El regalo más esperado
El sol estaba más que intenso al mediodía de ese jueves. Alicia llegó temprano a casa, había solicitado permiso en su trabajo, tenía un fuerte dolor de estómago. El trayecto de la ferretera, en donde laboraba, a su casa se le hizo eterno.
Una vez en casa se sintió tranquila, aunque no había nadie, todos estaban en el trabajo. Alicia recordó que su mamá, doña Olga, solía decir que automedicarse era peligroso. Intentó hacer memoria para verificar qué había comido en la calle que podría dañar su salud. Esperaría a que llegara alguien de su familia para que la acompañara al consultorio médico. De nuevo sintió un retortijón en el estómago. Se acordó que en el patio podría encontrar alguna planta medicinal.
Al dirigirse al patio percibió lo cálido del clima, como cuando estaba cocinando algo y abría la puerta del horno para verificar si se había cocido. En el patio se acercó a buscar unas hojas de estafiate o ajenjo, aunque eran parecidas Alicia las distinguía muy bien. Eso le ayudaría a calmar la molestia del estómago mientras iba a la consulta. Su rostro se asombró al contemplar que la planta de estafiate y ajenjo estaban muy secas, al igual que las hojas de un par de árboles de limón que había. Tenía alrededor de tres días que habían regado las plantas y árboles.
—¡Uy, pero qué les pasó con tanto calor! Ustedes requieren agua para reanimarse, pero agua de lluvia —dijo en voz alta, como en diálogo con las plantas y árboles.
Alicia decidió cortar unas hojas de estafiate para prepararse un té. Mientras esperaba que el agua hirviera volvió al patio, observó con una mirada triste que las hojas de los árboles de limón estaban encogidas. Vaya que el calor era intenso y la sequía generaba parte de esos efectos.
Regresó a la cocina, vertió la infusión de estafiate en una taza y se dirigió al patio. Ahí se sentó sobre un banquito, a esperar que su té se enfriara para tomarlo. Fue bebiendo poco a poco la infusión, disfrutando del aroma de la bebida. Cerró sus ojos un momento y recargó su espalda sobre la pared. Sintió alivio en el estómago luego de haber terminado el té. Se incorporó de nuevo, abrió los ojos y se dio cuenta que la intensidad del sol se había opacado un poco. Alzó la vista y observó que rápidamente se había formado un conjunto de nubes que pasaron de tonalidad gris claro a gris oscuro.
—¿Será que va a llover? No creo, es bien temprano, aunque está bastante nublado y caluroso. ¿Se imaginan que lloviera? Ése es el regalo más esperado para calmar el calor y sobre todo para que ustedes se recuperen. Mi abuelita Sofía siempre comentaba que no hay que perder la esperanza —dijo Alicia dirigiéndose a los árboles y plantas.
Se levantó del banquito y fue nuevamente a la cocina a dejar la taza, ahí estaba cuando percibió el aroma a tierra mojada, seguido de los ruidos de unas gotas de lluvia que comenzaron de menor a mayor intensidad. Alicia se dirigió al patio, se detuvo en la puerta con una sonrisa en el rostro, al tiempo que observaba que la lluvia, el regalo más esperado, se hacía presente.
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