Futuro incierto de Venezuela

Los pasados comicios del 28 de julio en Venezuela han vuelto a reflejar la polarización de su sociedad, al mismo tiempo que demuestran que los supuestos procesos democráticos, a través de la realización de elecciones, no siempre solucionan situaciones políticas enquistadas durante demasiadas décadas, como sucede en el país sudamericano.

Inconformidades políticas y manifestaciones públicas, tras el desacuerdo sobre los resultados electorales por parte de los opositores al régimen, han derivado en confrontaciones callejeras con el resultado de ciudadanos muertos, detenciones, y la amenaza del presidente electo, Nicolás Maduro, de encarcelar a los discrepantes venezolanos en presidios encargados de su reeducación, como si se tratara de modernos gulags.

La descomposición social y política de Venezuela la platican muchos de sus emigrantes, aquellos que se han convertido en miles en todo el continente americano y más allá del Atlántico. Personas en busca de un futuro que parece actualmente negado en su país, a pesar de que en algún momento fue uno de los paraísos de América Latina. La mala gestión de políticos, que exprimieron las riquezas nacionales e incrementaron la desigualdad social, permitió que nuevos e iluminados líderes los sustituyeran con los resultados observables hasta hoy en día.

En un mundo polarizado donde es un requisito existencial decantarse por una posición, en cualquier temática y sin ningún atisbo de crítica, señalar el autoritarismo vigente en Venezuela parece políticamente incorrecto, como también lo es ser poco confiado en sus posibles sustitutos, con filiaciones políticas y alianzas internacionales que tampoco permiten vislumbrar un prometedor futuro si alcanzan la meta de llegar a dirigir el gobierno de su país.

Hace no demasiados años la democracia parecía un objetivo cercano en América Latina, tras muchos años de dictaduras y gobiernos militares, sin embargo, lo que sucede en muchos países no llama al optimismo, por el contrario, resulta más que preocupante si, además, el vigía del norte puede contar con Donald Trump como futuro inquilino de la Casa Blanca.

¿Qué posibles soluciones se vislumbran para Venezuela o para otros países en América Latina? No parecen existir respuestas salidas de alguna chistera de prestidigitador, pero lo que resulta incuestionable es que cualquier régimen autoritario, del signo que sea o diga ser, no solventará los problemas individuales y colectivos existentes o que ellos mismos causan. El incremento de la pobreza en la región o el aumento de exilios y migraciones masivas son advertencias de que el camino no es el correcto.

Sería bueno dejar de tomar posiciones maniqueas y más propias de hooligans futbolísticos, para intentar reflexionar sobre los caminos de sociedades tan complejas, pero con tantas posibilidades, como las de América Latina. Venezuela es un ejemplo, seguramente a no seguir, de lo que puede ocurrir. Desgraciadamente no es el único caso, y como ya dije, el signo o filiación política de los gobernantes y gobiernos importan poco cuando se trata de imponer y avasallar la diversidad de ideas y opiniones de la ciudadanía.

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