La impunidad del Estado de Israel

Criticar la actitud tomada por el Estado de Israel hacia la población palestina con la excusa de defenderse contra las acciones terroristas de Hamás y Hezbolá se ha convertido en una normalidad contrarrestada, como suele ocurrir en estas situaciones, por quienes se alinean con su derecho a luchar contra el terrorismo islámico. Ambas posiciones derivan, o pueden hacerlo, por una parte hacia el antisemitismo histórico y, por la otra, hacia la aversión al mundo musulmán, tan diverso como desconocido.

Hablar en este breve texto de la impunidad del Estado de Israel quiere trascender, por supuesto, esas posiciones contrapuestas para reflejar cómo la geopolítica, junto a las culpas históricas, se aúnan para privilegiar a ciertos estados y poblaciones, por encima de otras. Recordar la forma en que se constituyó el Estado de Israel y el sionismo que lo pensó y acompañó para su establecimiento y permanencia, hasta la actualidad, facilitan entender la posición privilegiada de un Estado cuyos vínculos internacionales están establecidos con los países occidentales; aquellos que, en muchos casos, persiguieron históricamente a los judíos o que los abandonaron en los momentos que huían de la indiscriminada y letal persecución sufrida en los territorios bajo la autoridad del Tercer Reich.

Conservar y ampliar el territorio del Estado de Israel implica contar con un ejército de los más preparados del planeta, así como a una población militarizada. Junto a ello y unos servicios de inteligencia conocidos por su eficacia y precisión, se une el apoyo militar de las potencias mundiales; respaldo ratificado con la venta de armas. Esas relaciones internacionales también se visibilizan con el veto que potencias, encabezadas por Estados Unidos, realizan en las Naciones Unidas ante cualquier resolución que signifique el fin del ataque a civiles en la Franja de Gaza o el Líbano.

Todas estas circunstancias son las que llevan a afirmar que el Estado de Israel actúa con una impunidad que sería imposible pensar por parte de otros Estados en cualquier lugar del mundo. Más allá de su interés por defender las fronteras de su territorio, lo que resulta dramático es que esa impunidad se observe para atacar a poblaciones civiles indefensas; un hecho que contradice totalmente el Convenio de Ginebra, vigente desde el mes de agosto de 1949 para proteger a la población civil en tiempos de guerra.

 Los ataques al Líbano, Siria o Irán, justificados por la lucha contra el terrorismo y como respuesta a ataques previos, demuestran la tranquilidad con la que cuenta el Estado de Israel para realizar las acciones que considere pertinentes para mantener el statu quo político en la región y el control territorial con la idea siempre presente, por mucho que se niegue por parte de los partidarios de la actuación de ese Estado, de ampliar las fronteras de un país que tiene en mente la reconstrucción del imaginado original territorio judío. En definitiva, estas obviedades en ningún momento deben pensarse como reacción antisemita, por el contrario, se alinean con el pensar de muchos judíos, dentro y fuera del Estado de Israel, que critican el actuar de ese país. Una realidad que, también, es visible al interior de sus fronteras y donde buena parte de su población –en concreto la palestina- no cuenta con los derechos mínimos de ciudadanía. Hecho que, de no ser Israel, sería criticado y perseguido en instancias internacionales. Desprecio por los básicos derechos civiles reclamados con vehemencia, con mucha razón en muchos casos, en otros Estados de los distintos continentes.

La semana pasada, y como un hecho sin precedentes, la Corte Penal Internacional con sede en La Haya emitió una orden de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, así como contra otro funcionario de su gobierno. Orden fundamentada en los posibles crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos contra poblaciones civiles. Noticia que por trascendental es difícil que tenga consecuencias reales dados los apoyos internacionales mencionados en estas páginas.

Por último, deseo señalar que la impunidad del Estado de Israel no sólo debe entenderse por su actuación militar de los últimos meses, sino que se extiende hacia su propio territorio para afectar, desde hace años, a un buen número de sus pobladores. Al parecer, el aprendizaje vivido y sufrido en forma de millones judíos asesinados durante los aciagos años de la dominación nazi parecen haber derivado, tristemente, en un comportamiento de los gobiernos de Israel criticable y, por qué no decirlo, infame hacia el interior y exterior de sus fronteras.

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