Elecciones en Estados Unidos: perspectivas críticas desde la “frontera sur”
Por Pablo Uc[i]
Los resultados de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre en Estados Unidos (EEUU) tendrán un impacto relevante para México, América Latina y el mundo. La ‘dependencia estratégica’ que el Estado mexicano guarda con el país vecino, atraviesa varias dimensiones determinantes para el recién instalado gobierno que encabeza Claudia Sheinbaum, enfrentado a una convulsa violencia en estados clave del país y una severa crisis de gobernabilidad.[ii]En un contexto de creciente tensión en la relación bilateral derivada, por increíble que parezca, de la disputa por la información que el gobierno de México le reclama a EEUU sobre la captura de un capo del narcotráfico que ha desatado la inestabilidad en el estado de Sinaloa y una bucle de violencia en la región norte del país. Frente a esta paradójica “escenificación de las prioridades nacionales” que definen la relación diplomática entre ambos países, sin embargo, los ejes troncales que delimitan el horizonte de la relación parecen ser claros más allá del resultado de la elección: migración, seguridad y comercio.
Por supuesto, un triunfo del exvicepresidente republicano Donald Trump, promete una agresividad unilateral y una postura antimigratoria recalcitrante fundada en la exacerbación nacionalista mostrada durante su primera administración (2017-2020). Mientras que el triunfo de la candidata demócrata, Kamala Harris, promete una relativa continuidad en la agenda trazada por el gobierno de Joe Biden, el cual es responsable del mayor número de deportaciones de migrantes indocumentados en la última década[iii]. Sin abundar en los estragos de la política exterior que se alinea al esquema de guerras generalizadas a escala global. En todo caso, pretendo interrogar: ¿cuáles son las tendencias del escenario electoral y qué implicaciones particulares podría tener desde la perspectiva de la frontera sur de México y Chiapas, puerta y bisagra del istmo centroamericano?
El escenario electoral: votos y escenarios de cambio y continuidad
Una vez que se hizo inminente el retiro de Joe Biden de la partida electoral -dado su insostenible papel en el último debate presidencial del mes de julio- y se oficializó que la actual vicepresidenta, Kamala Harris, sería la candidata a la presidencia por el partido demócrata en el mes de agosto, la disputa electoral con el exvicepresidente, Donald Trump, recuperó el aliento. Aunque Harris ha sostenido una estrecha ventaja en la intención de voto en la mayoría de las encuestas, los/as expertos coinciden en que existe un “empate técnico”[iv]. Además, cabe recordar que el sistema electoral estadounidense es indirecto y quien determinará el resultado es el Colegio Electoral (compuesto por 538 electores). Por lo cual, los 270 votos que requiere Harris o Trump para ganar la presidencia no forzosamente devienen del voto directo y, en todo caso, serán determinados por los electores de los siete Estados pendulares(swing states)[v], en los cuales las tendencias republicanas y demócratas son ambiguas. A esta tendencia de votos se suman los poderes sectoriales que definen otra dimensión de la geografía electoral. Tales como el denominado ‘cinturón del óxido’ en la región nor-oriental del país, que condensa un poder obrero en los estados pendulares de Pensilvania, Wisconsin y Michigan, donde se concentra buena parte de la industria automovilística, metálica y siderúrgica, así como textil y minera del país. Una región que ha sido golpeada por la ampliación del mercado asiático en el país, por lo que ha recibido las promesas proteccionistas de Trump con ferviente apoyo. Mientras que el cinturón del algodón sostenido por la población afrodescendiente en los territorios del sur, entorno al Misisipi defienden una posición demócrata antirracista[vi]. Por su parte, el voto latino, que podría alcanzar hasta el 15% del total de la población electoral -en el cual la población mexicana posee una presencia relevante-, ha sido tradicionalmente favorable al partido demócrata, aunque desde 2016, ha tenido un inclinación creciente hacia el partido republicano y se ha extendido una posición del llamado síndrome de “puerta cerrada” por parte de la comunidad migrante[vii].
Si bien la geografía electoral estadounidense permite explicar tendencias en el juego bipartidista, la lectura sociopolítica del país, depositario de una ilusoria hegemonía imperial en crisis, hace evidente la polarización exponencial en una sociedad altamente atomizada, con altas tasas de violencia en todas sus dimensiones, con ‘permiso’ para portar armas y enfrentada a un conjunto de precedentes incendiarios poco promisorios para la estabilidad política interna. Cabe recordar que el actual candidato republicano, es responsable de haber permitido un intento de asalto armado al Capitolio, sede del congreso estadounidense en el mes de enero de 2021, y ha sostenido en sus declaraciones que no está dispuesto a reconocer los resultados de la elección, si no le favorecen. El desacato a la estructura institucional se acompaña de una política que exacerba la recalcitrante ideología supremacista WASP: blanca, anglosajona, protestante, profundamente racista, clasista y patriarcal. Durante su gobierno (2017-2020) intentó desestructurar los protocolos mínimos del derecho internacional, fracturó las alianzas occidentales liberales que han definido la política exterior estadounidense desde el fin de la segunda guerra mundial y desconoció todo compromiso con los órganos multilaterales.
Mientras que la relación bilateral con México se reduce en su agenda presidencial, a dos principios persistentes: la amenaza migratoria y la comercial, expresada en el cierre brutal de la frontera internacional con México, con un muro textual y de inteligencia militar que busca contener los 3,152 km en los que existen 40 cruces fronterizos, así como deportaciones masivas. Y, por otro lado, rebatir toda cláusula del Tratado México, Estados Unidos, Canadá (T-MEC) que implique impactos negativos al mercado interno estadounidense o permita la fuga de capitales a los países socios.
Desde la perspectiva de Harris, por su parte, la prioridad estratégica en relación con México se ha centrado en materia de seguridad: la lucha contra los carteles de droga mexicano-norteamericanos asumidos como una amenaza a la salud pública estadounidense. La agenda de la demócrata podría enfocarse en una estrategia de mayor cooperación bilateral para frenar el lavado de dinero y ampliar el control sobre el poder financiero del narcotráfico, un tema espinoso para una estructura estatal crecientemente penetrada por la narcopolítica.
En el pasado 9º Foro Social sobre democracias otras organizado por el ODEMCA[viii], los expertos que participaron en la mesa dedicada al análisis de las elecciones aquí tratadas coincidieron en que más allá de la particularidades en el estilo de administración que conlleva el triunfo de Trump o Harris, la presión sobre la agenda migratoria y de seguridad serán las mismas. Aunque, la tendencia proteccionista del republicano será más estrepitosa y visceral en relación con el tratamiento de la frontera norte de México y podría ser mucho más frágil y abrupta la relación comercial, dada la renegociación del T-MEC, que reclama obsesivamente Donald Trump para atraer al electorado de los sectores más nacionalistas.
Impactos de las elecciones desde la perspectiva de Chiapas y el sureste de México
Los lineamientos de la política exterior estadounidense en el tablero regional transfronterizo parecen estar más allá del juego bipartidista que promueven los medios de comunicación. Y son mandatos imperativos que los poderes fácticos definen tanto para la candidata demócrata como para el republicano. La agenda migratoria y de seguridad resultan ser las claves determinantes, en la medida en que la “frontera sur” de México constituye una zona estratégica en el mapa de seguridad norteamericano. En él, los territorios chiapanecos son una bisagra geopolítica fundamental para la contención de las marejadas migratorias que arriban del istmo centroamericano. De allí, que los proyectos geoestratégicos del gobierno de la 4T y su autodenominado “segundo piso” no sólo sean una fuente de interés geoeconómico, sino también una pieza más del proyecto de frontera vertical que hace de México un territorio que “extiende” la frontera sur de Estados Unidos.
El nuevo gobierno estadounidense promete dar continuidad al mandato del Comando Sur, la CIA y el Pentágono, que han manifestado una preocupación por la pérdida de control territorial y la amenaza de una ingobernabilidad crónica en un espacio en el que el poder del narcotráfico ha erigido una economía transnacional que amenaza la seguridad estadounidense y la gobernabilidad regional. Desde México y Centroamérica, pasando por Colombia y su frágil frontera con Venezuela, hasta el convulso Ecuador, la vulnerada frontera norte de Chile y los confines australes de la Argentina. Se trata de un frágil escenario que ha impulsado a los legisladores republicanos a insistir en tipificar en su decálogo de terrorismo a los cárteles de droga, ampliando el espectro de intervención imperial histórica en la región. La posición de Kamala Harris coincide, al identificar la estructura del narcotráfico “mexamericano”, como la principal amenaza a la salud pública estadounidense ante los estragos del consumo de fentanilo en un país crecientemente adicto a las drogas sintéticas.
Frente a este escenario, es posible destacar, al menos tres elementos cardinales que prometen continuidad en el “mandato geopolítico” que ejercerá el, o la futura, presidente estadounidense sobre el Estado mexicano:
Primero. Un sostenido robustecimiento militar a lo largo de una frontera concebida vertical y horizontalmente para la contención migratoria, bajo el persistente modelo de “fronteras inteligentes”. Es decir, la frontera sur estadounidense, que demarca formalmente el río Bravo del norte mexicano, se extiende estratégicamente hacia la región sureste y transfronteriza con Centroamérica[ix]. Una perspectiva de frontera imperial que, bajo la reemergencia neoconservadora más recalcitrante manifiesta en el discurso de Trump, tiene como “destino manifiesto”: contener las “nuevas invasiones bárbaras” y profundizar la externalización y militarización de las fronteras[x].
Segundo. La recuperación de la gobernabilidad que el Estado mexicano ha perdido sobre la región y un control efectivo sobre la infraestructura de tránsito que pueda garantizar el comercio internacional en el nuevo esquema del T-MEC, que ha sido prioridad en las negociaciones permanentes entre las cancillerías de ambos países para fortalecer a la región de América del Norte en la nueva geoeconomía global durante los últimos seis años. Ante ello, los proyectos del trans-ístmico y la nueva re-ferroviarización del sureste de México que impulsó la política neoliberal de la 4T, son áreas estratégicas para contener la influencia geoeconómica de la Nueva Franja y Ruta de la Seda (the belt and the road initiative) impulsada por China. Y de paso, profundizar el modelo de despojo extractivo sobre los reservorios de recursos naturales o medios de vida.
Tercero. Un proyecto de inversión social elemental para disminuir la “captura y cooptación” forzada de la población fronteriza y en tránsito por parte del narcotráfico, ante la diversificación y transnacionalización de la economía criminal y su capacidad de control directo sobre los territorios, recursos naturales estratégicos, infraestructuras y ‘poblaciones’. Aunque la aclamada estrategia orientada a combatir las causas que ha proclamado el actual gobierno mexicano como prioridad para disminuir la migración no haya sido abrazada integralmente por el gobierno de Estados Unidos, este presionará para que sean los propios países de tránsito los que financien esta agenda.
Frente a ese trazo de seguridad imperativa es posible encuadrar la proyección de la denominada ‘Frontera Sur Industrial’ que planteó el gobernador electo de Chiapas[xi], así como el anuncio de la creación de un polo de desarrollo industrial en Tapachula y la ampliación del mal llamado Tren Maya, en el marco del sistema ferroviario militarizado que proyecta su extensión hacia Guatemala, según anunció la presidenta de México en sus primeros días de gobierno. Una interconectividad que, sin embargo, podría derivar en la ampliación de un “estupendo” mercado para el perverso lavado de dinero y profundizar la diversificación de la economía narco, como lo manifiesta el modelo de “commoditización” del caribe mexicano en la última década.
Mientras arriban los resultados electorales que pintan de rojo y azul el mapa estadounidense, y la ciudadanía espera con zozobra e incertidumbre las latentes reacciones de violencia interna que pudiera arrastrar el fenómeno Trump, en los territorios de la “frontera sur”, algunos escenarios geopolíticos parecen estar, amargamente, trazados.
[i] Coordinador del Observatorio de las democracias: sur de México y Centroamérica (ODEMCA).
[ii] Una crisis que se suma a las disputas entre los poderes de la unión frente al paquete de reformas constitucionales “heredadas” por el gobierno de López Obrador. Entre las cuales se incluye una desestructuración caótica del sistema de justicia; la formalización de poderes extraordinarios para la Secretaría de Defensa, en el marco de la profundización de la militarización de la seguridad pública y una ampliación del concepto de seguridad nacional -nada promisoria para la fragil agenda de derechos humanos que padecemos en el país-; así como una caprichosa “supremacía constitucional” que impide juicios de amparo y el derecho de controversia contra modificaciones a la Constitución. Un escenario preocupante que promete una crisis constitucional y, paradójicamente, una suspensión desde el poder legislativo, de principios básicos del Estado de derecho.
[iii] Arturo Sánchez Jiménez (11.05.2024) Se dispararon con Biden deportaciones y encuentros de extranjeros con agentes. La Jornada, disponible en: https://www.jornada.com.mx/2024/05/11/politica/004n2pol
[iv] Las variaciones en las encuestas analizadas por medios como el New York Times hacen evidente una competencia reñida sin que exista diferencia mayor a un punto porcentual a escala nacional y en los siete estados pendulares. Véase: Encuestas electorales 2024: Harris vs. Trump, disponible en: https://www.nytimes.com/es/interactive/2024/espanol/estados-unidos/encuesta-elecciones-presidencial.html
[v] Se trata de los estados de Pensilvania, Georgia, Carolina del Norte, Michigan, Arizona, Wisconsin y Nevada. Si bien los estados clave por la cantidad de votos con los que cuenta son California, Texas, Florida y Nueva York, los estados pendulares no tienen una clara definición y por ello se encuentran en plena disputa electoral.
[vi] Ver Alba Leyva (2024) “Ocho mapas para entender las elecciones en Estados Unidos”, en El Orden Mundial.
[vii] A esto se refiere Jaime Preciado, al analizar el comportamiento de la comunidad migrante y su posicionamiento frente a las elecciones del 5 de noviembre en EEUU. Véase: “El impacto de las elecciones de EEUU sobre las relaciones interamericanas. Cambios y continuidades en la disputa hegemónica global”, del 9º foro Social sobre democracias otras, ODEMCA, 2024: Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=MAxMfe4EfzU&t=3530s&ab_channel=CESMECA-UNICACHOFICIAL
[viii] En la Mesa: Impactos de las Elecciones de Estados Unidos en América Latina y el Caribe del 9º Foro Social, participaron Jaime Preciado, co-director del Centro de Estudios Avanzados y fundador del Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la UdeG. Ana Esther Ceceña, directora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica (OLAG-UNAM), Mariana Aparicio, directora del Observatorio México – Estados Unidos de la UNAM y Daniel Villafuerte, investigador del ODEMCA-CESMECA, experto en migración y geopolítica de la frontera sur
[ix] Para un análisis exhaustivo sobre la estructuración histórica de la frontera sur, ver el libro de Daniel Villafuerte (2017) Tiempo de Fronteras. Una visión geopolítica de la frontera sur de México, México: Juan Pablos-CESMECA.
[x] Para un detallado análisis sobre la externalización y la política migratoria contemporánea, ver el trabajo de María del Carmen García y Daniel Villafuerte (2023) Crisis global, fronteras y política migratoria. Reflexiones desde la frontera sur de México, México, Ediciones Navarra.
[xi] Ver el apartado “Migración y construcción de la Frontera Sur Industrial” del libro de Eduardo Ramírez (2024) Plan Chiapas Transformador 2024, México, Miguel Ángel Porrúa, en el que se expone su programa de gobierno para el estado de Chiapas.
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