Los dos bolos, de Pedro Irula

Pedro Irula. Foto: Archivo

 

Por Herberth Morales

Los cuentos que componen Los dos bolos podrían ser las piezas de un antropólogo que dejó de lado la tesitura de su diario de campo para atreverse a escribir (vivir) la ficción de lo observado. Los cuentos pertenecen al narrador Pedro Romero Irula. Romero Irula forma parte de una generación de escritores que nacieron después del pasado conflicto armado y que hoy dictan las nuevas claves de la ficción salvadoreña que recurre a temas como la memoria, la violencia social y las identidades; la migración y la diversidad sexual.

En ambos relatos Irula utiliza el lenguaje coloquial para que sus personajes o su narrador omnisciente evoquen aspectos de la religiosidad popular y lo sobrenatural. Por ejemplo, en El Rey Bolo de Deep Sívar nos narra cómo un desafortunado vigilante de un complejo habitacional fue despedido por contar a unos infantes de la existencia de una mano peluda que habitaba en el fondo de una barranca aledaña. Acto seguido, nos dice que el vigilante en su último día de labores escupe y hace «un gesto oscuro» con toda la intención de maldecir a sus anteriores patronos, lo cual fue respondido por un grupo de católicos armados de agua bendita y un rezo itinerante.

En su cuento La Casa Denegrida, el mulato y alcohólico Ciriaco Prieto experimenta un repentino descenso subterráneo que lo transporta a un misterioso túnel donde se encuentra con un ser que juega a revelarse a la mirada ajena como a esconderse de los ojos de sus espectadores. Al leer este cuento se puede establecer una analogía con el Xibalbá del Popol Vuh, solo que ahora el personaje que desciende al inframundo no es jugador de pelota o sabio de la mitología Maya, sino un alcohólico que huye de los golpes de un comandante local al que todos temían en un pueblito del siglo XIX salvadoreño.

Las relaciones de dominación y los elementos de la cultura autoritaria están presentes en su narrativa. En La Casa Denegrida, el comandante Bustamante es una suerte de avatar que pertenece a un ser extraterrestre que ha reencarnado múltiples veces en El Salvador con el único propósito de maltratar y explotar a sus habitantes. Así, Bustamante ha sido antes un perro come niños, «un soldado bizco» y un hacendado. Puede decirse que Bustamante es el arquetipo de una constante en la historia salvadoreña: el autoritarismo que reencarna para dejar hilos viscosos de sangre por doquier en todo tiempo.

Los cuentos de Pedro me desprendieron muchas carcajadas y la expresión “están cagados de la risa” sería la frase con la que se pudiera abrir cualquier conversación al respecto.

En este enlace se puede descargar, de forma gratuita, Los dos bolos y los demás libros de la colección Baraja de sombras publicados hasta la fecha: Baraja de Sombras. Escritores latinoamericanos – Entre Tejas

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