Lo aburrido que es ser hombre
Casa de citas/ 707
Lo aburrido que es ser hombre
Héctor Cortés Mandujano
Agatha Christie sabía muy bien crear suspenso, hacer interesante una premisa. El problema, muchas veces, es que comenzaba a retorcer el sentido de las cosas, a crear casualidades absurdas, a destapar secretos inverosímiles, etcétera. Por eso es una escritora popular, pero no pudo o no quiso dar un paso más en la escala de la excelencia, que pasa por la lógica. En Se anuncia un asesinato parece todo preparado para algo más que la catarata de ilógicas con que se resuelve el asunto.
La leo en una bonita colección (Planeta DeAgostini, 2022, con traducción de Guillermo López Hipkiss).
Conversan la madre y el hijo escritor, que lee un periódico de trabajadores. Dice ella (p. 14): “es como si al leerlo fueras un trabajador. Y después de todo tú no haces nada.
“—¡Eso es completamente falso! –exclamó Edmund indignado–. Estoy escribiendo un libro.
“—Me refiero a un trabajo de verdad.”
Uno de los personajes cuenta un chiste (p. 93): “ ‘¿Dónde estaba Moisés cuando se apagó la luz?’ La respuesta era, claro está: ‘En la oscuridad’ ”.
El asesinato que se anuncia (la falsa salida) tiene como objetivo a una vieja. Una de ellas ve a una mosca y la salva de morir. Reflexiona (p. 180): “A la gente le gusta vivir, ¿verdad? Y a las moscas también. Aun cuando se trate de una vieja y esté sufriendo, y sólo a duras penas pueda arrastrarse al sol. Julián dice que esa gente tiene aún más deseo de vivir que la que es joven y fuerte. Morir es más duro para ellas, dice. La lucha es más grande”.
Leticia es la mujer a la que, se supone, quieren matar. Platican sobre ella (pp-184-185): “Leticia, ¿sabe?, tiene en realidad una mente masculina. No tiene ninguno de los sentimientos ni de las debilidades de una mujer. No creo que se enamorara jamás de un hombre. […] Siempre he creído –dijo ella, bailándole la risa en los ojos– que debe de resultar la mar de aburrido ser hombre”.
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Leo Poemas esenciales (Editorial Salvat, 2022), una antología del poeta turco Nâzim Hikmet (1902-1963), considerado, según Wikipedia, “el poeta más importante en lengua turca del siglo XX”, con selección de Jesús García Sánchez y traducción de Solimán Salom.
El primer poema, “Autobiografía” dice sin muchas vueltas lo que fue su vida (pp. 5-6): “Nací en 1902./ Jamás he vuelto a mi ciudad natal. […] y desde los catorce años escribo poesías./ Hay hombres que conocen mil variedades de hierbas, otros/ conocen variedades de peces,/ yo, de separaciones./ Hay hombres que saben de memoria el nombre de cada estrella,/ yo, el de las nostalgias. […] Fui locamente celoso de las mujeres a las que amé. […] Mis escritos están impresos en cuarenta idiomas/ y prohibidos en mi Turquía, en mi propia lengua. […] Nunca seré primer ministro o cosa parecida,/ tampoco me gustaría serlo. […] Cerca de los sesenta me enamoré”.
En “Levantaos, señores” habla de la labor que no debe hacerse, del (p. 51) “Artista que despacha el arte/ por kilos/ como si vendiese peras!”.
Al leer “El gigante de ojos azules, la mujer pequeñita y la madreselva” recordé una vieja canción de Juan Carlos Baglietto, adaptación de Dina Rot a este poema. Dice Hikmet en su inicio (p. 61): “Érase un gigante de ojos azules./ Se enamoró de una mujercita,/ pequeñita, pequeñita./ El sueño de la mujer era una casita,/ pequeñita, pequeñita,/ en cuyo jardín crece la madreselva/ de raso”.
“Baglietto” se llama el disco de este cantante argentino (1963) donde incluye la canción “El gigante de ojos azules”, que dice en su arranque: “Un gigante de ojos azules amaba a una mujer pequeña, que su sueño era una casita pequeña, como para ella, que tuviera en el frente un jardín, un jardín con madreselvas”.
Escribe Nâzim Hikmet en “Estrofas del vivir…” (p. 130): “Es mi mano/ como una lengua de un leopardo ante el agua,/ como una hoja de parra,/ como una garra de lobo. […] Es mi mano/ como la semilla que estalla debajo de la tierra”.
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Mucha facilidad necesariamente es
mucha dificultad
Lao Tse,
en “Actuar la no acción”
Leo los Poemas esenciales. Tao Te Ching. Urdimbre verdadera del camino y su virtud (Editorial Salvat, 2022), de Lao Tse, con selección de Jesús García Sánchez y traducción de Fernán Alayza y María A. Benavides.
El libro contiene incluso los ideogramas escritos en chino antiguo por Lao Tse, quien más que poeta es reconocido como filósofo.
Sus textos, breves en su mayoría, aluden a la dualidad que somos: ser-no ser, acción-no acción, etcétera. Los suyos parecen, a veces, más consejos, descripciones, revelaciones que poemas.
Escribe en “El camino que puede caminarse no es el camino constante” sobre el Ser y el No-Ser (p. 7): “Estos dos surgen juntos pero tienen nombres diferentes:/ juntos se les llama Misterio./ Misterio sobre misterio, la puerta de multitud de maravillas”.
La dialéctica de las cosas, es decir, la identidad de los contrarios, es una constante en todo el libro; en “Al juntar treinta rayos en el cubo de una rueda”, dice (p. 24): “Al modelar la arcilla para fabricar una olla/ justamente donde está la nada/ se cumple la acción de la olla. […] Por ello/ Ser es la cosecha;/ No-Ser es la acción”.
La vacuidad implica, en el budismo, saber que nada de lo que vemos, oímos y sentimos tiene existencia esencial. Nuestra vida es una ilusión. El texto de Lao Tse se llama “Alcanzar la extrema vacuidad” (p. 31): “La cosas florecen/ y todas retornan a su Raíz./ El retorno a la Raíz se llama quietud”.
Dice en “Los que antaño obtuvieron el uno” (p. 72): “Buscar mucho prestigio es no tener prestigio”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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