Periodismo y narrativa

Mariano José de Larra. Imagen: Congreso de la Unión

No leo tanta literatura como desearía, pero hace años que los autores de la Europa central, a veces encuadrados en la denominación de originarios de Mitteleuropa, o significados por ser parte de la literatura mitteleuropea, me transportan a realidades universales pese a la distancia geográfica e idiomática. No entraré en el polisémico significado del término Mitteleuropa que un especialista en su literatura, como lo es Claudio Magris, ha explorado en su artículo “MittelEuropa: realidad y mito de una palabra”.[1] Dentro de ese grupo de escritoras y escritores se encuentra Sándor Márai, un húngaro que tuvo la suerte de poder abandonar su país tras los desastres de la Segunda Guerra Mundial con el yugo nazi primero y, posteriormente, el de la Unión Soviética.

Márai no deseó publicar, en vida, una parte de sus memorias que en castellano se tradujo como Lo que no quise decir, obra que vio la luz bajo el sello de la editorial Salamandra. Complemento a las reflexiones que ya habían aparecido en sus Confesiones de un burgués, pero, especialmente, en ¡Tierra, Tierra! Este último texto centrado en la vida durante la guerra y la posterior entrada de las fuerzas soviéticas a Hungría.

Todo este circunloquio, dirán con razón, no tiene nada que ver con el título del artículo, sin embargo, su nombre se relaciona con algo que escribió Sándor Márai en esas memorias ocultas hasta después de su suicidio en Estados Unidos, lugar donde vivió su exilio. Entre las muchas reflexiones que aparecen en esa obra se encuentra una que revive el nexo, cada vez más lejano, entre el periodismo y el oficio de narrador. A nadie sorprende que figuras muy conocidas en la narrativa más cercana, como la representada por Gabriel García Márquez, hubiera ejercido el periodismo hasta que logró dedicarse completamente a su pasión literaria. Influencias entre la novela y el reportaje que pueden seguirse en autores como lo fueron Ernest Hemingway, John Dos Passos, George Orwell o, más recientemente, Ryszard Kapuściński.

En definitiva, Márai escribió lo siguiente sobre esa relación entre periodismo y narrativa:

El periodismo –obviamente, no los reportajes o artículos políticos, sino los artículos informativos y amenos escritos con los más nobles recursos literarios- es una excelente escuela para los escritores. El papel del periódico, aunque tenga una existencia efímera, es un gran transmisor de mensajes entre escritor y lector. El escritor que publica con regularidad y sin venderse a nadie en un diario que subsiste gracias a la benevolencia y la confianza de los lectores se convierte poco a poco en un miembro íntimo del círculo familiar (pp. 12-13).

Un círculo familiar donde Márai se sentía “aceptado, acogido y protegido” (p. 13). El carácter de memoria de las afirmaciones del autor húngaro no impide reconocer el vínculo tan estrecho mantenido durante siglos entre la prensa y la literatura; solo hay que pensar en las novelas por entregas que en el siglo XIX prosperaron en Europa. Y lo mismo ocurrió en México. Ejemplo de ello son, por sólo citar dos casos, el de El periquillo Sarmiento de Joaquín Fernández de Lizardi o El fistol del diablo de Manuel Payno.

Cuando literatura y periodismo se unen siempre me viene a la mente el gran escritor satírico Mariano José de Larra, quien se suicidó a los 27 años no sin dejar textos excelsos que criticaban la situación política y social de la España de las primeras décadas del siglo XIX. Con distintos pseudónimos bordó, con su afilada pluma, situaciones que, por lejanas en el tiempo, podrían ser perfectamente transportadas a la actualidad hispana y, también, mexicana. Solo hay que leer “Vuelva usted mañana” (1833) para que cualquier lector sensible perciba ese puente atemporal, además de disfrutar de una depurada escritura.

En resumen, la relación entre literatura y periodismo no se ha extinguido en la actualidad,[2] aunque las novelas por entregas hayan desaparecido. Muchos narradores y narradoras participan asiduamente en la prensa escrita, pero con el resabio de la nostalgia siempre se espera que muchas y muchos más aporten el gusto por la escritura a la hora de abordar temas de actualidad. Un hecho que parece perderse por la economía de lenguaje extendida en los nuevos medios de comunicación y redes sociales.

[1] Véase https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/b130a124-6962-4cbc-9962-c01f1f3ef5a2/mitteleuropa-realidad-y-mito-de-una-palabra

[2] Chillón, Albert (1999). Literatura y periodismo: una tradición de relaciones promiscuas. Barcelona: Universidad Autónoma de Barcelona.

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