Una medalla de honor para el maestro Andrés Fábregas Roca
Entre los días 17 y 18 de julio de 1936, un general golpista, Francisco Franco, dirigió en España un levantamiento militar, un golpe de Estado, contra la República recién electa por abrumadora mayoría. Franco comenzó su ataque en contra de la democracia desde Marruecos, auxiliado por la fuerza área de Adolfo Hitler y las tropas de Benito Mussolini. Así se fraguó el eje fascista entre Franco, Hitler y Mussolini. El término del conflicto bélico desatado por Franco llegó a su fin el 1 de abril de 1939, fecha en la que el futuro dictador de España decretó el final de una guerra en la que tanto los alemanes como los italianos, conducidos por gobiernos fascistas, probaron sus armas, las que usarían en la Segunda Guerra Mundial que inició precisamente el 1 de septiembre de 1939 y llegó a su final con el triunfo de los aliados el 2 de septiembre de 1945 y la derrota de un eje fascista al que se había unido el Japón. La llamada Guerra Civil de España fue un complejo conflicto provocado por un golpe militar, que articuló la lucha de clases, la defensa de la democracia y el combate contra el fascismo. Fue una “Guerra por la Humanidad Universal” y un prolegómeno de la Segunda Guerra Mundial. Al declararse el final del conflicto en España, miles de combatientes republicanos tuvieron que exiliarse debido a la brutal represión desatada por Francisco Franco. Fueron miles los combatientes republicanos que estuvieron prisioneros en campos de concentración en Francia, presionados para unirse a las filas de la Legión Extranjera francesa. Pero gracias a la firme decisión del Presidente de la República mexicano, General Lázaro Cárdenas del Río y a la diligente e incasable labor del Cónsul de México en Francia, Gilberto Bosques, fueron miles los combatientes republicanos que pudieron legar a México y a otros países latinoamericanos, salvando la vida y rehaciendo sus destinos. En ese río humano de una España que Pedro Garfias inmortalizó en aquel poema escrito en la cubierta del barco en el que se trasladaban miles de republicanos, venía el joven Andrés Fábregas Roca. El poeta Pedro Garfias escribió: “España que perdimos, no nos pierdas/guárdanos en tu frente derrumbada, conserva a tu costado el hueco vivo de nuestra ausencia amarga/que un día volveremos, más veloces, sobre la densa y poderosa espalda/de este mar, con los brazos ondeantes y el latido del mar en la garganta” (Entre España y México, versos que el poeta escribió a bordo del buque Sinaia camino a México). En esa oleada de luchadores por la libertad llegó a México el joven barcelonés Andrés Fábregas Roca. Desembarcado en Coatzacoalcos, Veracruz, fue destinado a Chiapas por los agentes del gobierno de Lázaro Cárdenas. A bordo del tren en que viajaba hacia una tierra desconocida, el joven Fábregas se encontró con un joven chiapaneco, José Casahonda Castillo, con quien conversó largo. En aquella noche, a bordo de un tren en tierras mexicanas, recuerda Andrés Fábregas Roca a su interlocutor en la entrevista que sostienen: “A la derrota de la República Española, tuvimos que salir de la patria, a un campo de concentración en Burdeos, luego al África, en Casa Blanca; y luego por las aguas del Mar Caribe, sin destino, como un buque fantasma, de Santo Tomás a Santo Domingo y a La Martinica…Por fin Veracruz y Puerto México, hoy Coatzacoalcos, en donde desembarcamos. Los largos días de ese peregrinar fueron duros, arbitrarios y dolorosos. La incomprensión nos hacía mucho daño” (En, Andrés Fábregas Roca. Obra Reunida, Compilación y edición de José Martínez Torres y Antonio Durán Ruiz, México, UNACH y AFINITA Editoriales, 2014, página 60). Después de un lapso de un año viviendo en Guadalajara, jalisco, Andrés Fábregas Roca se trasladó a Tuxtla Gutiérrez, la Ciudad que originalmente lo recibió. Se había casado en Puebla con Carmen Puig Palacios, hija de Don Antonio Puig y Pascual, otro emigrado catalán, y Doña Margarita Palacios, tuxtleca. Y fue en Tuxtla Gutiérrez, en donde el joven catalán estableció su hogar, el lugar en el que vivió y dedicó su vida a la enseñanza. Desde 1942 hasta 1990, año en que murió, aquel joven republicano, luchador por la libertad, se convirtió en el Maestro Fábregas, y fue una pieza vital de la educación y la cultura en su nueva tierra. Instituciones legendarias como el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas o el Tecnológico de Tuxtla Gutiérrez lo cobijaron mientras su voz libertaria recorría las aulas instruyendo a la juventud de Chiapas. El ya lejano Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas lo tuvo entre sus filas fundadoras junto a pensadores chiapanecos que marcaron un momento brillante en la vida de Chiapas. Fue amigo y Maestro de esa pléyade de poetas reunidos en la Espiga Amotinada y también de poetas chiapanecos como Daniel Robles o Jaime Sabines, sin olvidar a Rosario Castellanos, con quienes departió en largas, intensas, alegres, jornadas intelectuales. Tuvo especial aprecio por el gran arqueólogo que es Carlos Navarrete, personaje legendario con quien conversó acerca del destino de Centroamérica, de una Guatemala herida por el fascismo y el imperialismo. Y fue un poema, el Soneto del Emigrado, escrito en su honor por Rosario Castellanos, el que lo describe en versos inolvidables. En la estrofa final de ese bellísimo poema, Rosario escribió: “Y al llegar a la Mesa del Consejo/nos diste el sabor noble de tu prosa/de sal latina, de óleo y vino añejo”.
El jueves 23 de mayo de 2024, el Ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez honrará la Memoria del Maestro Andrés Fábregas Roca, otorgándole post morten la Medalla Joaquín Miguel Gutiérrez al Mérito Ciudadano. La noticia se difundió por internet y le llegó a quienes fueron sus alumnos y alumnas, como el caso de María de Lourdes Urbina quien en un wasap me escribió: “Te envío saludos afectuosos desde Suecia, que es en donde vivo. Además, quiero manifestar mi alegría y contento, por el evento en el que se reconocerá a tu estimado y admirado padre. Quien fue mi Maestro en la Preparatoria, en el ICACH, en Tuxtla, México”. Otro alumno del Maestro Fábregas, Pablo Salazar, escribió: “Tengo la impresión, -bajo mi propio riesgo y admitiendo como válidas todas las contradicciones-que tuvimos con nosotros durante casi cinco décadas, sin saberlo, a la mente enciclopédica más poderosa que los chiapanecos de este tramo hayamos conocido. Sin duda, un hombre singular” (En, Andrés Fábregas Roca. Hombre, Amigo, Maestro de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, Gobierno de Chiapas/Instituto Chiapaneco de Cultura, 4 de marzo de 1992, página 5). Noble gesto del Ayuntamiento tuxtleco que honra así no solo la Memoria del Maestro de la Juventud Chiapaneca, sino también de todos quienes lucharon por la libertad en una España que dejó su sangre noble en las trincheras republicanas anti fascistas.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 19 de mayo de 2024
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