar asesoré a dos estudiantes de Maestría, en un principio sorprendidas dado el puritanismo académico de los últimos tiempos que, al menos en apariencia, rehúye de cualquier espacio considerado vergonzoso para el intelecto. Cabe decir que ambas se titularon como la segunda y tercera de su generación de un grupo superior a las 15 personas.

Amigos y colegas, desde que llegué a Chiapas, me ayudaron a reconocer las formas de comensalidad tuxtleca, imposibles de sentir si no transitas por las cantinas, por los botaneros de la ciudad. Don Pepe, acompañado por su esposa yucateca, supo entender esa realidad y dotó a su negocio de uno de los aspectos fundamentales para la mencionada comensalidad, como lo son la buena comida y bebida, además del espacio adecuado para la plática distendida.

Don Pepe, tras los conflictos de nuestro vecino del norte con el mundo árabe, no solía hablar de su procedencia irakí, pero en la escasa comida que ingería en su negocio se observaba su origen geográfico. Un origen que compartía, al menos como vinculación sanguínea, con su sobrino y exgobernador de Oaxaca, José Murat Casab.

En la zona botanera de la capital chiapaneca donde se encuentra el Ali Babar desapareció, hace pocos años, una cantina histórico como lo era “La Casita de Ladrillo”, donde su propietaria, doña Miroslava, se cansó de los esfuerzos personales representados por la preparación de unas botanas que, distintas a las servidas en la cantina de don Pepe, eran otro brindis al paladar de los comensales. La continuidad del negocio iniciado por don Pepe parece asegurada con la presencia de su hija y nieto al frente del Ali Babar, una buena noticia ya que muchas cantinas históricas desaparecen, o son modificadas para atender los nuevos gustos culinarios de las jóvenes generaciones y que también prefieren, en detrimento de la buena plática, los estruendos de ritmos musicales exasperantes.

Se extrañará saludar a don Pepe en la puerta del Ali Babar, además de la plática compartiendo el cenicero que, como fumador empedernido, lo acompañaba y necesitamos quienes nos resistimos a abandonar el cigarro. La partida de don Pepe pone en marcha la memoria, por ello la nostalgia me ha acompañado al escribir este texto, uno nostalgia que se siente cuando referencias vitales nos dejan para darnos cuenta que el tiempo, irrefrenable, pauta nuestro vivir cotidiano. Lo bueno es que permanecerán las botanas, alimento del cuerpo, pero también del alma.

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