Una presidenta para México
México verá la elección de una presidenta de la República durante este año 2024, en concreto el día 2 de junio. Las mexicanas y mexicanos llamados a las urnas tienen una única opción, la del candidato de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, para enfrentar a las dos principales candidatas de la contienda electoral. Por tal motivo, sería una gran sorpresa que no sea una mujer quien gane la elección.
La llegada a la cima del poder ejecutivo en México de una mujer parecía, hasta hace poco tiempo, una quimera dadas las características que han entornado la figura de la máxima representación del país. De ahí que, sea cual sea el resultado, será un hito histórico para la República. Otra cuestión serán los resultados de la gestión y los beneficios para el país y sus habitantes, pero ello nada tiene que ver con el sexo de quien ejerza el poder.
No será un hecho singular el arribo de una mujer a la máxima posición ejecutiva. Primeras ministras o presidentas del gobierno ocupan o han ocupado dichos cargos. De hecho, en América Latina, Cristina Fernández en Argentina o, actualmente, Xiomara Castro en Honduras, son claros ejemplos, aunque en ambos casos existe la coincidencia de que sus esposos fueron, antes que ellas, los primeros mandatarios.
Contar con una presidente de la República será un buen pretexto para la reflexión sobre la equidad de género y, también, para enfrentar los resabios machistas, estos últimos tan difíciles de eliminar en sociedades demasiadas veces segmentadas entre sexos desde el nacimiento y la formación familiar y educativa. A pesar de ello, sería un error halagar o denostar las acciones de la futura presidenta por su sexo. Una tentación que en nada ayudaría a la pretendida, y deseada, equidad entre hombres y mujeres puesto que tal igualdad nada tiene que ver con los logros y fracasos en la gestión política.
La historia ha demostrado que afirmaciones tildadas de científicas en los siglos XIX y XX, respecto a la diferenciación entre hombres y mujeres, resultaron ser todo menos científicas. Así que las tentaciones mundiales de las revividas ultraderechas, aquellas que confunden biología y roles sociales con capacidades, deberían ser puestas en entredicho y enfrentadas con argumentos.
Hay que desearle el mejor de los éxitos a quien llegue al poder en las elecciones de junio porque, cualquiera que sea el resultado, su gestión definirá el rumbo del país en los próximos seis años. Un rumbo no exento de complejidades a nivel nacional y, por supuesto, en el ámbito internacional.
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