Llegar a nuestro destino
Margarita hizo memoria de cuánto tiempo tenía de conocer a Dani, una niña de alrededor de ocho años de edad que había visto cerca de casa, en una construcción que estaban haciendo. Su mente hizo el recuento y calculó alrededor de un mes.
Cuando Margarita la vio por vez primera identificó en Dani sus ojos llenos de luz y la sonrisa en su rostro, estaba charlando con una señora. Margarita intuyó que quizá era su abuelita. La actitud de Dani le hizo evocar a Margarita en su niñez en las vacaciones de verano. A esa edad su única preocupación era el juego con sus amistades del barrio.
Doña Ceci, vecina de Margarita, quien tenía una tienda de abarrotes se había hecho amiga de Dani. Conforme fueron pasando los días, Margarita fue conociendo un poco más sobre ella. Era una niña migrante que junto con su familia había salido de su país, Venezuela, en busca de mejores oportunidades de vida. Había aprendido a leer pero al migrar no continuó estudiando.
Las veces que Margarita llegaba a la tienda encontraba a doña Ceci acompañada de Dani, incluso antes de las 9 de la mañana. Dani ayudaba a acomodar algunas cosas en la tienda, le avisaba a doña Ceci cuando alguien llegaba a comprar y era gran conversadora. Doña Ceci compartía a Dani el desayuno y algunas frutas para su familia.
Dani siempre saludaba a Margarita y a quien llegara a la tienda, era atenta y les preguntaba qué cosa buscaban para avisar a doña Ceci. Margarita observaba que, aunque Dani era muy pequeña, era una niña muy segura, respetuosa y alegre. Al escuchar las conversaciones con doña Ceci advertía que la plática de la niña era interesante, denotaba sinceridad y madurez, a pesar de su corta edad. Por la mente de Margarita pasó más de una vez la reflexión sobre los retos que tenía la niñez migrante, de las difíciles experiencias que vivían con sus familias y que la infancia de niñas y niños era una etapa que poco podrían vivir en ese tránsito de la migración. Aún con todo, Dani era un ejemplo de las experiencias de vida que dejan aprendizajes; su ánimo, su voz alegre y sonrisa estaban presentes en su rostro, a diferencia del de su abuelita, con ojos grandes pero semblante triste, callada, como ausente.
Pasado ese mes Dani se había ganado el aprecio de doña Ceci, Margarita y la gente del barrio. Una tarde doña Ceci le comentó a Margarita y a otras vecinas que Dani y su familia continuaban su camino y se irían del barrio. Enseguida se hicieron comentarios que era una triste noticia, se organizaron para hacerle un desayuno a la niña y a su familia. Dani estaba muy contenta, el desayuno fue una sorpresa que la emocionó. Su familia estaba agradecida. Margarita se acercó y le obsequió una bolsa de tela, tipo mochila, con algunos dulces.
—Te vamos a extrañar Dani, te hemos agarrado cariño en el barrio. ¿A dónde irán ahora?
—Muchas gracias por el regalo doña Margarita, yo también los voy a extrañar. Primero iremos a México, de ahí hasta llegar a nuestro destino.
Margarita abrazó a Dani, sintió varios nudos en la garganta y no pudo evitar las lágrimas. Dani la observó,
—No llore, siempre los voy a recordar. Ahorita vengo, voy con mi abuelita —expresó, mientras su rostro sonriente observaba a Margarita.
Margarita se talló los ojos, respiró profundo deseando que Dani y su familia tuvieran buen camino y llegarán con bien a su destino.
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