¿Un Mundo Maravilloso?
Aprendí y le tomé gusto a escuchar jazz con mi amigo entrañable José Lameiras Olvera allá en su casa de la calle “Triunfo de la Libertad” en la Delegación de Tlalpan, hoy Alcaldía de la Ciudad de México. Pepe Lameiras era un melómano y como tal un conocedor de las corrientes musicales de aquellos días de la década de los 1960-1970. Su discoteca era impresionante. Compraba los discos por catálogo en la añeja “Sala Margolín” de aquel D.F. que vivimos como estudiantes. Y una de las melodías que por primera vez escuché en casa de la familia Lameiras-Boehm (el apellido de su esposa, la muy recordada Brigite) fue “Un Mundo Maravilloso”, cantada por ese grande del jazz que fue Louis Amstrong y ampliamente conocido por su sobre nombre de Satchmo. En una traducción libre, la letra de la canción mencionada dice: “¡Que mundo Maravilloso!/Veo árboles tan verdes, rosas rojas también/Los veo florecer para mi y para ti/Y me digo a mi mismo ¡Que mundo maravilloso!/Veo cielos muy azules y nubes tan blancas/Los días benditamente brillantes y las noches sagradamente oscuras/Y me digo a mí mismo ¡Que mundo Maravilloso”/Los colores del arco iris, tan bello en el cielo/También están los rostros de personas que van por el camino/Veo amigos dándose la mano, diciendo ¿Cómo estás?/Lo que realmente dicen es ¡te quiero!/Escucho bebés llorar, los veo crecer/Van a aprender mucho más de lo que yo nunca sabré/Y me digo a mí mismo, ¡Que mundo Maravilloso!/Si, me digo a mí mismo ¡Que mundo Maravilloso!”. La letra de esta canción es de tres compositores: Bob Thiele, George David Weiss y George Douglas. Armstrong la canta con su voz grave, honda, ronca, y con ello consolidó el jazz cantado. Sin embargo, el optimismo que destila la canción se derrumba ante el panorama del mundo que vivimos: guerras y muerte en prácticamente todos los rincones del mundo; un genocidio como el que ocurre en Gaza ante la mirada de todos; la violencia que no para; desquiciados por la maldad como el Presidente de Argentina que llegan al poder a causar más dolor; la descarnada lucha por el poder en un mundo dominado por la codicia, como ya lo decía el poeta del Siglo de Oro, Francisco de Quevedo en versos proféticos: “Madre, yo al oro me humillo/Él es mi amante y mi amado/pues de puro enamorado/De continuo anda amarillo” Y los versos finales de este largo poema dicen: “Más valen en cualquier tierra/Mirad si es harto sagaz/Sus escudos en la paz/Que rodelas en la guerra/Pues al natural destierra/Y hace propio al forastero/Poderoso caballero es Don Dinero/” Y así es: los “valores” del capitalismo arrasan el mundo: todo se vale para hacer dinero. La traición, el asesinato, el engaño, los fraudes, etc. Todo se vale si ello lleva el dinero a los bolsillos. La canción Que Mundo tan Maravilloso se compuso y se cantó por primera vez en 1967. Los lectores recordarán que años antes, en 1944, Alberto Domínguez, “El Chamaco”, compositor y maestro marimbero chiapaneco, compuso y estrenó para la marimba la canción “Humanidad”, una reflexión acerca de los estragos de la segunda guerra mundial. En 1945 con el lanzamiento de las bombas atómicas en las ciudades de Nagasaki e Hiroshima, la canción del “Chamaco” Domínguez adquirió todo su sentido. En 1967, Jhon Lennon, el gran Beatle, con la colaboración de Yoko Ono, lanzó su bella canción titulada “Image” (Imagina) que en una parte dice: “Imagina que no existan países/No es difícil de hacer/Nada por lo que matar o morir/Y sin religión también/Imagina a toda la gente/Viviendo la vida en paz”. En los versos finales de esta canción insignia de los Beatles se hace un llamado a la unión de todos quienes buscan un mundo nuevo, un orbe Humano con mayúsculas. Con ello permanece la esperanza en un mundo mejor. En los días de la semana llamada Santa, vimos por televisión los rituales católicos desplegarse a lo largo y ancho del planeta. Rituales que parecen decir que el cielo y el buen vivir son imposibles en la Tierra, en donde se vive el infierno gracias al “libre albedrío” usado de la manera más irresponsable por la humanidad, lo que hace necesaria la muerte como el tránsito hacia un mundo de fraternidad: lo Humano no se realiza en la Tierra sino en el Más Allá parecen indicar las procesiones y representaciones de la pasión de Jesús. Hasta la gastronomía aparece en este ritual con las escenas de la “última cena” en la que Jesús departe con sus apóstoles, uno de los cuales lo traicionará dándole la espalda no sólo a su Maestro y Guía sino a la propia comida como factor de congregación y celebración de la fraternidad. Pero si la Historia la hacemos los seres humanos, estamos en capacidad de deshacerla y rehacerla de nuevo. Y eso es lo que buscan incesantemente los movimientos sociales que luchan contra la adversidad contemporánea y que se afanan porque la canción interpretada por Louis Armstrong, la reflexión del Chamaco Domínguez y la composición de Jhon Lennon y Yoko Ono, lleguen a ser realidad en donde importa: aquí en la Tierra, Hoy.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 28 de marzo de 2024
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