Dejar que suceda
A nuestra querida Chilis, integrante de la banda peluda.
Gracias por tanto.
Esa tarde de invierno Bernarda se colocó sus gafas para intentar leer uno de los tantos libros que tenía en espera, lo primero que saltó a su vista fue un pequeño separador de la librería Gandhi con la frase: Hace mucho que no veía la luz. Intentó hacer un esfuerzo para recordar cuántos días o, más bien, semanas tenía en espera el libro. Respiró profundo. Cerró los ojos.
Empezó por hacer una recopilación de cómo se sentía su corazón, sin duda lo sabía, había muchas emociones, nostalgias de fin de año, pero sobre todo el dolor que invade no solo el corazón sino todo el cuerpo cuando un ser querido trasciende del mundo físico. Bernarda tenía más de un duelo, el de su ser querido; el de otros seres que formaban parte de su día a día como los árboles que rodeaban el pequeño parque cercano a casa, que habían sido derribados por la construcción de un edificio y además, el duelo que dejan las ausencias cuando las amistades simplemente se alejan.
A medida que iba haciendo el recordatorio sintió cómo su corazón se estremecía, respiró profundo más de una vez, no puedo evitar que sus ojos se llenaran de agua. Le costaba mucho soltar que un ser querido partiera de su vida. Recordó las charlas que había tenido con amistades, con su terapeuta y en algunos conversatorios que había visto de manera virtual. De eso había retomado una frase que le hacía sentido y le costaba poner en práctica, ‘dejar que suceda’.
Continuó respirando despacio, hasta ser más consciente de su respiración. Nuevamente se observó. Alcanzó a percibir que estaba más tranquila. Desde su corazón fue agradeciendo a cada ser querido por todo lo que habían compartido. El proceso no fue sencillo. Vinieron a su mente muchos recuerdos. Los recibió uno a uno, como una especie de película que pasaba frente a ella. Sintió cómo fue percibiendo una sensación grata en su corazón. El dolor no se había ido del todo, sin embargo, la gratitud estaba presente. Bernarda alcanzó a identificar en esa gratitud como una especie de bálsamo, en su corazón, en su alma. Dibujó en su rostro una leve sonrisa y puso las manos sobre su pecho. Permaneció así algunos minutos.
Una ráfaga de aire frío que se coló por la ventana que daba a su cuarto la hizo volver al presente. Abrió los ojos lentamente. Se descubrió con el libro entre las manos, Meditaciones para una vida plena, era el título, del autor Constancio J. Gribaudo. Había tomado el libro sin fijarse en el título, recordó la frase dejar que suceda.Buscó en el índice, sin dudarlo, eligió Meditación para superar las pérdidas, se fue a la página 141, “El duelo emocional es un proceso de adaptación que nos permite restablecer el equilibro personal que ha quedado alterado por una pérdida…”.
Bernarda continúo con la lectura. Afuera, en un par de calles aledañas a su vivienda la música estaba en su apogeo, contaré la historia de una famosa persona, todas la conocen con el apodo de chona…
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