Los milagros curativos de la limonada
Casa de citas/ 693
Los milagros curativos de la limonada
Héctor Cortés Mandujano
El mal que hacemos no atrae tantas persecuciones y tanto odio
como nuestras buenas cualidades
Francois La Rochefoucauld,
citado por Mario Farina
Leo en uno de mis lectores electrónicos Adorno, teoría crítica y pensamiento negativo, de Mario Farina, con traducción de Juan Escribano.
El texto es un análisis de la vida y la obra del filósofo Theodor Wiesengrund Adorno (1903-1969), quien es uno de los nombres básicos del pensamiento alemán, miembro de la llamada Escuela de Frankfort, que estaba adscrita al Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frankfort.
Dice Farina, para aclarar una definición que suele entenderse de otra manera (p. 22): “En realidad, una ideología no es simplemente –como suele creerse hoy– un punto de vista acerca del mundo, sino que es un punto de vista hipócrita sobre la realidad. Las libertades civiles, los derechos civiles, por ejemplo, son ideológicos –según un marxista– porque tienen la función hipócrita de ocultar las verdaderas diferencias, que son las que tienen lugar en la vida concreta: en la producción y en el consumo”.
Cita Farina un fragmento de un discurso que dio Adorno a sus 18 años. Ya tenía mucha claridad sobre su profesión (pp. 26-27): “Quien hoy elija por oficio el trabajo filosófico, ha de renunciar desde el comienzo mismo a la ilusión con que antes arrancaban los proyectos filosóficos: de que sería posible aferrar la totalidad de lo real por la fuerza del pensamiento”.
Las vidas de Adorno y de varios filósofos de su tiempo fueron transformadas por la ascensión al poder de Hitler. En un estudio de la universidad descubrieron que si los industriales y la clase media se sentían beneficiadas apoyarían a Hitler y estallaría la guerra. Y eso ocurrió. La mayoría de los filósofos de la Universidad de Frankfort se fue a los Estados Unidos de América, pero Walter Benjamin, por ejemplo, decidió irse a París. No pudo abandonar la Francia ocupada por los nazis y se suicidó, con una sobredosis de morfina, a los 48 años.
Farina escribe (pp. 48-49): “La liberación muestra siempre su lado oscuro, su principio opuesto, y cuanto mayor es el progreso, mayor es también la catástrofe que le sigue. Y para hacerse una idea basta con comparar las víctimas de tres guerras separadas por menos de un siglo: la guerra franco-prusiana de 1879-1871 causó en casi un año 180.000 muertos, la batalla de Mame de 1914 costó 150.000 en sólo siete días, y según las estimaciones en Hiroshima y Nagasaki murieron, en pocos instantes, entre 90 y 166.000 personas”.
En la Dialéctica de la ilustración, que Adorno escribió con Horkheimer, escriben sobre la ideología en los productos de consumo masivo (p. 51): “El pato Donald en los dibujos animados, como los desdichados en la realidad, recibe sus golpes para que los espectadores aprendan a habituarse a los suyos”.
Farina dice que la de Adorno es una filosofía paradójica, pues por un lado afirma la imposibilidad de escapar al mundo y a su carácter opresivo, y por el otro reclama siempre la atención sobre la necesidad de resistir al dominio. Escribe Farina sobre esta dialéctica negativa de Adorno (p. 98): “La negatividad del pensamiento es por eso lo siguiente: la admisión del poder desmesurado del mundo de la producción y el consumo, del círculo mágico de la existencia del que es imposible sustraerse, pero al mismo tiempo del imperativo de oponerse a él. No importa hasta qué punto parezca opresiva la realidad, la necesidad es resistir”.
Nuestro pensamiento no puede abarcar toda la realidad. El saldo es negativo.
En 1950 Adorno regresó a Alemania.
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Alforja VII, Revista de poesía, 1999, es de hecho un libro que contiene, en este caso, como tema principal, el cine y la poesía.
Francis Mestries Benquet, en el ensayo “Dolores Castro. Análisis de su obra poética”, cita una cita de Dolores Castro, que yo cito; se supone que corresponde a Fernando Pessoa (p. 44): “El poeta superior dice lo que efectivamente siente. El poeta inferior dice lo que cree sentir. El poeta medio dice lo que decide sentir”.
Escribe Lucebert, seudónimo de L. J. Swaanswyk (1924), en “Defensa de los cincuenta” sobre el cambio que hay entre la realidad que lo inspira y el poema (p. 65): “las propias almas son burdeles,/ de modo que el placer con una extraña en la cama/ se trueque al día siguiente en versos pulcros”.
Dice Remco Campert (1929) en “Poesía” algo que no sé si sea cierto (p. 69): “Voltaire tenía viruela pero/ se curó, entre otras cosas, tomando/ 120 litros de limonada”. Me encantó “Un espejo infantil”, de Judith Herzberg (1934), quien supone cuando niña lo que hará de adulta (p. 71): “Tomaré un esposo tierno y cariñoso y famoso,/ algo más regular, todo el día y toda la noche/ estaremos juntos por siempre jamás”.
Gustavo García escribe “Cine y poesía: unas cuantas evidencias” y dice que de las versiones cinematográficas sobre El Quijote le gustó más una aparición (p. 76): “el momento insólito en que un ejemplar del libro aparece flotando en el aire enrarecido de la nave de Solaris (1969, Tarkovsky)”.
Sin mencionarla por su nombre, Jorge Montealegre escribe en “El ángel sepia” sobre Marlene Dietrich (p. 93): “ ‘Murió sola -dicen los cables- cuando miraba el álbum familiar’/ como en una butaca mirándose a sí misma/ Sola/ mientras los bisnietos le escriben poemas/ a sus piernas de ángel sepia: los bastones más bellos del mundo”.
En “El apocalipsis” escribe Andrei Tarkovski sobre Las enseñanzas de don Juan, de Carlos Castaneda, y de que el libro pueda no ser realidad, sino invención (p. 127): “Si esto es inventado por un hombre y no es, por llamarlo así, verdad histórica, entonces en verdad es un milagro y de hecho es aún un mayor milagro que si hubiera tenido lugar en la realidad”.
Pier Paolo Pasolini escribe en “La divina Mímesis” sobre el carácter de compradores que tenemos los seres humanos. Dice (p. 141): “Todo lo que necesitamos para manifestarnos es comprado”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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