El baúl de nuestros tesoros
El olor a tierra mojada le hizo evocar a Pilar uno de los momentos que más atesoraba de su infancia, compartir con doña Beti, su abuelita materna, los tesoros que ambas tenían.
Doña Beti solía sentarse sobre la cama, abrir el ropero y sacar un baúl de tamaño mediano. A su lado se ponía Balín, el perro que era un amoroso integrante de la familia. La primera vez que Pilar vio el baúl tuvo curiosidad de conocer qué tanto tenía en su interior. Más de una vez observó los tesoros que guardaba doña Beti, entre ellos, fotos antiguas, una lámpara que se armaba como una especie de mechero, hilos, agujas, botones y pequeñas latas que eran decoradas con figuras de flores y hojas. Y se sintió agradecida que su abuelita le permitiera un espacio en el baúl para guardar los tesoros de Pilar.
El recuerdo que se le vino a la mente a Pilar fue la ocasión que entró a la habitación de su abuelita justo cuando doña Beti sacaba el baúl de los tesoros.
—Pili, ¿ahora qué trajiste para guardar en el baúl?
—Abuelita esta vez encontré unas piedras pequeñas con formas muy bonitas, como si fueran conchitas, mira.
Balín, inquieto, formaba parte de la escena del compartir los nuevos tesoros, movía la cola como queriendo conocer cuál era la novedad.
—Oye abuelita, ¿qué vamos a hacer cuando ya no quepan más cosas en el baúl? —preguntó Pilar en tono preocupado.
El asombro se percibió en el rostro de doña Beti, su mirada tranquila se fijó en la de su nieta, antes de responder hubo un breve silencio.
—Compraremos más baúles mi niña, no te preocupes por eso. Vengan esas piedritas para guardarlas.
Pilar dibujó una sonrisa mostrando la alegría ante esa respuesta, su mente quería volar para hallar más objetos distintos, los tesoros que su abuelita y ella compartían.
Algunas veces la lluvia era quien acompañaba el paisaje sonoro de esos encuentros entre abuela y nieta. De ahí que el olor a tierra mojada de esa tarde trajera a la mente de Pilar esas memorias.
—El baúl de nuestros tesoros —dijo para sí, Pilar.
Cerró sus ojos, respiró profundo. Observó el baúl de doña Beti, intacto en el ropero, su corazón sintió la emoción que ambas tenían cuando se juntaban para compartir esos instantes. El fondo musical de la lluvia continuaba escuchándose.
Sin comentarios aún.