El círculo burgués
Casa de citas/ 714
El círculo burgués
Héctor Cortés Mandujano
Párrafos para un libro que no publicaré nunca (Conaculta, 2013), de Emmanuel Carballo (1929-2014), pareciera un contrasentido. No lo es, porque los párrafos que componen éste suponen una serie de temas que, efectivamente, podrían constituir no uno sino varios libros.
Los fragmentos a veces son breves y directos. Dice en “Audidactismo” este brillante ensayista mexicano (p. 13): “Desde hace unos cuantos años algunos de los poemas escritos en México se me caen de las manos. […] Como no nos producen placer estético, nos fuerzan a explorar las raíces de su fracaso. Éste reside, supongo, en dos razones, uno al autodidactismo; otra, al mimetismo”.
Me gusta el juego de palabras finales de “¿Por qué y para quién?”, que busca explicar la escritura (p. 24): “Elusión, alusión: ilusión siempre”. Escribe en “Sexo y lenguaje” (p. 27): “Hay que emular a Lawrence, hablar con el sexo en la mano”.
Entrevista a León Felipe (“Yo grito, los demás callan”) y entre otras cosas el poeta español (1884-1968) le declara (p. 64); “Creo en el hombre, creo en su pequeñez, en su inutilidad. Y porque creo en sus limitaciones me sublevo, grito, pierdo la compostura. Eso es todo”.
Concluye en “El círculo burgués de la literatura” (p. 68): “La literatura mexicana se desenvuelve dentro de un círculo burgués: la escribimos los burgueses, la editamos los burgueses, la leemos los burgueses y la criticamos los burgueses. Todo queda en familia”.
En “Pablo Neruda, joven monarca” dice de él (p. 95): “Todo lo asimila y a todo confiere nuevo sentido. No teme a nada ni a nadie, ni al prosaísmo ni a la cursilería”. Cita a Chesterton (p. 98): “La exageración es la definición misma del arte”.
Carlos Fuentes pidió permiso a Alfonso Reyes para usar una de sus frases como título de su novela La región más transparente. Don Alfonso no quedó contento. Carballo cita una carta de Reyes a Fuentes (p. 124): “Si yo hubiera conocido el carácter de tu novela cuando me pediste permiso para bautizarla con mis palabras, hubiera dudado en concedértelo […], yo hubiera preferido que no empañaras mi frase aplicándola a un objeto tan turbio. Turbio no es censura: tú has querido conscientemente hacer un libro turbio y feo, ¿verdad?”.
Cuenta en “Lentamente la vida se va apagando”, un año antes de su muerte, una anécdota terrible (p. 170): “Pienso en Arrigo Cohen, hoy ya muerto, a quien traté en la escuela de escritores de la Sogem. Sus clases eran excelentes. A sus alumnos y a mí nos parecía extraño que su esposa lo llevara a la escuela y lo condujera de regreso a su domicilio. El motivo: había olvidado dónde estaba su casa. Para evitar ese desasosiego traigo anotados en la agenda mi nombre y mi domicilio”.
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Mis queridos amigos Efraín Bartolomé y Guadalupe Pillita Belmontes me regalaron Algo sobre la muerte del mayor Sabines (UNAM, 2012), de Jaime Sabines, que incluye el facsímil del manuscrito, con prólogo de Luis García Montero y epílogo con la concurrencia de varios escritores.
En su prólogo, García Montero cita una de las jugueterías y canciones de Maltiempo (1972). Dice Sabines (p. 10): “Hay dos clases de poetas modernos: aquellos sutiles y profundos, que adivinan la esencia de las cosas y escriben: Lucero, luz cero, luz Eros, la garganta de la luz para colores coleros, etcétera. Y aquellos que tropiezan con una piedra y dicen pinche piedra”.
Habla de que los sonetos de Algo sobre la muerte… (pp. 20-21) “están llenos de errores, de asonancias, de versos mal medidos, de desequilibrios estructurales y de rimas que suenan a ripio como flato y omoplato o discreto y feto”. Y dice (p. 21): “Para cualquier poeta menor es muy fácil escribir un soneto correcto. Si un poeta mayor como Sabines no lo hace es porque no quiere hacer un buen soneto”.
Este poema magistral tiene la sentencia más terrible para el lector que siente el hachazo de dolor del poeta y tal vez la oración más intensa para probar al mismo tiempo dos cosas distintas, dos verdades contrapuestas que nos cimbran al leer un poema que se afirma y se niega sí mismo (p. 38): “¡Maldito el que crea que esto es un poema!”.
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Asesinos en serie. Pasión matar (Emse Edapp, 2022), de Vicente Garrido Genovés, es un ensayo que diferencia entre asesinos múltiples y asesinos seriales (p. 25): “El homicida múltiple aspira a un único ‘logro’ criminal, lo contempla como la expresión drástica y definitiva de una venganza por una afrenta continuada (generalmente) en el tiempo. En cambio, y de forma contraria, el asesino serial busca la continuidad homicida”.
En el primero caso pueden representarse los estudiantes (casi siempre en Estados Unidos) que entran a su escuela armados y disparan contra quien se les atraviese, y en el segundo los que planean sus asesinatos y a veces logran evadir la justicia durante muchos años.
Garrido estudia las compulsiones criminales, los posibles orígenes del mal, lo que ocurre con las víctimas y los supervivientes, que desaparecen en la oscuridad en las series, en las películas y en la realidad: la atención, la luz se pone en el asesino. Estudia también algunos casos célebres y da una mirada a la gente que colecciona objetos varios (que pueden alcanzar precios exorbitantes) que pasaron por las manos criminales.
[En el caso de Jeffrey Dahmer, quien mató a muchos de 1978 a 1991, una persona con posibilidades económicas compró todo lo relacionado con él, para que fuera destruido y nadie pudiera hacerse de un souvenir siniestro o, como la llaman ya, una murdermorabilia.]
Michelle McNamara pone al descubierto la realidad de estos seres que guardan tanto odio que sólo pueden mostrarlo de esa manera: matando (p. 49): “Los asesinos pierden su poder en cuanto los conocemos, vemos su camisas arrugadas y el miedo que crispa sus rostros al entrar esposados en el tribunal”.
El libro dice que una de las razones que hacen que el público se fascine con la maldad de los criminales es lo que se puede aprender (p. 119): “¿Cómo es posible que John Gacy matara a 33 jóvenes y los enterrara en el sótano de su casa al tiempo que aparecía en las páginas de sociedad del municipio cercano a Chicago (Dos Planes) donde vivía? ¿Cómo podemos aprender a detectar a alguien así?”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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