Arte y artistas, 1

Casa de citas/ 720

Arte y artistas

Héctor Cortés Mandujano

(Primera de dos partes)

 

Todos los accidentes de nuestra vida son materiales

de los que podemos hacer lo que queramos; todas las cosas

son eslabones de una cadena infinita

Novalis,

citado por Arnold Hauser

 

Ya comenté el volumen uno en una Casa de citas anterior. Ahora hablaré del volumen dos de la Historia social de la literatura y el arte. Desde el Rococó hasta la época del cine (Debate, 1988), de Arnold Hauser.

Habla del siglo XVIII (p. 18): “La burguesía se apoderó paulatinamente de todos los medios de cultura; no sólo escribía los libros, sino que los leía también, y no sólo pintaba los cuadros, sino que también los adquiría. En el siglo precedente formaba todavía un aparte relativamente modesta del público interesado en el arte y en la lectura, pero ahora constituye la clase culta por excelencia y se convierte en la auténtica mantenedora de la cultura”.

Toca el tema del amor (pp. 32-33): “Es ahora cuando el tema amoroso en la novela, lo mismo que en el drama, se convierte en motor de la acción y sigue siéndolo durante más de tres siglos. La literatura épica y dramática es desde el Barroco fundamentalmente poesía amorosa; sólo en los últimos tiempos han sido perceptibles ciertos signos de un cambio”.

El amor no funciona igual con los hombres que con las mujeres, sugiere la literatura. Es (pp. 35-36) “humillante y vergonzosa” la situación “del enamoramiento para un hombre. El amor es otra vez una desgracia, una enfermedad, una afrenta, como antaño en los poetas latinos” y “comienza la excomunión del desbordado y desbordante amor pasional que amenaza el orden social existente, y surge una literatura que conduce finalmente a La dama de las camelias y a nuestras películas con Greta Garbo”, es decir, muerta la prenda del amor, el orden regresa (en la versión cinematográfica de Mujercitas, 2019, dirigida por Greta Gerwig, dice el dueño del periódico a la joven escritora. “Si la protagonista del cuento es mujer, necesito que esté casada o muerta al final”).

El rococó no es un arte regio como el Barroco (p. 38), “sino un arte de la aristocracia y de la alta clase media. Los patronos privados desplazan a los reyes y a las ciudades de la actividad constructora, y en vez de castillos y palacios se construyen hôtels y petites maisons. […] Es un arte decorativo virtuosista, picante, delicado, nervioso, que sustituye al Barroco macizo, estatuario y realistamente espacioso”. Y más (p. 241): “El rococó desarrolla una forma extrema de ‘el arte por el arte’ ”.

En Inglaterra se forma (pp. 50-51) “un nuevo y regular público lector, lo que significa un círculo relativamente amplio que compra y lee libros de manera regular y asegura de este modo a un cierto número de escritores una forma de vida independiente de obligaciones personales”.

En un principio los libros (siglo XVII) era de (p. 52) “edificación religiosa”; hacia fin de siglo (p. 53) “la lectura es ya una necesidad vital para las clases superiores” y la posesión de libros, las bibliotecas personales, comienzan a ser naturales. “De los medios culturales que hacen crecer el nuevo público lector, los más importantes –la gran invención de la época– son los periódicos”.

Ilustración: Jacobo Herrera Cortés

El siglo XVIII conoce al nuevo tipo de escritor; ya no es un gentleman, sino que (p. 59) “adquiere hábitos desordenados, se hace indigno de confianza” y prefigura lo que serán los “modernos bohemios”, aunque todavía no viven del producto de sus obras (p. 61) “sino de pensiones, prebendas y sinecuras” que no están ligadas necesariamente a la calidad de sus escritos, aunque ya se empieza a asomar la definición de genio. Dice Lavater (p. 130): “El genio tiene presentimientos; es decir, su sentimiento va por delante de su observación. El genio no observa. Ve, siente”.

Aunque Goethe ahora es el autor alemán más universal de su época, Hauser dice que (p. 137) “era el poeta menos popular de todos. Su fama se extendió durante su vida solamente a un limitado estrato culto, e incluso después de su muerte sus escritos no fueron leídos más que por la intelectualidad”.

Hassenfratz, en 1793, formuló una teoría estética (p. 161): “Todo el talento del artista reside en su corazón; lo que lleva a cabo con sus manos no tiene importancia”. Pero eso no significa, como se ha dicho, que sean profetas, porque (p. 166) “el arte va con relación a su tiempo atrasado tantas veces como adelantado”.

La Revolución, dice Hauser en el final de este capítulo (“Rococó, clasicismo y romanticismo”) no ayudó a los artistas (p. 177): “les arrebató sus compradores más ricos y más competentes”; apoyaron la Revolución “porque se sentían humillados y explotados por el antiguo régimen, en el que habitualmente habían sido considerados como criados de sus señores”.

 

En la presentación del capítulo “La generación de 1830” dice el autor (p. 247): “De las obras antiguas estamos separados por un abismo insalvable; su comprensión exige una actitud especial, un esfuerzo especial, y su interpretación está siempre expuesta al peligro de la falsa comprensión y de la falsificación”.

Los escritores a veces tienen más puestos los pies en la imaginación que en la realidad. Henrik Ibsen escribió, entre varias otras maravillas para el teatro, una obra cuya heroína es Eugenia Grandet. Cuenta Hauser una anécdota sobre él (pp. 302-303): “Hay un sinnúmero extraordinario de anécdotas como las de Ibsen referentes a la relación de Balzac con sus personajes. La más conocida es el incidente con Jules Sandeau, quien le hablaba de su hermana enferma, y al que interrumpió con estas palabras: ‘Todo eso está muy bien, pero volvamos a la realidad: ¿con quién casamos a Eugenia Grandet?’ ”.

La inspiración hay que buscarla. Flauber escribe en 1853 a Louise Colet (p. 329): “Hace tres días que doy vueltas en torno a mis muebles para ver si se me ocurre algo”. Dumas decía que (p. 344) “una obra debe comenzarse por su final, por su solución, por su última palabra”. Agrega Hauser: “El autor escénico, cuando da un paso, debe retroceder dos; debe comparar cada incidencia, cada motivo nuevo, cada rasgo nuevo con los motivos y rasgos ya existentes y armonizarlos”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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