El Chiapas violento
Aunque Chiapas no está en la lista de los estados más violentos del país, poco a poco se va deslizando hacia las cifras del horror y la barbarie.
A partir de 2018, diversos documentos oficiales comenzaron a alertar sobre la multiplicación de la violencia. El Inegi registró ese año un aumento en la percepción de inseguridad que, del 38.3 por ciento en 2011, pasó al 71.4 por ciento. En 2022, la percepción subió al 72.6 por ciento.
Pero no son meras percepciones. En 2023, de acuerdo con el Observatorio Ciudadano, los homicidios dolosos se incrementaron un 60 por ciento; en 2024, según el Semáforo Delictivo, Chiapas ha visto aumentar los homicidios, secuestros, robos de coche, violaciones sexuales, lesiones, asaltos y extorsiones.
Aunque es cierto que las ciudades de Chiapas no figuran dentro de las más violentas del mundo, en la que nuestro país contribuye con 16 urbes de más de 300 mil habitantes, de continuar la tendencia dentro de poco alguna de nuestras ciudades aparecerá en esa lista preocupante, en la que están Colima, Ciudad Obregón, Zamora, Manzanillo, Tijuana, Zacatecas y Ciudad Juárez.
Chiapas tampoco aparece entre los diez estados más peligrosos, en donde están, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Nacional, Guanajuato, Estado de México, Baja California, Chihuahua, Jalisco, Michoacán, Morelos, Sonora, Nuevo León y Guerrero.
Sin embargo, la entidad se ha convertido en territorio de consumo de drogas. El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas lo ha reconocido: “En el estado de Chiapas se ha agudizado el tráfico y consumo de drogas, homicidios, feminicidios y desapariciones. Regiones con toques de queda impuestos, agresiones armadas constantes a comunidades enteras; se aumentó la presencia de grupos criminales y, se fortaleció, la triada gobierno, empresas y delincuencia organizada”.
No estamos en un Chiapas más seguro. Es un Chiapas más violento, complicado y difícil de residir y transitar. La violencia nos ha llegado por la omisión de las autoridades que en lugar de enfrentar a los criminales han decidido plegarse a sus intereses y protegerlos, o bien no han sabido actuar ante los grupos violentos.
Las violencias generadas por los cárteles no son recientes, pero se han agudizado en los últimos años por permisividad, indiferencia o incapacidad de las autoridades. Hay violencia en municipios de la Sierra y de la Frailesca, de Los Altos y del Norte, de la Selva y la Maya, es decir en toda la entidad.
La población, en este contexto de desprotección, se ha tenido que encerrar, y en muchas ocasiones ha debido desplazarse a lugares que considera más seguros. La cifra de desplazados está cercana a las veinte mil personas.
No será fácil recuperar la tranquilidad en Chiapas. No será fácil atraer turistas a Bonampak o Yaxchilán, tampoco recorrer los caminos de la Sierra, ahora en control de los grupos delincuenciales; sin embargo, todavía hay remedio, siempre y cuando exista la voluntad de no pactar con grupos que han tomado a los habitantes de rehenes y se han apropiado de las comunidades.
Ojalá que el gobierno por fin actúe. Chiapas merece, como su himno, el retorno a las horas serenas.
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