Ninfas
Casa de citas/ 687
Ninfas
Héctor Cortés Mandujano
Existir es sentir y pensar
Aristóteles, en Ética a Nicómaco,
citado por Louis Lavelle
Leo el breviario Introducción a la ontología (FCE, 1953), de Louis Lavelle, del que te comparto lector, lectora, algunas citas. Las cursivas en lo citado corresponden a Lavelle.
Las categorías primarias de la ontología, dice en la primera parte, son tres: ser, existencia y realidad.
Sobre el ser cita a Perménides con un pensamiento que parece tautológico, pero comprenderlo es el arranque de todo (p. 19): “”el ser es, el no-ser no es”. Agrega Lavelle que este aparentemente sencillo enunciado “puede considerarse como el acto de conciencia metafísica sin el cual perderían su soporte y su validez todos los demás actos del pensamiento”.
Hay en el ser, de algún modo, la presencia del no ser (p. 33): “Hay, pues, en la existencia una muerte de todos los instantes”.
En el capítulo sobre la existencia dice (pp. 14-15): “la existencia es lo que surge del ser mismo […] la existencia no puede ser sino el descubrimiento constitutivo del sujeto por sí mismo”. Y más adelante (p. 44): “Es lo propio de la existencia hacer de cada uno de nosotros un ser que está arrojado solitario en el mundo, en medio de sus propias posibilidades, que sólo toca descubrir y actualizar”.
Dice sobre la realidad (p. 48): “La realidad es […] impersonal, objetiva, válida a la vez para mí y para todos, y se reduce al estado del dato que puede observarse y sobre el que puede obrarse, pero que de suyo está desprovisto de iniciativa y de interioridad”.
La segunda parte habla de la axiología: el bien, el valor y el ideal. Dice sobre lo ideal (p. 113): “Hay en lo real y el ideal una simetría inversa que da al uno lo que falta al otro”.
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Leo Historiales clínicos (Cien del mundo, 2016), de Sigmund Freud, con traducción de Luis López-Ballesteros y de Torres. El volumen incluye cinco casos.
En “Análisis fragmentario de una histeria” escribe sobre Dora, una joven que le cuenta de sus desasosiegos sexuales. En cierto momento dice Freud (p. 52): “Cada uno de nosotros traspasa a veces en su propia vida sexual las limitadas fronteras de lo considerado como normal”.
Anota en el pie de la página 98: “La satisfacción sexual es, indudablemente, el mejor somnífero. Inversamente, el insomnio es casi siempre consecuencia de la insatisfacción”. A propósito del término “ninfas” escribe en la página 100: “es un término anatómico, totalmente desconocido en este sentido por los profanos e incluso poco usado por los mismos médicos, con el que se designan los pequeños labios del genital femenino situados al fondo del ‘espeso bosque’ del vello sexual”.
Se refiere directamente a la neurosis (p. 111): “La incapacidad de satisfacer una demanda real de amor es uno de los rasgos característicos de la neurosis. Los enfermos se hallan dominados por la antítesis entre la realidad y la fantasía. Cuando encuentran en la realidad aquello mismo que más intensamente desean en su fantasía, huyen presurosos de ello, entregándose con tanto mayor abandono a sus fantasías”.
En “Análisis de la fobia de un niño de cinco años” escribe sobre la problemática de Juanito, un niño con líos sobre su pene y el de sus mayores, especialmente el de los caballos (simplifico, claro). Freud hace alusión a cierta parte anatómica de las vacas (p. 125): “La imagen de la ubre de la vaca, por su naturaleza, es una mama, y por su forma, y situación, un pene”.
Al final del análisis, Freud cuenta que se encontró con Juanito (p. 249), “un apuesto muchacho de diecinueve años”, quien “afirmaba encontrarse muy bien y no padecer trastornos ni inhibiciones de ningún género”.
En “Análisis de un caso de neurosis obsesiva”, donde no menciona ningún nombre, cita una obra, “La mujer de las ratas”, de Ibsen, que muestra una variante de “El flautista de Hamelin”. En la historia de Ibsen, uno de los personajes, Eyolf (p. 300), “se arroja al agua bajo el hechizo de la mujer de las ratas. En las leyendas, las ratas no son presentadas como animales repugnantes, sino más bien inquietantes, y se las convierte en representación de las almas de los muertos”.
En “Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia”, habla del caso de Daniel Pablo Schereber (p. 377): “El hombre es impulsado muchas veces hacia el alcohol por la desilusión experimentada con las mujeres; pero ello no quiere decir, generalmente, sino que busca la sociedad de los hombres, reunidos en la taberna o en el bar, de la cual extrae la satisfacción sentimental que en su hogar y con su mujer echa de menos”.
Dice algo curioso (p. 378): “La mujer celosa acusa de infidelidad a su marido con todas las mujeres que a ella misma le agradan”.
En “Historia de una neurosis infantil”, un niño con muchas inquietudes sexuales reta al padre, para que éste lo castigue (p. 415): “Exteriorizando su maldad obligaba al padre a castigarle y pegarle, esto es, a procurarle la deseada satisfacción sexual masoquista. Así, pues, sus accesos de cólera (del niño) no eran sino tentativas de seducción”.
Las mujeres tenían, para el niño, una “herida” que sangraba, porque les habían cortado el pene (474): “Es indudable que el padre se convirtió para él en esa época en aquella persona temida, que amenazaba llevar a cabo la castración”.
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Regalo de mi amiga Linda Esquinca leo Cuentos (Comunidad Latinoamericana de Escritores, 1976), de José Vasconcelos.
Leí con placer, de nuevo, un cuento magnífico de Vasconcelos, “Una cacería trágica”, que ya había leído en una antología de cuento fantástico. En “Es mejor fondearlos” un hombre recomienda en una reunión que es mejor matar a otro hombre ahogándolo, enviándolo al fondo del mar con una bola atada al pie (p. 68) “y un hijo de Huizilopochtli, el dios sanguinario, sintiéndose esteta, afirmó: Bien; pero eso suprime el espectáculo; nosotros solemos hacer fusilamientos con música, así como lo oye, a las tres de la tarde, con banda militar, procesión de curiosos y público de toros detrás del ajusticiado. Somos un pueblo de artistas…”.
En “Las dos naturalezas” escribe (p. 76): “El amor perfecto no necesita del hijo; no quiere un hijo; se consuma y se basta. Pero los pobres amores fallidos se refugian en el aplazamiento del alma del hijo”.
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