Los Estados Unidos: el miedo como control político
Desde los tiempos de la formación de las colonias en lo que es hoy Norteamérica y concretamente los Estados Unidos, el miedo ha sido un formidable mecanismo de control de la población. Incluso, en las películas “de vaqueros” que describen el poblamiento del Oeste y Centro Oeste de los actuales Estados Unidos (EE.UU.), el arma y el miedo van juntas con el avance de los llamados “pioneros” en el contexto de la teoría de la frontera que propuso el historiador Frederick Jackson Turner allá por 1920. Según Turner, la frontera es la “tierra vacía” que es necesario conquistar para la civilización. Los primeros colonos venidos de Inglaterra que iniciaron el proceso colonial en los actuales EEU, fueron llamados “pioneros” y asentamientos pioneros a sus poblaciones. Para ellos, los pueblos originarios como los Sioux, Comanches, Arapaho, Pies Negros, Cherokes, Apaches, etcétera y etcétera, eran nadie además de concebirlos como especies de demonios a los que habría que exterminar. El miedo en los Estados Unidos siempre inventa a un enemigo, al que es necesario vencer para salvar a la civilización, al mundo libre, que son ellos, los norteamericanos. El miedo a los pueblos además de la ambición por despojarlos de sus territorios bañó de sangre al territorio que es hoy la Unión Americana, como ellos mismos se nombran. Durante décadas, los enemigos fueron los propios pueblos originarios a los que se confinó a vivir en las llamadas “reservaciones” para distinguirlos con claridad del verdadero “Americano”, aquel que es resultado del “American Way of Life”. Con el paso del tiempo, el manejo del miedo se convirtió en un arma política de las elites que controlan al país. Con ese miedo, controlan a una población que tiene permitido usar armas, precisamente para defenderse de esos enemigos que a diario se le recuerdan al pueblo norteamericano a través del cine, la televisión y ahora los llamados estremings. Así surgió después de la segunda guerra mundial el nuevo enemigo, al que habría que temerle y combatir con las armas: el comunismo. Todo un contexto tuvo esa situación: la Guerra Fría en la que los Rusos y aliado eran el enemigo más todas las izquierdas a las que había que eliminar como lo hicieron con Salvador Allende en Chile y todos los golpes de Estado propiciados en América Latina y El Caribe. Hay que eliminar a los comunistas porque representan el mal, el acabose del mundo libre, la desaparición de la civilización que, por supuesto, son ellos, los verdaderos “americanos”: el hombre blanco, temeroso de Dios y lector de la Biblia. Incluso el cine norteamericano ha sido una de las escasas fuentes críticas en denunciar estos prejuicios que aumentan el miedo. Por ejemplo, aquella hermosa película llamada “Matar a un Ruiseñor” protagonizada por Gregory Peck y Harry Belafonte. Caído el Muro de Berlín y deshecha la Unión Soviética, los “comunistas” perdieron el protagonismo en el miedo norteamericano para que surgiera el nuevo enemigo: los terroristas, los musulmanes, el Islam. Décadas pasaron en las que el pueblo de Norteamérica fue infundido con el miedo de que el terrorismo destruyera ese “mundo libre” que construyeron además por ordenes nada menos que del propio Dios. Aunque los terroristas siguen siendo uno de los enemigos, en la actualidad la nueva amenaza son nada menos que los migrantes, a los que se califica de delincuentes, introductores de enfermedades, portadores de la droga que mata a 100,000 jóvenes norteamericanos cada año. Y para provocar más el miedo y justificar la violación del mandamiento bíblico que dice tajantemente “No Matarás”, los círculos de poder inventaron el autoatentado para demostrar al pueblo que es verdad la amenaza. Así, justificaron entrar a la segunda guerra mundial cuando fingieron ignorar el ataque japonés a Pearl Arbor; igual justificaron los genocidios cometidos en Vietnam hundiendo sus propios barcos en el Golfo de Tonkin y achacándoles a los “comunistas” ese hecho. Igual derribaron las Torres Gemelas para advertir al pueblo del peligro que es el Islam. Y últimamente culminaron la hazaña con fingir de manera magistral el atentado contra el personaje que encarna al fascismo más peligroso que el de Hitler. El miedo, siempre el miedo, como lo ha denunciado la sociología crítica en Norteamérica y aun el cine hecho por Moore. Así que el pueblo de Norteamérica necesita despertar y ser consciente que el mundo no es ninguna amenaza. Que el miedo se ha usado en los Estados Unidos para domeñar al propio pueblo norteamericano y justificar al imperialismo. Las armas no solucionan los problemas humanos además de que cada pueblo es libre de elegir su destino. Por ello debemos redoblar los esfuerzos sociales por logar un mundo en donde el miedo no sea un arma política y en donde impere una sociedad libre de la desigualdad social que hoy nos agobia.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 22 de julio de 2024.
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