El comienzo por el verbo
Casa de citas/ 698
El comienzo por el verbo
Héctor Cortés Mandujano
Quiero palabras ásperas,
como piedras vírgenes
Pablo Neruda,
en “Verbo”
Leo tres libros de Pablo Neruda: El habitante y su esperanza (1957), La barcarola (1967) y Las manos del día (1968), publicados por editorial Losada y regalos de mi amiga Linda Esquinca.
El habitante y su esperanza es un libro que mezcla prosas con viejos poemas. Me llamó la atención “Llénate de mí…” (pp. 45-46): “Quiero no tener límites y alzarme hasta aquel astro./ Mi corazón no debe callar hoy o mañana./ Debe participar de lo que toca,/ debe ser de metales, de raíces, de alas./ No puedo ser la piedra que se alza y que no vuelve.,/ no puedo ser la sombra que se deshace y pasa”.
La barcarola es un libro raro en la producción de Neruda. No tiene, según yo, la aparente facilidad, que pareciera milagrosa, de muchos otros libros suyos. Es un libro que se resiste más a las palabras, a la música, como hecho a fuerzas, aunque, claro, nunca será un desperdicio dedicarle tiempo a los poemas de este gran chileno. En “Estoy lejos” Neruda parece darme la razón (p. 39): “Yo cambié tantas veces de sol y de arte poética/ que aún estaba sirviendo de ejemplo en cuadernos de melancolía/ cuando ya me inscribieron en los nuevos catálogos de los optimistas,/ y apenas me habían declarado oscuro como boca de lobo o de perro/ denunciaron a la policía la simplicidad de mi canto”.
En lo que llama “Tercer episodio” (hasta la estructura del libro es rara), “Corona del archipiélago para Rubén Azócar”, dice (p. 46): “No es la vida la que hace a los hombres, es antes,/ es antes: remoto es el peso del alma en la sangre:/ los siglos azules, los sueños del bosque, los saurios perdidos/ se agregaron a ti antes de nada, tejieron con sombra y madera/ el asombro del niño que te acompañó por la tierra”.
En “Claro del sol”, escribe algo que me parece una enorme enseñanza (p. 85): “Yo busqué la bondad en el bueno y en el malo busqué la bondad/ y busqué la bondad en la piedra que lleva al suplicio/ y encontré la bondad en la cueva en que vive el halcón/ y busqué la bondad en la luna cubierta de harina campestre/ y encontré la bondad donde estuve: ese fue mi deber en la tierra”.
En Las manos del día los poemas tienen títulos y números romanos. En “XXII. El que canto cantará” escribe (p. 45): “Cuando todos los días me mataban/ me acostumbré a nacer, y por supuesto,/ este es mi oficio, y no tiene importancia”.
En “XXIII. Los soberanos” explora lo que no pudo hacer y se compara con ciertos animales que se hacen a sí mismos (pp. 46-47): “La caracola no la puede hacer/ sino la propia bestia/ íntima, en su silencio,/ y es propiedad de los escarabajos/ la errante y enigmática estructura/ de los siete relámpagos que ostentan. […] ellos sacaron de su propia esencia/ su construcción y su soberanía”.
El “LI. Esto es sencillo” hace una evidente crítica a la vanidad humana (p. 90): “Ningún árbol me dijo:/ Soy más alto que todos/ Ninguna raíz me dijo:/ Yo vengo de más hondo/ Y nunca el pan ha dicho:/ No hay nada como el pan”.
El poema “LXV. Yo no sé nada” termina así (pp. 111-112): “Todo comienza con palabras,/ nuevas palabras que se sientan solas/ a la mesa, sin previa invitación,/ palabras detestables que tragamos/ y que se meten en nuestros armarios,/ en nuestras camas, en nuestros amores,/ hasta que son: hasta que comienza/ otra vez el comienzo por el verbo”.
Dice en “LXVII. El regalo” (p. 116): “Quiero todas las manos de los hombres/ para amasar montañas/ de pan y recoger/ del mar todos los peces,/ todas las aceitunas/ del olivo,/ todo el amor que no despierta aún/ y dejar un regalo/ en cada una de las manos/ del día”.
***
Dios es un tipo malévolo
no se quiere emborrachar conmigo
Antonio Henestrosa,
en “Ya vas, carnal”
Mi amigo Antonio Henestrosa me trajo de regalo sus dos breves libros más recientes: Yo sólo escribo para feisbuc (2021) y Origamis para vos (2022), que él mismo diagrama, corrige y publica en su editorial personal Conejo blanco.
En Yo sólo escribo para feisbuc tiene varios textos donde habla de su vida. En “¡No Nabokob, no!”, por ejemplo, hace un resumen de porqué fue elegido para ser sacerdote y cómo las lecturas literarias (los Beat y los de la Onda), y otros sucesos, desde luego, le libraron de ello (p. 22): “abrí los brazos/ y vi a varios dioses que festejaron mi irreverencia”.
En el poema que da título al volumen habla de ciertas opiniones poco favorables sobre su trabajo y asienta (p. 28): “yo pago la publicación de mis libros/ y los regalo porque no creo que alguien quiera comprarlos/ yo sólo escribo para feisbuc”.
De “No, no soy poeta” son estas preguntas (p. 40): “¿Qué he ganado en todo este tiempo con papeles que invadieron de soledad un bosque y alguien dejará en el bote de basura?”.
Origamis para vos (con un origami, un corazón verde, en la portada) se propone un libro temático, de amor. En el poema catorce está esperando a su amada (p. 20): “para fundirme en tu cuerpo/ y volver a ser uno/ en la algarabía del Dios/ que habita nuestro patio”.
En el quince, dice a su mujer (p. 21): “estamos a nada de ser Adán y Eva/ y crear/ un nuevo paraíso”.
Escribe en el treinta y seis (p. 42): “con el viejo truco de conocer la eternidad/ escribiste mi nombre sobre la arena/ yo escribí tu nombre junto al mío”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
Sin comentarios aún.