Cómo se escribe la realidad, 1

Casa de citas/ 705

Cómo se escribe la realidad

(Primera de dos partes)

Héctor Cortés Mandujano

 

Erich Auerbach (1892-1957), brillante intelectual alemán, escribió el erudito ensayo Mimesis. La representación de la realidad en la literatura occidental (Fondo de Cultura Económica, 1950), traducido por I. Villanueva y E. Ímaz

Tomo de la contraportada la síntesis antes de compartir contigo, lector-lectora, citas de este libro magnífico: “Su Mimesis va trazando, a lo largo de tres milenios, la historia de la representación poética de la realidad en Occidente, a base de ejemplos característicos que en cada caso se transcriben y traducen para que el lector pueda seguir cabalmente el análisis”.

La tensión dramática o el suspenso en una lectura es resultado de una elaboración del hecho narrado que busca que el lector no deje de serlo. En la Ilíada, origen de la literatura, Homero nos relata la vuelta de Ulises a Ítaca disfrazado de viejo vagabundo. Lo reconocen, solamente, su perro Argos y su sirvienta Euriclea. Eso no significa, de inmediato, la matanza de los pretendientes. Pero eso que no es tensión dramática, suspenso, sí es un modo de no soltarlo todo de una vez. Una pausa. ¿Cómo lo hace Homero? Goethe y Schiller, en su correspondencia, analizan este hecho y lo llaman (p. 11) “lo ‘retardador’ ” y lo oponen al principio de “tensión”.

Euriclea conoce a Ulises desde niño y descubre, en el falso vagabundo, la cicatriz que tantas veces ha visto. Aquí hay otro procedimiento que nace y se usara y se seguirá usando: se crean dos planos, uno: el que está ocurriendo, otro: el que ocurrió; la herida se la hizo un jabalí y él lo recuerda; presente y pasado se unen; ese (p. 13): “procedimiento subjetivo-perspectivista, creador de primeros y segundos planos […] hace que el presente resalte sobre la profundidad del pasado”.

En Fortunata, de Petronio, el narrador, Encolpio, al retratar a Fortunata, Trimalción y sus convidados (p. 33) “al mismo tiempo, y sin saberlo, se retrata a sí mismo”. Eso nos pasa cuando hablamos de alguien más: hablamos de nosotros, sin querer. Otra nota sobre esta misma novela (p. 37): “En la literatura moderna, todo personaje, cualquiera que sea su carácter y posición social, y todo episodio, tanto fabuloso como de alta política, o limitado a lo doméstico, pueden ser tratados por el arte imitativo”.

Analiza también Auerbach, dentro de los Evangelios, la negación de Pedro, que tiene (lo sabrá quien lo haya leído) demasiadas problemas de narración, desde el punto de vista literario (pp. 50-51): “Una escena como la de la negación de Pedro no cabe dentro de ningún género antiguo: demasiado serio para la comedia, demasiado vulgar y de la hora para la tragedia, demasiado insignificante, desde el punto de vista político, para la historiografía, y, además, ha cobrado una forma directa que no se da en la literatura antigua”.

Petronio escribía, dice Auerbach, para las clases altas y las historias del Nuevo Testamento, que incluye la negación de Pedro, han sido escritas (p. 52)  “en forma que lleguen a todo el mundo; y no hay en ellas ni visión ordenadora racional ni intención artística”.

Ilustración: HCM

Cita al historiador y militar Ammiano Marcelino, quien se refiere a la rebelión de la plebe romana entre 350 y 380. Dice Auerbach que Ammiano no analiza las causas de la rebelión ni la situación de la población romana. Parece que la muchedumbre sólo se comportara con “estúpida desvergüenza”. Su texto nos muestra (p. 57) “cuánto más débil se ha vuelto lo humano y lo racional-objetivo, y cuánto más fuerte lo mágico y lo sensible”.

En la Historia de los francos, de Gregorio de Tours, dice el ensayista que usa para su texto sólo latín vulgar y que no tiene interés para muchos lectores; que (p. 85) “lo hubiera despachado en tres líneas”; al contrario del Cantar de Roldán que (119) “aunque este poema cuenta exclusivamente las hazañas de la clase feudal superior, se dirige también al pueblo”.

Las historias que rondan sobre el Rey Arturo, y a los caballeros y la corte han sido decididamente desfavorables (p. 138) “para el desarrollo de un arte literario que abarcara la realidad en toda su amplitud y profundidad”. Después vendrá, en un auto navideño sobre Adán y Eva, curiosamente, algunas (p. 153) “semillas más rudas del realismo. Y aparecen formas de mescolanza estilística, de acoplamiento directo de pasión y farsa burda, que nos impresionan como algo extraño e impropio”.

Con el “Infierno”, de la Comedia de Dante, se cuentan ahora (p. 169) “no sólo más cosas, y más importantes y dramáticas, en tan breve espacio, sino también mucho más variadas”; Bocaccio, en el Decamerón (p. 196) “hace entrar en juego todas sus artes: concentración de varios hechos en un periodo, cambios y yuxtaposiciones en la colocación de las palabras con el fin de resaltar lo importante, el ritmo acelerado o retardado en el desarrollo de la acción, el efecto ritmo-melódico”. Dante abrió camino para Bocaccio, pero aquí ya no son importantes los planteamientos religiosos (p. 212): “Sus personajes viven en la tierra y sólo en la tierra; ve la multiplicidad de las apariencias directamente como un mundo rico de formas terrestres”.

Rabelais supone una enorme libertad narrativa. Transcribo un fragmento de la larga cita sobre el diálogo entre Pantagruel, el gigante, y Alcófrybas, un hombrecito (p. 247):

“—¿De dónde vienes, Alcófrybas?

“Yo le respondí:

“—De vuestra garganta, señor.

“—¿Y desde cuándo estás ahí? –me dijo.

“—Desde que vos marchabais contra los Almyrodes –repuse.

“—Hace más de seis meses –replicó–. ¿Y de qué vivías? ¿Qué bebías?

“Yo contesté:

“—Señor, de lo mismo que vos mismo, y de los mejores bocados que pasaban por vuestra garganta percibía yo el derecho de tránsito.

“—Pero bueno –me dijo–, ¿y dónde cagabas?

“—En vuestra garganta, señor –repuse.”

 

La escritura de Rabelais hace que (p. 252) “Se entretejan relatos objetivos, relampaguean pensamientos filosóficos y, en medio de todo el trajín grotesco, asoma la imagen terrorífica y ‘criatural’ de la peste, en la que los muertos son sacados de las casas en carretadas”. Su modo de ver el mundo y de captarlo, incluye (p. 253) “el principio del torbellino de las categorías del acaecer, de la vivencia, de los reinos del saber, de las proporciones y de los estilos”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

 

 

 

 

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