¿Hacia la Gran Israel?
Hace demasiadas semanas que las personas interesadas en la realidad mundial observan con indignación y, por qué no decirlo, con impotencia las crecientes muertes de población civil palestina en la Franja de Gaza. Un barrido indiscriminado del Ejército israelí legitimado por el discurso que asegura luchar contra el terrorismo islámico que ha atacado su territorio desde hace décadas. El principal problema de ese discurso es que sólo toma en cuenta las vidas de unos seres humanos, frente a la indiferencia que representa el exterminio de otras, sobre todo las de civiles indefensos.
Este conflicto acapara la atención de los medios de comunicación por ser el actual Estado de Israel un referente y ejemplo de las culpas que los países, especialmente los del llamado occidente e integrados en la OTAN, siguen teniendo por el exterminio de judíos en el Tercer Reich alemán. Culpa a la que se une el poder económico y en los medios de comunicación del lobby judío mundial, con especial presencia en los Estados Unidos.
La escalada de la tensión militar en la región, donde en las últimas fechas se han incorporado territorios ubicados en países como Líbano, Siria, Irak o Irán, se demuestra con los ataques israelís a ciertos objetivos en dichos territorios o la respuesta, hasta el momento más bien simbólica, del gobierno iraní al ataque del Consulado de su país en Damasco, capital de Siria. Un aumento de la agitación bélica que hace mover las fichas de la geopolítica mundial y que, por supuesto, pone a los mercados económicos en alerta tras la crisis que ha significado el conflicto entre Ucrania y Rusia.
Además de la anterior circunstancia que nos afecta a todos los habitantes del planeta, no hay que olvidar un objetivo nunca abandonado desde que el padre del sionismo político, el austrohúngaro Theodor Herzl, se convirtió en el gran alentador de la recuperación de las asumidas tierras judías y la construcción de un nuevo Estado, este último logrado a costa de los habitantes de dichos territorios en el siglo XX. Dicho objetivo es la recuperación o creación de la Gran Israel, una imaginada tierra donde si incluirían territorios de un sinnúmero de actuales países para redimir la “tierra prometida” de las antiguas escrituras.
El actual primer ministro de Israel, el veterano político Benjamín Netanyahu, no parece hacerle ascos a ese propósito. No hay que olvidar que él forma parte de un partido de derecha nacionalista y que su actual gobierno está conformado por una coalición con grupos aún más extremistas y ultras que el mismo partido Likud al que pertenece Netanyahu. Grupos ortodoxos recelosos de separar lo religioso y lo político. Así, y dentro de la tensión internacional causada por la indiscriminada actuación de Israel en la Franja de Gaza, está presente esta idea de la Gran Israel que iniciaría, por supuesto, con la incorporación de dicha Franja a Israel y la eliminación física o expulsión de los pobladores palestinos, en especial, hacia Egipto.
No contamos con una bola de cristal para señalar, con certeza, qué ocurrirá en esa parte del mar Mediterráneo en las próximas fechas, pero no cabe duda que la tensión militar incrementada en los últimos días no facilita encontrar una solución pacífica y, sobre todo, que deje de atacar las vidas de civiles palestinos en la Franja de Gaza. Un hecho al que se une, como se ha señalado en estas páginas, el afán expansionista fundamentado en la cuestionable, por poco fundamentada históricamente, idea de la existencia de las antiguas tierras de Israel.
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