Comer crea adeptos: el ejemplo de las series coreanas

La comida del último día. Foto: Colectivo Tragameluz

En otra colaboración, en estas mismas páginas, escribí sobre un aspecto que me llamó la atención de las series coreanas, en ese caso fue el tratamiento de la compleja temática religiosa. Hoy, en cambio, abordo uno de los aspectos destacados en las producciones asiáticas como lo es la reiterada presencia de la comida y de la bebida en sus capítulos. Comensalidad explicitada por los actores y actrices al comer y beber sin ningún problema ante las cámaras.

Como es lógico, dudo mucho que durante el trabajo de grabación se consuman bebidas alcohólicas, pero no parece que eso sea lo que sucede con respecto a los alimentos ingeridos. Una situación que contrasta con lo que ocurre en otros países. Sólo hay que recordar u observar las innumerables películas y series estadounidenses donde la comida se torna un objeto extraño, intocable por parte de los actores y actrices. Frente a la fruición que demuestran en Corea ante su comida, en Estados Unidos la desazón ante ella es constante. De hecho, muchas de esas series y películas estadounidenses olvidan que los seres humanos debemos comer. Fíjense, por ejemplo, en la conocida serie 24, protagonizada por Kiefer Sutherland, hijo del mítico actor Donald Sutherland. Sus capítulos que, supuestamente, ocurren durante un día, en ningún momento muestran la necesaria ingesta de alimentos.

Esa especie de aversión a los alimentos encuentra su contraparte en las series coreanas. En ellas se reverencian los platos regionales y nacionales de su cocina, tanto como los productos procesados donde no pueden faltar las distintas presentaciones de los fideos que, por supuesto, ya eran conocidos por estos lares antes de las series y que se han popularizado en pocos años. Tal popularidad de la comida coreana se observa con el crecimiento de restaurantes y comercios que ofrecen esa comida asiática. Una alternativa a los restaurantes chinos y japoneses convertidos desde hace años en referentes en todo el planeta.

Lo que quiero destacar es que, a través de las producciones cinematográficas y en especial de las series visualizadas en distintas plataformas de streaming, Corea explota un nicho  comercial para sus productos que hasta el boom de las series eran prácticamente desconocidos. Una realidad que no fue ajena a México, pero que no parece que se haya repetido en los últimos años. Solo hay que recordar el impacto de la versión cinematográfica (1992) de la novela de Laura Esquivel, Como agua para chocolate (1989). Un texto, pero sobre todo su película, que impactó en distintos continentes por la creatividad y diversidad de la cocina mexicana, misma que tuvo un repunte mundial tras el éxito de la película.

En definitiva, la curiosidad que despiertan otros mundos, distintas formas culturales, encuentra claras referencias en los alimentos y en las formas de procesarlos y comerlos. Nada extraño entre los seres humanos en cualquier periodo histórico, pero que hoy en día tiene efectos comerciales y económicos como lo demuestra el aumento de la demanda de productos coreanos en México. Productos, como los musicales del mismo país, que las jóvenes generaciones consumen con una indudable fascinación.

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