Haití o la destrucción de un ideal
Hace unos años escribí en esta misma columna de Chiapas Paralelo sobre lo que acontecía en Haití, ese olvidado y pequeño país -antigua colonia francesa- que junto a la República Dominicana ocupan la isla que Cristóbal Colón bautizó como “La Española”. Una breve reflexión, como todas las de esta columna, a tenor de la coyuntura que se vivía con los disturbios políticos desatados contra el presidente Jovenel Moïse en 2019. Mandatario que fue asesinado dos años más tarde, en el mes de julio del año 2021. Durante su presidencia se vivieron generalizadas protestas que han sido recurrentes en los últimos decenios tras el fin de las dictaduras encabezadas por la familia Duvalier.
Hoy estas protestas han reaparecido, aunque con la diferencia de que son grupos armados o pandillas quienes las encabezan y parecen asumir el papel de un Estado débil, como lo es el haitiano. Grupos en los que ha destacado el dirigido por un ex policía, Jimmy Chérizier (Barbecue), y que se dedican al tráfico de drogas y armas entre otras de sus actividades delictivas. Una situación que ha provocado la dimisión del cuestionado presidente, Ariel Henry, y que ha dejado al país en una situación que recuerda a otras vividas en países lejanos de las Antillas, como lo es el caso de Libia.
La grave crisis política está unida a otra de más largo aliento, como es la que vive desde hace demasiados años una población que en su mayoría se encuentra en extrema pobreza. En consecuencia, es lógico que la emigración sea una de las salidas de sus habitantes para intentar un mejor horizonte de vida y que, por lo tanto, las remesas de tales migrantes se hayan convertido en fundamentales para muchas familias de la isla.
Como ya señalé en el artículo mencionado, Haití fue una referencia política a principios del siglo XIX, momento en el que los hasta entonces esclavos conformaron un discurso acorde con las revoluciones liberales. Una realidad histórica que en la actualidad parece lejana y, sobre todo, olvidada. De hecho, a las medidas económicas lesivas que condenaron al nuevo país a pagar una interminable deuda por atreverse a destruir el régimen colonial, se une el intervencionismo, especialmente estadounidense, en otro de sus patios traseros de América Latina.
El ideal de la justicia social y de la igualdad entre seres humanos, que se propugnaron en aquel hito histórico, ha desaparecido o queda destruido por una situación que parece irreversible por las urgencias de una población castigada por las necesidades de sobrevivencia. Realidad demostrada con la huida de cientos de personas de la capital haitiana en busca de alimentos o de refugio ante la violencia.
El Estado haitiano, que nunca logró consolidarse y asumir sus funciones, se observa hoy desaparecido y lejos de poder enfrentar la crisis de violencia y consecuente drama humanitario. Así, el Haití histórico que vislumbró un mejor porvenir para su población y la humanidad se ha desvanecido. Una disolución en la que mucho ha tenido que ver la geopolítica y, también, el origen y color de la piel de sus habitantes. No se sabe con certeza qué ocurrirá en los próximos días y semanas, pero si realmente preocupa Haití es necesaria la intervención de los países de América Latina; acción prioritaria para encontrar una salida política, pero en especial para su población.
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