El pito de los hijos
Casa de citas/ 711
El pito de los hijos
Héctor Cortés Mandujano
Persépolis (Random House, 2020, traducción de Carlos Mayor), de Marjane Satrapi, es un libro peculiar, porque está escrito y dibujado por la propia autora quien, a la vez, cuenta su historia, su biografía, y la historia política, militar y social de Teherán, Irán, su pueblo natal.
El libro gráfico, en blanco y negro, supone sorpresas en el diseño y los dibujos que nos cuentan desde la infancia de Marji (de 10 años, en 1980), hasta que se va definitivamente (por lo menos en el libro) de su país, en 1994.
Hay un recuento de las luchas sociales (donde algunos de sus familiares directos son aprehendidos y fusilados), de los encarcelamientos y matanzas indiscriminadas por los sucesivos gobiernos que pretenden ser distintos y son iguales de represores. También de cómo la religión, aliada con la política, prohíbe pintarse los labios, oír música, hacer fiestas y un sinnúmero de barbaridades que hacen que hombres y mujeres, no importa su edad, sean susceptibles de ser detenidos o muertos sin ninguna explicación racional.
Es un libro bello y triste, porque sus padres, cuando es apenas una adolescente, la envían a Austria, para que tenga un futuro distinto y allá no encaja: se vuelve drogadicta, conoce el sexo (que le da experiencias dolorosas), vive en la calle, casi pierde la vida y vuelve al país, donde, entre otras cosas, estudia arte, se casa y se divorcia. Las calles se han vuelto, dice, cementerios; el país se ha destruido y vuelto a construir…
La rodean, en su familia, varios personajes entrañables. Uno de ellos es la abuela, quien “todas las mañanas, recogía jazmines que se metía dentro del sujetador para oler bien. Cuando se lo desabrochaba por la noche, se veían caer flores de sus pechos”.
Le dice el padre: “Toda esta guerra no ha sido más que una maquinación para destruir los dos ejércitos, el iraní y el iraquí. […] ¡Ocho años de guerra para nada!”.
Las víctimas de la guerra, piensa el padre, oscilan entre 500 mil y un millón de personas, “sin contar a todos los mutilados, las poblaciones arrasadas por las bombas químicas, las que perdieron la razón por las explosiones, los huérfanos, las viudas, los refugiados, los daños materiales…”.
Se casa y “según la tradición, los dos mojamos un dedo en miel y después nos los chupamos mutuamente para empezar con dulzura nuestra vida en común”.
Cuando se piensa divorciar, una amiga le recomienda que no lo haga, porque su hermana, apenas se separó del marido, recibió ofertas eróticas del carnicero, el pastelero, el panadero, el vendedor de fruta y verdura, el cigarrero ambulante “y hasta los mendigos le manifiestan sus ganas de acostarse con ella”. Sigue la amiga: “Los hombres tienen dos ideas: por un lado, su rabo es irresistible y, por el otro, al ya no ser virgen, no tienes ningún motivo para rechazarlos, ¡no vacilan lo más mínimo! Pero, claro, no es ninguna sorpresa. Desde que nacen, su madres los llaman ‘Dudul Tala’ (Pito de oro)”.
Cuando deja su país, al final, su madre le dice: “Esta vez, Marji, te vas para siempre. Eres una mujer libre. El Irán de hoy no es para ti. ¡Te prohíbo volver!”.
Años después de publicar su libro por primera vez, en 2003, hizo una adaptación al cine de su historia, en Francia: Persépolis (2007), cinta de dibujos animados, de Marjane Satrapi, dirigida por Vincent Paronnaud.
La cinta es necesariamente un resumen del libro (yo vi primero la película y la vi otra vez luego de leer el libro) y es una buena entrada para llegar a este documento que rezuma humanidad y arte.
***
Cuentos góticos. Una antología de historias fantásticas (RBA, 2022), de Mary Shelley, autora de la celebérrima novela Frankenstein o el moderno Prometeo, con traducción de varias/varios, con ilustraciones de su época, es un catálogo de historias donde los personajes casi siempre pertenecen a la nobleza (guerreros, príncipes, hijas de la buena fortuna) y donde lo mágico o sobrenatural no peca de mal gusto
Esta idea romántica es de “El sueño” (pp. 175-176): “¿Acaso no aman todas las cosas? ¿Los vientos cuando susurran a las aguas veloces? ¿Las aguas cuando besan las floridas orillas y se apresuran a fundirse con el mar?”.
***
Me sorprendió la suerte reservada a esos diez negritos,
cuyo número disminuía en cada estrofa
Agatha Christie,
en Y no quedó ninguno
Y no quedó ninguno (publicado originalmente en 1939. Mi ejemplar es de Planeta, 2022, traducción de Orestes Llorens), de la célebre novelista inglesa de novelas policiacas, Agatha Christie (1890-1976), parte de una idea preconcebida como un ejercicio de diversión y de poner en juego sus virtudes de escritora.
La trama es de una isla a la que llegan, con invitaciones engañosas, diez personas que van muriendo en función de la canción infantil Los diez negritos, que en español se conoce más bien como Los diez perritos. La canción comienza con los diez vivos y dadas ciertas condiciones (uno se ahogó, uno no se despertó, uno se cortó en dos, a uno le picó una abeja…) se van muriendo hasta que ninguno queda vivo.
Eso ocurre en la novela. En la isla solitaria hay diez personajes y van muriendo uno por uno. Ninguno se salva. Los policías que llegan, cuando ya todo concluyó no se pueden imaginar qué pudo haber sucedido. Agatha, entonces, se saca de la manga una carta que el asesino pone en una botella y lanza al mar. Con eso cierra su novela y aclara el enigma.
Dice la autora en una nota extraída de su biografía que la idea le fascinó (p. 9): “Diez personas debían morir sin que la historia se volviera ridícula y sin que la identidad del asesino fuera obvia. […] tuve que añadir un epílogo para poder aclararlo. Fue muy bien recibido y obtuvo muy buenas reseñas, pero la persona que más satisfecha quedó con el resultado fui yo misma, pues sabía mejor que cualquier crítico la dificultad que había entrañado”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
Sin comentarios aún.