Crónica de la toma de protesta de ERA
La toma de protesta de Eduardo Ramírez Aguilar es una fiesta. Hay música de banda, batucada y aplausos, muchos aplausos y deseos de transformación.
Aunque la invitación es para las diez de la mañana, desde las ocho han llegado contingentes de todo el estado. Los presidentes municipales traen a sus seguidores, corean, buscan hacerse notar. Debe haber cuatro mil personas afuera y otras cuatro mil adentro del Polifórum Chiapas.
Poco después de las diez, el recinto está lleno. Ya no hay lugares vacíos. La secretaria de Gobierno, Paty Conde, quizá para tener mejor visibilidad, se instala en la planta de arriba; lo mismo hacen el secretario de Educación, Roger Mandujano, y la secretaria de la Igualdad y Equidad de Género, Dulce Rodríguez.
Yo estoy apretujado, cargando el brazo de un gordo que no cabe en su minúscula silla. Un amigo me hace llevadero el tiempo de espera, también las imágenes que se proyectan en el escenario, con jaguares diseñados con inteligencia artificial: hay miles de jaguares con los ojos relampagueantes. A los lados de la pantalla principal, están las máscaras del rey Pakal y de la reina Roja. “Cien por ciento de Chiapas, cien por ciento jaguar, cien por ciento del pueblo”, se escucha el estribillo de una canción.
10:33. Aparece el avatar de ERA, un avatar multilingüe capaz de hablar en inglés, tzotzil, tzeltal, que atenderá dudas de los internautas.
10:39. Inicia la sesión con pase de lista de los legisladores. Ahí está Brito, el diputado viral, por no sé qué asunto de desavenencias.
11:09. Llega Eduardo Ramírez Aguilar y los aplausos lo acompañan en el trayecto de saludos, de abrazos, de besos, de apapachos y de deseos de éxitos. Se escucha otra canción: “Soy jaguar y esa tierra es mi hogar”. Aplausos, más aplausos, y voces de “¡gobernador, gobernador!”.
11:23. Por fin llega al estrado. Saluda con su brazo en alto. Se entona el Himno Nacional.
11:27. Toma de protesta.
A las once y media, como estaba programado en el orden del día, inicia su mensaje: “Llego puntual a la cita con mi destino”, dice. Saluda después a los gobernadores invitados, a los diputados, a los senadores. Pablo Salazar es el ganador del aplausómetro; Pepe Cruz, el de las rechiflas.
Empieza su discurso, casi al cuarto para las doce. Improvisa entresacando pedazos de la historia, de la cultura mije-zoque que pobló estas tierras hace más de tres mil años; de la reina Roja, y la participación de mujeres guerreras y gobernantes en la civilización maya; de los bravos Chiapas que se enfrentaron a los conquistadores, de la rebelión indígena de Cancuc en 1712, de la decisión de los chiapanecos de “ser mexicanos por convicción propia” y también del reconocimiento al estado por ser pionero en el derecho al voto de las mujeres en 1925, 30 años antes de que sucediera en el nivel nacional. Se pronuncia por una agenda progresista de las minorías.
Habla de Rosario Castellanos y sus deseos de encontrar la palabra común para entendernos en un Chiapas pluricultural; del Congreso Indígena que propició al zapatismo, y hasta lee el famoso discurso del subcomandante Marcos “¿Por qué nos olvidó la patria?”.
Llega a los tiempos actuales y la tarea urgente de restablecer la seguridad. “La Paz va a volver a reinar en nuestros caminos. Cuento con la experiencia y también con la valentía de asumir esta responsabilidad”, dice con voz firme y los asistentes aplauden. Es el mayor aplauso, y él reitera: “Vamos con todo. No tenemos miedo”. Promete que no habrá impunidad, que erradicará la extorsión y el cobro de derecho de piso.
Su gabinete de seguridad, aclara, está a prueba; dice que cambiará a todos los mandos de la policía y que se creará una fuerza de reacción inmediata, la cual tendrá como nombre Pakal, con efectivos con buenos salarios, con becas para sus hijos y casas proporcionadas por el Estado.
Todos saben que la mayor preocupación en Chiapas está en la seguridad. Después, viene lo demás: la construcción de carreteras, como la autopista San Cristóbal- Palenque, la reforestación y la cruzada de alfabetización, en donde debe izarse la bandera blanca para 500 mil chiapanecos que no saben leer.
No quiere a servidores públicos, dice, sino a servidores del pueblo; no ignora que el poder, este que se le ha conferido a él y a su equipo de trabajo, tiene fecha de caducidad, y así lo reitera.
Agradece a su esposa Sofía y a sus hijas Jazmín, Renata y Grecia. A su madre, doña Nati, le dice que se sienta tranquila, que ha cumplido con ella misma y con la vida.
Ser gobernador, dice al final de su mensaje, no es un pasatiempo, sino un trabajo, y de tiempo completo: “No quiero pasar a la historia, quiero escribirla”, y que en esa cita puntual con su destino, llega con mejor empaque y más preparación.
Pide, como hombre de fe, sabiduría para tomar las mejores soluciones: “Que inicie la nueva era. Chiapas puede. Viva Chiapas. A trabajar se ha dicho”.
Son las 12:35. Su mensaje ha durado 66 minutos. Al frente tiene tres millones 153 mil minutos para cumplir con sus propósitos del encargo, que enfatiza, ha sido la mayor aspiración de su vida.
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