El nuestro y los otros universos, 1

Casa de citas/ 689

El nuestro y los otros universos

(Primera de dos partes)

Héctor Cortés Mandujano

 

 

Cuántas veces le he dicho que cuando se ha eliminado

lo imposible, lo que quede, por muy improbable que sea,

debe ser la verdad

Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle,

en El signo de cuatro (citado por Michio Maku)

 

Leo Hiperespacio (Crítica, S. L., 1996, traducción de Javier García Sanz), de Michio Maku (1947), uno de los más reconocidos especialistas de la teoría de las supercuerdas. El subtítulo largo aclara o embrolla, según, la temática del volumen de más de 500 páginas: “Una odisea científica a través de universos paralelos, distorsiones del tiempo y la décima dimensión”.

Dice en el Prefacio (p. 7): “Las revoluciones científicas, casi por definición, desafían el sentido común. Si todas nuestras nociones de sentido común acerca del universo fueran correctas, hace años que la ciencia habría resuelto los secretos del universo”. Escribe sobre el sentido del libro (p. 8): “Este libro trata de una revolución científica  creada por la teoría del hiperespacio, que afirma que existen otras dimensiones además de las cuatro de espacio y tiempo comúnmente aceptadas. […] Las tres dimensiones usuales del espacio (longitud, anchura y altura) y una del tiempo son ahora ampliadas con otras seis dimensiones espaciales”.

Ilustración: Héctor Ventura

Sigue (p. 11): “Los cosmólogos han propuesto incluso la extraordinaria posibilidad de que nuestro universo sea sólo uno entre un número infinito de universos paralelos”. Y dice (p. 13): “Cualquier civilización que domine la teoría del hiperespacio se convertirá en señor del universo”. Hiperespacio, escribe en las notas finales (p. 481), “es el término utilizado popularmente al referirse a dimensiones superiores”.

Los papeles inacabados que Einstein dejó al morir, dice Michio (p. 25), “eran un intento por construir lo que él llamó la teoría del campo unificado, una teoría que explicara todas las leyes de la naturaleza, desde el átomo más minúsculo a la galaxia más grande”. Y más (p. 31): “Los científicos están hoy interesados en ir más allá de la concepción de Einstein de la cuarta dimensión. Actualmente, el interés científico se centra en la quinta dimensión […] y más allá”.

Ya en el comienzo de la revisión de las teorías que han llegado a las supercuerdas, dice Kaku (p. 39): “La materia en el universo y las fuerzas que la mantienen unida, que se presentan en una variedad confusa e infinita de formas complejas, pueden ser simplemente vibraciones diferentes del hiperespacio”. Los físicos Michael Green y John Schwatz avanzaron la teoría de Kaluza-Klein, llamada teoría de las supercuerdas, que postula que “toda la materia consiste en minúsculas cuerdas vibrantes. Sorprendentemente, la teoría de supercuerdas predice un número preciso de dimensiones para el espacio y el tiempo: diez”.

En la física teórica, los túneles que pueden utilizarse para viajar en el tiempo y el espacio se llaman agujeros de gusano (p. 41): “El camino más corto entre dos puntos no es necesariamente la línea recta […], sino un agujero de gusano”. Y (p. 43): “Cuando el Conejo Blanco de Lewis Carroll cae en la madriguera para entrar en el País de las Maravillas, cae de hecho en un agujero de gusano”.

Los agujeros de gusano pueden conectar el universo consigo mismo, en épocas diferentes, y con (p. 50) “una serie infinita de universos paralelos. Cabe la esperanza de que la teoría del hiperespacio sea capaz de determinar si los agujeros de gusano son físicamente posibles o simplemente una curiosidad matemática”.

Hiperespacio es un libro que contiene muchas biografías de científicos que han logrado los avances que hoy en día existen en las matemáticas, la física, la cosmología. Georg Bernhard Riemann, por ejemplo, quien tuvo una vida de miseria, es responsable de muchísimos descubrimientos, el tensor métrico y el corte de Riemann, entre otros (p. 78): “Los que siguieron las huellas de Riemann encontraron más fácil hablar de mundos invisibles”.

Charles Howard Hinton, por otra parte, con una intensa vida amorosa, perfeccionó unos cubos espaciales que permitieron ver (p. 113) “hipercubos, o cubos en cuatro dimensiones. Estos llegarían a conocerse como cubos de Hinton. Hinton incluso acuñó el nombre oficial para un hipercubo desplegado, un tesseract, que entró así a la lengua inglesa”. Salvador Dalí (p. 114) “utilizó el tesseract de Hinton en su famoso cuadro Christus Hypercubus […] que muestra a Cristo crucificado en una cruz tetradimensional”. Si existe la cuarta dimensión, dice Michio (p. 119), “debe ser increíblemente pequeña, incluso más pequeña que un átomo”.

Luego de contarnos la vida de Einstein, y varios de sus descubrimientos, Kaku retoma el tensor métrico, descubrimiento de Reimann (p. 146): “La reinterpretación física de la famosa conferencia de Reimann de 1854 se denomina ahora (por Einstein) relatividad general”.

En 1925 (p. 169) “nació de repente una nueva teoría” que fue bautizada “como mecánica cuántica, y nos dio la primera formulación global con la que desvelar los secretos del átomo. El mundo subatómico, antes un dominio prohibido para los físicos, empezaba ahora a derramar abiertamente sus secretos”. Einstein pasaba a segundo plano, porque (p.171) “la teoría cuántica es lo contrario de la teoría de Einstein”. Pero la física cuántica (p. 178) “comenzó a perder fuerza hacia los años sesenta”.

A partir de las propuestas de Yang y Mills (el campo de Yang-Mills) se hizo posible (p. 183) “una teoría global de toda la materia” y eso se le denominó el Modelo Estándar. El resumen (p. 186): “Toda la materia consiste en quarks y leptones, que interaccionan intercambiando diferentes tipos de cuantos, descritos en los campos de Maxwell y de Yang-Mills”. El Modelo Estándar unifica tres fuerzas fundamentales (la fuerza débil, la fuerza fuerte y la fuerza electromagnética), pero deja fuera la gravedad. Es, pues (p. 189) “necesariamente incompleto” y es como cruzar (p. 190) “un mulo, un elefante y una ballena”.

Edward Witten propuso que la teoría de las supercuerdas (p. 225) “es la teoría que puede unir la teoría de la gravedad de Einstein con la teoría cuántica”.  El universo (p. 22) “está compuesto de innumerables cuerdas vibrantes” y ello “sería comparable a una sinfonía”. La teoría de las cuerdas nació por causalidad en 1968 y fue idea, dice Michio, de los físicos teóricos Gabriel Veneziano y Mahiko Suzuki.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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