Sobre En un espejo oscuro. El holocausto de EE.UU. en Centroamérica

Nadie leyó lo que escribí

Sobre En un espejo oscuro. El holocausto de EE.UU. en Centroamérica, Thomas R. Melville, Iximulew/Guatemala, Fundación Ixtatán/Editorial Cholsamaj, 2023[1]

Por Carlos Gutiérrez Alfonzo

CIMSUR-UNAM

En 2005 se publicó la edición en inglés de este libro. Y en 2023, un grupo de personas participó en la traducción y edición de En un espejo oscuro. El holocausto de EE.UU. en Centroamérica. Dividido en seis partes y un epílogo, su autor, Thomas R. Melville, se propuso contar cómo un muchacho de granja, de origen irlandés y suizo, quien nació al este del estado de Iowa, en Estados Unidos de Norteamérica, vivió en Guatemala las consecuencias de la política exterior del vecino del norte. Se trata del sacerdote Ronald William Hennessey, quien durante treinta y cinco años fue testigo de las atrocidades producto de esa política exterior estadounidense. Llegó a Guatemala en agosto de 1964, luego de haberse ordenado sacerdote en su país de origen.

Melville fue consciente de que se ha escrito de manera considerable sobre los sucesos de Guatemala que tuvieron lugar durante el siglo XX. En un espejo oscuro su autor buscó referirse a interioridades relacionadas con parte de esos acontecimientos. Tejió su relato con diferentes voces, con cartas, recuerdos y diarios de Ronald Hennessey. Utilizó seudónimos para proteger la identidad de los familiares de quienes se habla en el libro. Buscó construir un texto nítido. Y en ese su afán, afirmó que los “participantes han verificado los hechos que hay detrás de las citas” (2023, p. 22). Las cartas fueron sobre todo las que Hennessey escribió a sus familiares. Sus tres hermanas monjas, al recibirlas, las mimeografiaban para que en Estados Unidos se supiera lo que estaba pasando en Guatemala.

Melville trabajó el libro con Hennessey, quien era “una persona muy modesta y muy autocrítica” (2023, p. 22). Y del sacerdote de Iowa obtuvo la autorización para lograr su propósito: “¡Exacto! ¡Eso es! ¡Escríbelo!” (2023, p. 22). Y esa cercanía entre el autor del texto y Henneseey se produjo cuando se conocieron en Guatemala, en diciembre de 1964, en la escuela de idiomas de los Padres Maryknoll, en Huehuetenango. Los dos eran sacerdotes católicos. Melville llevaba siete años en Guatemala cuando conoció a Hennessey, quien en febrero de 1965 se convirtió en su asistente, en la parroquia de Cabricán.

La decisión de Thomas Melville de mostrarse partidario del proceso social que se estaba gestando en Guatemala, a partir de su toma de conciencia sobre su lugar como cristiano frente a un gobierno cuyas acciones de exterminio tenían el apoyo de los Estados Unidos de Norteamérica, originó que se le forzara a abandonar Guatemala, en diciembre de 1967; su lugar fue ocupado por Ronald Hennessey. Volvieron a encontrarse en Houston, Texas, en diciembre de 1985. Al conocer las cartas que había escrito a sus familiares, Melville le propuso a Hennessey que se escribiera su historia. Hennessey le respondió: “Quizá tú podrías escribirla por mí” (2023, p. 24). Fueron dieciocho años de trabajo para darle forma al libro En un espejo oscuro. El holocausto de EE.UU. en Centroamérica.

Son más de seiscientas páginas de las cuales ahora sólo quiero dejar unos apuntes. Entre estos, en los que sitúo la ausencia de un texto introductorio para la edición guatemalteca, puedo tomar el relacionado con el título del libro, cuya traducción resulta un acierto. Melville vio los hechos por medio de un cristal oscuro, que de inmediato me hace pensar en Muerte sin fin, poema de José Gorostiza, en cuyos versos se lee lo siguiente: “Tal vez esta oquedad que nos estrecha/ en isla de monólogos sin eco,/ aunque se llama Dios,/ no sea sino un vaso/ que nos amolda el alma perdidiza”. Y los traductores del libro trocaron el cristal por un espejo, que de pronto me remite al espejo humeante, instrumento divino, insignia emparentada con el dios azteca Tezcatlipoca, que le sirve al poeta Juan Bañuelos para escribir un libro con ese título, en cuyo poema El suicida tiene este fragmento: “Sólo/ asciende/ un pueblo de raíces por las gargantas de las aves/ que con su canto mueven la alfombra olorosa de la juncia/ El humo de las chozas se eleva imitando grecas mayas/ mientras se filtra el suero cíclico de la memoria” (Lecturas mexicanas, 1987, p. 202).

Tanto en el original como en la traducción está un adjetivo: oscuro. Tanto el cristal como el espejo son oscuros, están oscuros. Y no se trata ni del cristal oscuro ni del espejo oscuro, sino lo que pasa en esos objetos, y para eso, para indicar algo, está la preposición “en”. Algo ocurrió, lo cual se observa a través del cristal o frente al espejo. Quienes lean el libro en Guatemala, se mirarán frente al libro, ¿y lo encontrarán oscuro?

Una ha sido la intención del autor, el sacerdote Thomas Melville, ¿cuál será la de los lectores al acercarse a este libro? Son dieciocho años de dedicación para poner en palabras una historia que se remonta a mediados de la década de los cincuenta del siglo anterior y cuyo punto álgido se empezó a gestar a finales de la década de los sesenta de ese mismo siglo. Las jóvenes, los jóvenes que están ahora en esta presentación, ¿intentarán comprender lo que acá se diga? ¿Se sentirán motivados para mover una parte de su ser como integrantes de una sociedad que ha sido confrontada por intereses, en muchas ocasiones, impuestos desde afuera?

La estrategia de Melville fue relatar cada momento con enorme detalle. Una fecha, por ejemplo: 17 de julio de 1982. Una descripción: “El sacerdote se sentó en el borde de la cama, inclinado, con la cabeza entre las manos, los ojos cerrados con fuerza y el estómago duro como una piedra” (2023, p. 29). Un conocimiento de quienes se habla: “todo ello contado al modo típicamente maya carente de expresividad” (2023, p. 30). Su proceder estuvo en relación con la manera en que Hennessey afrontó la situación que le había tocado vivir; el sacerdote Ron se sintió orillado a “documentar lo más completa y fielmente posible” (2023, p. 33) lo que estaba pasando. No sólo había que consignar los nombres, sino también decir la forma de pensar de las personas, su concepción sobre el tiempo, por ejemplo, el cual definían de forma circular “no lineal o progresivo, que se repetía una y otra vez en secuencias matemáticas recurrentes” (2023, p. 34). Se trataba de personas que vivían en aldeas, dedicadas a cultivar la tierra, quienes organizaban su vida de acuerdo como la habían concebido sus ancestros. Las particularidades de los habitantes del departamento de Huehuetenango fueron vistas a la luz de las decisiones de las autoridades estadounidenses, empeñadas en apoyar a quien se encontraba al frente del gobierno de Guatemala. Y la ubicación de localidades y aldeas en una lista negra fue un mal signo.

Asombra la precisión con la que Melville relata cada momento: el día, la hora, los minutos. Y es exacto al marcar cuáles eran los intereses de Hennessey en vista de su formación sacerdotal y de su toma de conciencia; debía apartar de él cualquier malentendido que pusiera en riesgo, aún más, su vida, como había sido la constante en la zona que estaba bajo su jurisdicción. Era consciente de que pesaba sobre él que en cualquier momento se le exigiera lealtad ante la causa que se defendía. Tuvo frente a sí, en un momento, a una cuadrilla, formada por cuatro personas; cuatro de ellas identificables como pertenecientes a las aldeas del departamento de Huehuetenango. Y uno de ellos fue ubicable de esta forma: “El porte erguido y la altura del líder, las muestras de confianza en sí mismo y una complexión más delgada le identificaban como un ladino urbano” (2023, p. 153). Con dicho ladino, Hennessey mantuvo un diálogo certero, en el que cada uno buscó poner en claro sus planteamientos, y en el que siempre permaneció sobre él la “mirada inquisidora” del “ladino urbano”.

Había sido ardua la labor del sacerdote Ronald Hennessey para transmitir a su feligresía los postulados de la doctrina cristiana, la cual se acentuaba sobre el conocimiento que esa población debía tener de las condiciones sociales y económicas que se estaban viviendo, las cuales, para la cuadrilla comandada por el “ladino urbano”, debían ser transformadas en aras de la construcción de una sociedad igualitaria. Esa idea sobre el cambio que debía vivir la sociedad guatemalteca hacía ocho años que se venía gestando en la clandestinidad, cuando Hennessey tuvo el encuentro, en su parroquia, con el pequeño grupo comandado por el erguido líder: “Hemos pasado ocho años construyendo esta organización desde la nada. Hasta hace poco nadie podía unirse a nosotros si no estaba bien preparado y conocía nuestras reglas de conducta” (2023, p. 158).

Y en ese proceso de formación, el líder urbano sabía que como entidad reconocible debía enfrentarse lo que él mismo definió como un problema: el de las características culturales de la población que dicha organización trataba de persuadir. En ese diálogo definitorio, hubo palabras duras de uno y otro lado. El líder urbano insistía en ubicar a Hennessey del lado del gobierno estadounidense. Y el sacerdote era claro al marcar su individualidad, cuyo fin era preservar la vida de los demás.

Resulta subrayable, aún más, que el narrador del relato se esmera en transmitir la veracidad del encuentro entre Hennessey y el líder urbano: “El orador calló. Mantenía la barbilla ligeramente levantada, los músculos de la mandíbula se tensaban y relajaban, y la respiración era rápida y superficial” (2023, p. 158). Para luego continuar de esta forma: “Hennessey esperó unos minutos, preguntándose si la atmósfera era propicia para el entendimiento” (2023, p. 158).

Es tanto el afán de Melville por alcanzar la verosimilitud en su relato que no pierde detalle: “En ese preciso instante un perro empezó a ladrar, después otro y otro. Los ladridos parecían provenir de una distancia de 100 a 150 metros” (2023, p. 159). Al final, lo que estaba en juego en ese encuentro era la identificación de dos posturas respecto a la historia de Guatemala: “¡Seamos realistas, padre! ¡Usted es un norteamericano y un sacerdote! Como persona, como individuo, ¿usted es leal al gobierno estadounidense…?” (2023, p. 161), espetó el líder urbano. Y el sacerdote reviró con señales sobre el proceder de la organización que quería tener el control de la zona, una actuación en la que se dejaba ver también que se violaban los derechos humanos.

Quizá el libro de Thomas Melville, En un espejo oscuro. El holocausto de EE.UU. en Centroamérica, debe verse a la luz del proyecto que dio inicio en 1994 que tenía como objetivo la recuperación de la memoria histórica de ese largo proceso de confrontación que, en Guatemala, de manera eufemística se ha denominado conflicto interno. No he podido saber ahora cuántos libros con las características del que ahora se presenta se han escrito en Guatemala.

Si bien Melville tuvo la entereza para escribir sobre los treinta y cinco años que Ronal Hennessey vivió en Guatemala, sobre todo, en el departamento de Huehuetenango, al final, este libro es un ajuste de cuentas para distanciarse él mismo de la política intervencionista de los Estados Unidos de Norteamérica. Es también una puesta en claro sobre cómo se han hecho las cosas en Guatemala, de acuerdo con la visión de Hennessey, apuntalada por la de Melville. Se deja ver también que los intervencionistas estuvieron empeñados en justificar sus acciones.

En 1968, un funcionario asistente de la embajada de Estados Unidos en Guatemala mandó a sus superiores un informe elocuente y premonitorio sobre lo que se habría de vivir en el país centroamericano. Cuando en una entrevista se le interrogó sobre el efecto que había tenido su texto, el funcionario respondió: “Nadie leyó lo que escribí” (2023, p. 640).

En un espejo oscuro. El holocausto de EE.UU. en Centroamérica es un libro que invita a que se haga consciente que el destino debe tomarse en las propias manos. Son cuarenta años que marcaron la historia de un país que se ha visto sometido a disposiciones externas. ¿Cómo acercarse a esos años, quienes son ahora jóvenes? El texto de Thomas Melville es para leerse con lentitud y quizá no de manera solitaria. Es probable que se necesite de ayuda para avanzar por esa trama que está entre la primavera y el invierno, un crudo invierno.

En el subtítulo del libro está la palabra Centroamérica. Con ella se marca que Ronald vivió siete años en El Salvador, de 1986 a 1992, en donde de nuevo su vida estuvo en peligro. Otra palabra del subtítulo la dejo así, sin más, para que la connotación de dicha palabra sea descubierta por las lectoras, los lectores del libro. Para Thomas Melville, “Los efectos de cuatro décadas de impunidad por el comportamiento sociópata de personalidades e instituciones de Guatemala y Estados Unidos probablemente necesitarán varias generaciones para borrarse” (2023, p. 632). Quizá es un tiempo ahora para limpiar las heridas que ya deben estarse convirtiendo en cicatrices.

Muchas gracias,

[1] Texto leído en la presentación de En un espejo oscuro. El holocausto de EE.UU. en Centroamérica, Thomas R. Melville, Iximulew/Guatemala, Fundación Ixtatán/Editorial Cholsamaj, 20223, la cual se llevó a cabo el jueves 25 de julio de 2024, en la biblioteca del CUNOROC—Universidad de San Carlos de Guatemala, en Huehuetenango, Guatemala.

 

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