Odas, 1
Casa de citas/ 701
Odas
(Primera de dos partes)
Héctor Cortés Mandujano
Mi amiga Linda Esquinca me regaló, y leí, los tres libros de odas, de Pablo Neruda: Odas elementales (1954), Nuevas odas elementales (1956) y Tercer libro de las odas (1957), de los cuales te comparto lector, lectora, algunos versos de las emblemáticas ediciones de Losada.
Odas elementales (Editorial Losada, 1975)
Se extraen minerales
rascando el infierno
Neruda,
en “El hombre invisible”
Lo asombroso de un poeta como Neruda es su enorme capacidad de mostrarnos otro modo de mirar, de decir, de pensar, de imaginar las cosas cotidianas. En este libro hay odas, por ejemplo, al aire, a la alcachofa, al átomo, a la crítica, al día feliz, a la fertilidad de la tierra… El hombre era un mago y hacía maravillas con las palabras. Leerlo me hace feliz.
En “El hombre invisible”, una especie de prólogo, dice que hay poetas que creen que todas las cosas le pasan a él y a su querida; en cambio (p. 9) “yo voy por las calles/ y sólo yo no existo,/ la vida corre/ como todos los ríos,/ yo soy el único/ invisible”. Y más (p. 11): “yo quiero/ que todos vivan/ en mi vida/ y canten en mi canto,/ yo no tengo importancia”; su poema, dice, es (p. 13) “el canto del hombre invisible/ que canta con todos los hombres”.
En su “Oda al aire” le pide (p. 15): “No, aire,/ no te vendas,/ que no te canalicen,/ que no te entuben,/ que no te encajen/ ni te compriman,/ que no te hagan tabletas,/ que no te metan en una botella”.
Para describirla dice en la “Oda a la alcachofa” (p. 18): “La col/ se dedicó/ a probarse faldas”, y luego, después de pasar por la olla (p. 19) “escama por escama/ desvestimos/ la delicia/ y comemos/ la pacífica pasta/ de su corazón verde”.
Escribe en su “Oda a las aves de Chile” (p. 33): “Aves amargas,/ buscadoras de sangre,/ nutridas con serpientes,/ ladronas,/ brujas del monte,/ sangrientas/ majestades,/ admiro/ vuestro vuelo”.
La “Oda a la cebolla” es linda (p. 41): “Constelación constante,/ redonda rosa de agua,/ sobre/ la mesa/ de las pobres gentes”. Y más (p. 42): “Yo cuanto existe celebré, cebolla,/ pero para mí eres/ más hermosa que un ave/ de plumas cegadoras”.
Dice en la “Oda al día feliz” (p. 55): “Qué voy a hacerle, soy/ feliz,/ soy más innumerable/ que el pasto/ en las praderas”. Y en “Oda al fuego” discurre (p. 76): “Pero sólo palabra/ no eres,/ aunque toda palabra/ si no tiene/ brasa/ se desprende y se cae/ del árbol del tiempo”.
En su “Oda al hilo” escribe (p. 88): “Necesitamos mantas/ para todo el invierno./ Ahí vienen/ los campesinos,/ traen para el poeta/ una gallina, sólo/ una pobre gallina./ ¿Qué vas a darles tú,/ qué vas a darles?”. Y en su “Oda al invierno” le dice (p. 95): “Para mí, Invierno,/ eres/ un caballo,/ niebla te sube del hocico,/ gotas de lluvia caen/ de tu cola,/ electrizadas ráfagas/ son tus crines”.
“Oda al libro” (p. 111): “Libro, cuando te cierro/ abro la vida”. Y más (p. 112): “Libro, déjame libre […]/ mis poemas/ no han comido poemas,/ devoran/ apasionados acontecimientos,/ se nutren de intemperie,/ extraen alimento/ de la tierra y los hombres”.
Juega en “Oda al mar” (p. 129): “Ahí viene el viejo mar/ repartiendo pescado”. En “Oda a la noche” escribe (p. 140): “La noche también duerme/ como un caballo ciego”. En “Oda al pasado” dice (p. 160): “En un solo minuto/ se juntaron./ Es éste./ Ésta es la hora,/ la gota de un instante/ que arrastará el pasado./ Es el presente”.
Hace una referencia a su trabajo poético en “Oda a la poesía” (p. 167): “Dejé de verte como/ náyade vaporosa,/ te puse a trabajar de lavandera,/ a vender pan en las panaderías,/ a hilar con las sencillas tejedoras,/ a golpear hierros en la metalurgia./ Y seguiste conmigo/ andando por el mundo”.
Nos cuenta cómo se incorpora el tomate a un guiso en “Oda al tomate” (pp. 200-201): “Nos muestra/ sus circunvoluciones,/ sus canales,/ la insigne plenitud/ y la abundancia/ sin hueso,/ sin coraza,/ sin escamas ni espinas,/ nos entrega/ el regalo/ de su color fogoso/ y la totalidad de su frescura”.
Me encantó este verso de la “Oda a la tranquilidad” (p. 209): “Nada es mudo en la tierra”.
En su “Oda al verano” dice al sol (p. 2018): “Sol terrible y paterno,/ sudoroso/ como un buey trabajando”. Y más (p. 220): “Crepita/ sin quemarse/ la noche/ del verano”.
Qué tino para hablar del calor lúbrico que produce el alcohol en “Oda al vino” (p. 224): “Que el cántaro de vino/ al beso del amor sume su beso”.
Nuevas odas elementales (Editorial Losada, 1971)
Para que todos vivan
en ella
hago mi casa
con odas
transparentes
Pablo Neruda,
en “La casa de las odas”
En este nuevo libro sigue Neruda derramando, como si fuera tan sencillo, versos que alumbran. Dice en la “Oda a la bella desnuda (pp. 24-25): “Iguales son tus pechos/ de paralela plenitud, colmados/ por la luz de la vida./ Iguales son/ volando/ tus párpados de trigo/ que descubren/ o cierran/ dos países profundos en tus ojos”. Y más (p. 26): “se desprende/ de ti la claridad como si fueras/ encendida por dentro./ Debajo de tu piel vive la luna”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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