Paso a desnivel
Bety revisó su reloj, eran casi las 9 de la mañana. Ya era hora de desayunar. Apresuró la preparación de su licuado de avena con canela, arándanos y vainilla. Disfrutó su bebida. Recordó la importancia de desayunar sin distraerse en pendientes. Aún le quedó ganas de degustar unos arándanos más y lo hizo.
Posteriormente, revisó su mochila para verificar que no le faltara nada para su viaje.
—¡Todo listo! —se dijo.
Había esperado sus días de vacaciones para ir a visitar a Benito, su primo paterno y a su familia. El destino era lejano y le implicaba transbordar. Sin embargo, el pasar unos días de visita con sus parientes y tomarse un respiro de lo cotidiano era la parte más grata.
En el segundo punto donde haría el cambio de camión había quedado de verse con su prima Lulú, hermana de Benito, para que también se sumara al viaje, así ambas se acompañarían.
Una vez en la estación de camiones Bety compró su boleto, demoró poco su espera, si acaso unos diez minutos. Se acomodó en el asiento número 9, ventanilla. El camión no iba ocupado al 100 por ciento así que no le tocó compartir asiento.
Corrió la cortina y se dispuso a observar el paisaje, en su rutina cotidiana pocas veces se daba el espacio para hacerlo. A medida que el camión avanzó y salió a carretera se dio cuenta que la sequía estaba presente, los árboles hacían evidente tal situación, los percibió muy secos y tristes. Ansiaba que pronto llegaran las lluvias.
Cerró un momento los ojos, no tardó en quedarse dormida unos minutos. Como si su despertador hubiera sonado abrió los ojos y se percató que estaban en un lugar oscuro, alcanzó a percibir los focos con luces en tono cálido. En su mente empezaron a asomarse algunas preguntas,
—¿Dónde estamos? ¿En qué momento me quedé dormida?
Poco a poco alcanzó a percibir que la luz del sol se asomaba a lo lejos, sintió una especie de tranquilidad en el corazón. Estaban dentro de un paso a desnivel subterráneo, recordó que de niña los túneles le gustaban porque le parecían misteriosos.
Una vez que salieron y la luz del día de nuevo ocupó su lugar, respiró profundo. Su corazón se fue tranquilizando poco a poco. Se le figuró que un paso a desnivel subterráneo era como algunas etapas en la vida, sin querer de pronto aparecen situaciones, experiencias que hay que enfrentar y donde el panorama se percibe o se torna oscuro, al fondo hay una que otra luz que va guiando el camino. Esas luces se le asemejó que eran quienes en distintos momentos se suman a ayudar, a acompañar y apoyan para sobrellevar los instantes oscuros. Finalmente, regresa la luz, la esperanza y se retoma el rumbo con el ánimo de continuar el camino.
Miró su reloj, aún le faltaban como 40 minutos para hacer su escala en otra central de camiones. Decidió dormitar un ratito más. Mientras cerraba los ojos recordó la imagen del paso a desnivel, sonrió para sí y se dejó arrullar con los latidos de su corazón.
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