El escenario de las elecciones federales y locales 2024 en Chiapas: que hacen y qué dicen los partidos políticos
Por María del Carmen García Aguilar[i]
Sin el protagonismo de antaño, el Instituto Nacional Electoral (INE) indicó que la campaña electoral 2024 terminará el 29 de mayo a las 23:59 horas, para el siguiente día, 30 de mayo, iniciar la veda electoral, y con esto se terminan las actividades proselitistas de candidatos y partidos. El 2 de junio es el día de las elecciones. En Chiapas, el Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana (IEPC), dio inicio al Proceso Local Ordinario 2024, en el que ciudadanas y ciudadanos van a elegir al candidato titular de la gubernatura, a 24 diputaciones locales de mayoría relativa y 24 de representación proporcional, al igual que la elección de 123 ayuntamientos.
Con la frialdad de las fechas, termina un largo y tortuoso caminar de los partidos y candidatos nacionales y locales por acceder o por continuar con cargos de elección popular. Datar ese caminar partidista es aparentemente un ejercicio banal porque en su discurrir se desgarra el ropaje artificioso para develar los intereses en juego y el tamaño de las mentiras de una construcción política: la democracia representativa, que termina exhibiendo lo que es y no lo que debería ser.
Los partidos políticos, estructurados en un sistema de partidos nacional y local, son los actores protagónicos en tanto emanan del poder popular. En Chiapas, sin obviar el carácter de poder y dominio de las dirigencias centrales, y los procesos de su cartelización, resulta ilustrativo, en esta entrega, bordar la dinámica interna de los partidos políticos en el tramo prelectoral 2024.
1.- Son 7 partidos políticos nacionales los que disputaran el voto de más de 4 millones de votantes registrados en la lista nominal de electores. Vale indicar que Chiapas es una de las 8 entidades con más electores en el país. La contienda nacional se define por dos coaliciones: “Sigamos haciendo historia” formada por los partidos de MORENA, PT y PVEM y la coalición “Fuerza y Corazón por México” y el Partido Movimiento Ciudadano (PMC), cuya candidatura presidencial la asumen Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez, respectivamente. El antecedente que les define es que la primera coalición es “gobierno activo” y la segunda “oposición”, es decir, partidos desplazados de la silla presidencial, desde las elecciones de 2018. En igual sentido, las encuestas hasta hoy registran una continuidad temporal que sostiene el triunfo electoral de la candidata de Morena.
2.- La elección nacional, además de la presidencial, contempla 9 gubernaturas y las cámaras de senadores y de diputados, por lo que “racionalmente” lo que está en juego es una lucha electoral para evitar que la segunda administración de la 4T tenga mayoría parlamentaria. Ello pareciera explicar el juego de desestabilización y alteración del proceso electoral de los partidos de la “oposición”, que optaron por recuperar lo que fue suyo, la cartelización del sistema de partidos de México, traducida en una corrupción descomunal que el gobierno de AMLO ha venido visibilizando en el correr del sexenio que pronto terminará. La polarización dicotómica es de los partidos políticos, entre las dos coaliciones en contienda, y no de la sociedad mexicana que encara un proceso propio de fragmentación, que amenaza la existencia misma de los partidos políticos.
3.- En Chiapas el autoritarismo partidista privó hasta prácticamente 1988, cuando el PRI en Chiapas alcanzó la votación más alta votación de su candidato presidencial a nivel nacional (89.20%). No obstante, aunque su crisis fue inminente pocos años después, por la emergencia del EZLN, el PRI se sostuvo en la gubernatura hasta 2000, año electoral en el que perdió el poder presidencial, por el PAN, y la gubernatura por una coalición de los partidos activos en Chiapas, lidereados por el PRD, aunque por un margen de 3.32%. Para Chiapas, las dos elecciones siguientes, 2006 y 2012, significaron no solo el regreso del poder al PRI, sino también la militarización de la entidad por los presidentes del PAN, sin que ello significara la alteración de la dirigencia y la militancia local panista.
4.- El cambio prometedor ocurrió en las elecciones de 2018, particularmente en las intermedias de 2021. El triunfo de Morena gestó un punto de inflexión en el sistema de partidos, y no resulta falso sostener que la crisis de los tres viejos partidos PRI/PAN/PRD, que se traduce también en la crisis del poder económico, mediático e intelectual que le han sostenido, o viceversa, ha significado un obstáculo a un gobierno que ha tenido no solo que justificar y legitimar las políticas emprendidas, sino mayormente visibilizar, con datos en mano, el lucro desmesurado que éstos hicieron con los recursos públicos y los bienes de la nación. Es el origen de la rabia y la ira de estos partidos, y de buena parte de quienes asumen su defensa.
5.- Ello explica el escenario partidista que define las elecciones 2024. En los partidos de la oposición -PRI/PAN/PRD-, está ausente la autocrítica y el objetivo de la representación partidaria; se asume políticamente como un “corporativo” y con una ideología inocultable: la derechización, pero sin propuestas racionales que no sean los slogans de las fuerzas de la derecha internacional. No tienen proyecto de nación ni proyecto sexenal.
La apuesta son los discursos en el que la mentira, la “impolítica” o la “anti-política”, no muestran más que delirios de poder, y desprecio y odio a las masas politizadas, mismas que, paradójicamente hoy, pretenden convencer de su error de violentar a la “verdadera democracia representativa”. Los medios de información hacen lo suyo: seleccionar información para que, a manera de flechazos repetitivos, impacten el estado anímico de sus lectores o espectadores a la hora de votar. Lo que venga después no importa. Los intelectuales también con lo propio: inclinar el péndulo sin que posteriormente logre su equilibro democrático.
El tamaño de la “agresión” sentida, transita a violencia -discursiva-, pues la violencia, como señala Morin, se origina en la necesidad y de ésta nace el deseo, deseo que hoy se manifiesta en prácticas irracionales, que esperamos, en tanto “elección de finalidades” en crispada coyuntura, no terminen por definir el sentido político de un país que no merece ser gobernado por un sistema de partidos corporativizados.
Los partidos de la coalición “Sigamos haciendo historia”, no tienen similitud de tamaño ni de fuerza política e ideológica entre sí, diferencias que pueden disolverse en el plano nacional y desde las dirigencias nacionales, pero cobra espesor con sentido de alteración, en las subsedes nacionales como es el caso de Chiapas. Recordemos que, en la entidad, la dirigencia y militancia de cada uno de los tres partidos político -Morena/PT y PVEM- deviene del PRI, PRD y del mismo PVEM. Hasta las elecciones de 2018 fue visible la comunión entre PRI y el PVEM; como lo fue con fracciones de la militancia del PRD y el PT en Morena. Recordemos también, sin obviar las renuncias a los partidos de origen para transitar en activo al partido en el gobierno, en las elecciones intermedias de 2021, los políticos locales activaron la práctica del “chapulineo” para reconfigurar su afiliación aliancista, y sus dirigencias ejercitaron el trabajo de la asignación de candidaturas. Las elecciones próximas se han estructurado con un formato similar, aunque más complicado por el largo tiempo “preelectoral”, que dio lugar a juegos internos que enturbiaron el proceso electoral, y porque entusiasmaron a muchos chiapanecos y chiapanecas para creerse merecedores/as de una candidatura de elección popular, ahora con el apoyo directo o indirecto de Morena.
Más allá del dato, en Chiapas, Morena es aún un partido débil por su reducida militancia y su dirigencia política, su ejercicio electoral le es aún complicado, apenas culmina un proceso de selección de candidaturas locales, sujetas a tensiones capaces de desbaratar los acuerdos alcanzados. Las designaciones de candidaturas, federales y locales, han sido objetadas por decisiones que favorecen no a Morena sino a los partidos coaligados, sin duda mucho hay de cierto, pues dirigencias y centralismo sigue pesando. En la misma dirección, a diferencia de las dos últimas elecciones en las que Morena generó expectativas de cambios en la administración púbica, hoy priva una lectura un tanto desalentadora, porque paradójicamente no solo se gobierna con una alta y baja burocracia “tóxica”, sino también con la verticalidad y patrimonialismo propio de los viejos finqueros hechos políticos
Concluyamos. Las elecciones 2024 van. El Chiapas electoral 2024 va con viejas-nuevas debilidades, pero también con un proyecto de nación en juego. Salvo que el poder mediático, con la tecnología que hoy posee, se multipliquen en grado tal, todo apunta al triunfo de la coalición “Sigamos haciendo historia”. No obstante, el triunfo no es ganar. Los desafíos están en la función primordial que les compete, y no es una cosa menor porque exige: i) aceitar la maquinaria institucional que aún no se corresponde con el sustento primigenio de la 4T; ii) emprender un proceso de depuración de su clase política local, en paralelo a un proceso de acercamiento con la sociedad local, desde la socialización de los valores y principios de una cultura política y un proyecto de sociedad que exige, de inmediato, atacar la abominable pobreza y desigualdad social, hoy naturalizada por los mismos partidos políticos; ii) irrumpir el papel inercial del poder local en el cometido de cometido de garantizar la seguridad pública que, en su extremo, se traduce en la violencia con sentido de muerte del crimen organizado, viejos y nuevos inquilinos que hoy disputan la propiedad del territorio y de la sociedad chiapaneca.
¿Cómo se ven los partidos políticos y sus candidatos ante estos desafíos? Me aventuro a decir que en la orfandad. Abruma la tensión de la frontera entre partidos políticos y fuerzas sociales de base, organizaciones no-gubernamentales y colectivos defensores de derechos humanos de sectores de población violentada por el ejercicio de los poderes públicos y privados. El enorme vacío político de los partidos, y la contención a toda alternativa partidista, producen una incomunicación que inhibe lo que es propio de todo partido político, pues éste existe porque es legitimado por los electores, y esos “partidos”, en plural: un partido es “parte”, no el todo. Recordemos que César Cansino, citano a Sartori, reconoce que México transitó de un sistema de partido pluralista centrípeto o moderado, a un sistema de partido pluralista polarizado, pero con tendencia predominante, liderado por Morena.
[i] Observatorio de las democracias: Sur de México y Centroamérica (ODEMCA).
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