Platón y Plotino
Casa de citas/ 712
Platón y Plotino
Héctor Cortés Mandujano
Leo un ensayo sobre Platón, con un subtítulo larguísimo: Platón. Las respuestas más vigentes a las grandes preguntas sobre el conocimiento, la ética o la justicia (RBA Editores, 2020), de Ramon (sin acento) Alcoberro Pericay.
Dice en la introducción (p. 7): “Platón es uno de los pensadores más penetrantes e influyentes de la historia. De la filosofía anterior a él sólo poseemos fragmentos; de la suya lo tenemos casi todo. Los 28 diálogos que han llegado a nuestras manos se cuentan entre las cimas no sólo del pensamiento sino de la literatura universal. Discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles”.
Aclara (p. 22): “El sobrenombre de ‘Platón’ se lo puso su maestro de gimnasia a causa de su vigor físico, dado que, en griego, platos significa algo así como ‘amplitud, vastedad’ ”.
Escribe Alcoberro (p. 32): “Lo central en Platón no es el hombre, porque los hombres pasan y mueren, sino la ciudad y el alma”.
Para designar lo que nosotros llamamos “amor”, dice el ensayista (p. 71), “los griegos empleaban hasta tres palabras: eros, philia y agapé. El eros era un enamoramiento físico, no necesariamente duradero. […] La philia, por su lado, tiene más que ver con la amistad y con la pertenencia al grupo y al clan. […] En Grecia, el amante experimentaba ‘eros’ y el amado ‘filia’. […] El agapé, por último, designaba el amor homosexual, pero en el período romano, y bajo el cristianismo, pasó a designar el amor sin sexo; una forma de amor puramente contemplativa y desinteresada”.
El vino en la Grecia clásica, dice uno de los recuadros del libro (p. 74), “solía mezclarse con agua (a veces con agua de mar), resina, bayas de mirto o especias. Se creía que algunos caldos podían dejar preñada a la mujer sin concurrencia de varón, de manera que, aunque era habitual que asistieran bailarinas, ejecutantes o prostitutas, las damas honestas quedaban excluidas de estos banquetes”.
En la República afirma Platón que (p. 144) “hay que expulsar a los artistas porque colocan los sentimientos en el lugar que solo puede ocupar la razón y de esa manera introducen el caos. […] El arte, además, engaña porque nos hace creer que existe belleza en el mundo sensible cuando la única belleza real es ininteligible; sólo las Ideas son bellas”.
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Retírate a ti mismo y mira
Plotino,
en Enéadas
Leo en uno de mis lectores electrónicos Plotino. La odisea del alma entre la eternidad del tiempo (2017), de Antonio Dopazo Gallego.
Plotino (203-204/270) es considerado la figura más conspicua del llamado neoplatonismo, aunque él, probablemente nacido en Egipto, dice el autor, era (p. 8) “un griego tardío y crepuscular”, que coincidió (p. 7) “con el declive político de Grecia, el comienzo del Imperio Romano, la segregación de las escuelas filosóficas y la irrupción paulatina del cristianismo”.
Toda su filosofía se halla contenida en Enéadas (que hace alusión al número nueve), un libro de más 1500 páginas, preparado y editado por Porfirio, su alumno más querido y más brillante.
Era Plotino (p. 116) “vegetariano, célibe, soltero y abstemio”, y siempre se mantuvo alejado de la política. No explicaba las cosas con relatos (como Platón), sino con conceptos.
[El incendio de la biblioteca de Alejandría dice un recuadro que contextualiza el tema tuvo una “explicación”. A un general cultivado que no quería quemar (p. 40): “el califa repuso una sentencia que se ha devenido célebre por infame: ‘Si esos libros están de acuerdo con el Corán, no tenemos necesidad de ellos, y si se oponen al Corán, deben ser destruidos’ ”.]
Lo he escrito. Podría juntar las últimas palabras de hombres célebres y hacer un libro. Dijo Plotino en su final a Eustoquio, su médico y último discípulo (p. 42): “A ti te estoy aguardando todavía. Esfuérzate por elevar lo que de divino hay en nosotros hacia lo que de divino hay en el universo”.
Con Sócrates y Platón, piensa Plotino (p. 46): “El ser humano no es el objeto propio de la filosofía, sino sólo su objeto derivado”.
Hay dos mundos: el inteligible (ideal) y el sensible (material). Según la caverna platónica, el mundo original es el inteligible y el sensible es una burda sombra. Para reencarnar, por ejemplo, había que ir al mundo inteligible y volver al mundo sensible, con un pálido recuerdo de aquél. Esa es nuestra vida. Allá está el Uno y los humanos formamos parte de la Diada, de la multiplicidad indefinida.
Plotino propone que en el mundo sensible está el inteligible, que el Uno está en la Diada (p. 62): “Plotino llamará ‘procesión’ […] al movimiento por el cual todo lo real emana o fluye desde el principio superior en el que permanecía implicado o contenido virtualmente. Así, el objetivo de la procesión es sustituir el recurso platónico de los mitos por una verdadera explicación del Uno”. La procesión es, pues, “un descenso de lo divino”.
No están separados los dos mundos, dice Plotino (pp. 67-68): “Todo el universo de hecho cumple un doble movimiento de ascenso y descenso hacia él y desde él, como las sístoles y diástoles del corazón”. Precisa (p. 68): “El movimiento se da entre los dos límites o extremidades del sistema: por arriba, el Uno-bien, superior al ser y a la vida; por abajo, la materia indeterminada, inferior, de nuevo, a ambos. Y entre medias, todo el espacio de lo vivo, lo real, lo que es”.
Queda claro que, para Plotino (p. 71), “el ser que procede del Uno no se separa de él, por más que no sea idéntico a él”. El Uno, en su exuberancia, en su desbordamiento, creó todas las cosas. Por eso (p. 79), “sin ser ninguna cosa, es todas ellas” y (p. 113) “tampoco hace falta que el Uno venga para estar presente”.
Dice Plotino, sobre la naturaleza de los hombres (p. 87): “Hay muchos ‘afueras’, pero sólo un ‘adentro’ ”.
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