Los colonialismos, otros
El 12 de octubre de 1492 las naves capitaneadas por el navegante genovés Cristóbal Colón hundieron sus proas en el Mar Caribe. Se iniciaba así la expansión del naciente capitalismo por la vía del colonialismo, que habría de imponer la Corona de España seguida en la imposición del régimen colonial por Portugal y después por otros países europeos. El capitalismo nació en ese pedacito de planeta que es la Europa Occidental, la única parte de la Tierra en la que se sucedieron los modos de producción que del esclavismo pasaron al feudalismo y de aquí al capitalismo. Este “primer colonialismo” implantado en un enorme territorio que hoy conocemos como América Latina con su parte insular, el Caribe, fue el primer gran territorio bajo régimen colonial subyugando a una multitud de pueblos y culturas. Después de tres siglos de dominación colonial, las guerras de Independencia originaron a una vastedad de Estados Nacionales, como no se había visto en el planeta. Ello incluía a los Estados Unidos que habían logrado su independencia de Inglaterra desde el 4 de julio de 1776, día en se firmó el Acta de Declaración de Independencia proclamando la separación de la vieja Albión. Con esa Independencia nacía también el Estado Nacional que daría origen al Imperialismo, nombrado por Lenin, “última etapa del capitalismo”. La separación de Canadá del Imperio Británico llegaría hasta el 1 de julio de 1867. Los resultados de las Guerras de Independencia contra España y Portugal originaron una macro región con el mayor número de Estados Nacionales en el siglo XIX, las “Patrias del Criollo” para usar una expresión del historiador guatemalteco Severo Martínez Peláez. Pero esas Independencias traerían también como resultado a un segundo colonialismo que Pablo González Casanova y Rodolfo Stavenhagen llamarían “el colonialismo interno” debido, precisamente, a que las guerras de Independencia resultaron en “Patrias Criollas” dejando a los pueblos indios, los pueblos originarios, en condiciones de colonialidad, noción que usó por vez primera Aníbal Quijano allá por la década de 1990. En efecto, los pueblos nativos de esta América Latina y Caribeña-así llamadas-antes de la llegada de los colonialistas no salieron del contexto de dominio global que se originó con la implantación del régimen colonial en los años finales del siglo XV. El colonialismo interno se sostiene actualmente en el ámbito de lo que puede caracterizarse como un “capitalismo colonial” característico de los países de América Latina y El Caribe. Sigue el patrón original del colonialismo de clasificar a la Humanidad en términos de raza y con el agravante de haber internalizado un pensamiento colonizador entre los propios dominados. Mayor perversión es difícil de imaginar. Quijano discutió con amplitud estos aspectos alrededor de su propuesta de examinar la colonialidad del poder en aquel texto publicado en 2000 en el libro coordinado por Edgardo Lander y publicado por CLACSO. Pero hay un tercer colonialismo en los momentos en que precisamente las guerras de independencia en América Latina y El Caribe se sucedían una a la otra, España volvió a ver al Norte de África, aunque para ser justos la Reina Isabel La Católica advirtió que los descubrimientos de Colón no deberían significar “abandonar” la conquista de África. Pero lo que prometía la subyugación del llamado “Nuevo Mundo” fue un imán que no pudieron resistir los colonialistas y se implantó ese primer colonialismo. Así que lo del tercer colonialismo configura una problemática muy compleja porque en la actualidad el continente africano es un territorio colonizado y cuya población vive en los extremos de la sobrevivencia. Incluso, al término de la llamada guerra civil española, originada en el golpe de Estado encabezado por el General Francisco Franco en el mes de julio de 1936, un sector importante de los vencidos que habían sido obligados a vivir en los campos de concentración franceses, fueron trasladados a África, a los llamados “campos de internamiento” en Argelia. Existe una vasta literatura que le debemos a quienes testimoniaron de su estadía en aquellos campos de martirio. Uno de los relatos literarios más sobresalientes que describen la vida en los campos mencionados es el que escribió Max Aub-que después vivió en la Ciudad de México en donde murió el 2 de julio de 1972-y publicó con el título de Diario de Djelfa (1944). En el colonialismo del franquismo fue también muy importante el factor cultural, como bien lo describe el texto citado de Max Aub. En reciente sesión de un Seminario de Posgrado en el que participo en la Universidad de Guadalajara, expresé mi planteamiento de que aún nos falta mucho por entender del colonialismo y sus secuelas actuales. Es una tarea que ya se ha iniciado, por fortuna, no sólo con los planteamientos de González Casanova, Rodolfo Stavenhaen, Guillermo Bonfil, Aníbal Quijano, para mencionar sólo a algunos, sino en obras colectivas como el libro coordinado por Christian von Tschilschke y Jan-Henrik Witthaus, El otro colonialismo. España y África, entre la imaginación y la historia, (Madrid, Iberoamericana, 2017). Así que el estudio de los Colonialismos, Otros, debe incluir la relación entre la Memoria y la Historia, entre la Imaginación y los acontecimientos, entre las formas de simbolizar tanto como entre los aspectos políticos contextuales. Es aún un largo camino.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. 10 de septiembre, 2024
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